Regalo
El mejor regalo que le puede hacer el gobierno de Zapatero a Javier Arenas, con motivo de su reelección prevista para este fin de semana en Córdoba como presidente del PP andaluz, es que no se resuelva debidamente el contencioso de la deuda histórica. Le vendría de perlas al dirigente popular que se llegara al inicio de esta cita congresual sin acuerdo alguno en dicha materia. Tendría así munición suficiente para disparar sin descanso, y con mayor acierto, contra el Ejecutivo de Manuel Chaves que se ha encontrado con un asunto difícil de resolver dado los tiempos de crisis económica que corren en la actualidad. Pero todo hace indicar que en La Moncloa no están para hacer favores políticos al PP de ahí que los socialistas andaluces alberguen esperanzas de que, por fin, se encuentre la salida adecuada. No reclaman que venga para Sevilla el furgón lleno de billetes, sino, simplemente, que se establezca el compromiso firme de pago. Sería suficiente con ello puesto que el nuevo Estatuto andaluz fija un amplio margen de tiempo para su liquidación. Otra cosa es que Solbes sea lo suficientemente sensible con Andalucía como para no provocar más dificultades de las que ya hay. Desde su ministerio se anuncia que se trabaja para solucionar el asunto pero todo hace indicar que habrá que esperar hasta el último minuto. En todo caso, está claro que el toque de atención dado por su amigo Griñán y Pizarro ha surtido el efecto deseado. Han reaccionado y han percibido las graves consecuencias que podrían derivarse de una respuesta no satisfactoria a las reivindicaciones que proceden desde Andalucía. Miren por donde, nuestro vicepresidente económico, poco dado a las algaradas, ha podido comprobar que, a veces, hacerse el duro ante los propios, en este caso, el gobierno amigo de Zapatero, no viene tan mal. Aunque tampoco es cuestión de pasarse, pensará. Después del golpe en la mesa dado, para sorpresa de muchos, durante su comparecencia en el pleno del Parlamento, en la Junta han optado por un perfil más bajo. Han decidido no hacer más ruido a la espera de la resolución final que puede, incluso, que se parezca a la adoptada con Cataluña y los plazos que marcaba su propio estatuto. Mientras tanto, Arenas se dispone a centrar una vez más a su partido y aunque hay voces que reclaman un cambio de verdad, que pasaría por la defenestración de Antonio Sanz, su fiel escudero, el presidente del PP no se va a desprender de quien lleva el partido en su cabeza, del que ha mantenido la nave con pulso firme cuando su marcha a Madrid. Ese duro y a veces ingrato trabajo debe tener su recompensa y en Córdoba tendrá que visualizarse de alguna manera.
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