Otras dimensiones
Los mayores controles y la crisis económica producen un descenso de la llegada de ilegales
Aunque a ritmo sustancialmente menor que en años anteriores, el goteo de pateras en las costas españolas ha sido persistente a lo largo del verano. Tampoco han faltado incidentes con náufragos rescatados en alta mar como los que padecieron el Marine I y el Francisco y Catalina, entre otros. En esta ocasión, sin embargo, los acontecimientos en el Clot de L'Illot se volvieron contra los salvadores: los náufragos se amotinaron para impedir su desembarco en Libia. Sin duda, no eran conscientes de su desafortunada contribución al deterioro de las leyes del mar, que sólo perjudica a quienes emprendan aventuras como la suya.
A las dificultades que suelen interponer los países ribereños para acoger a los náufragos, se podría sumar ahora la posibilidad de que éstos se resistan a ser desembarcados. Los capitanes que avisten embarcaciones con dificultades se pensarán qué actitud adoptar. Y eso no facilitará que los clandestinos lleguen a los países que se proponen, sino que, sencillamente, harán más peligrosa la aventura.
El descenso en el número de pateras obedece a múltiples razones. La colaboración de los países en los que se originan estos viajes, así como los medios de control establecidos por el Gobierno, han tenido un peso destacado. Pero no son las únicas razones. La crisis económica que azota a los países desarrollados está limitando las expectativas de empleo entre los trabajadores extranjeros. Sobre el inmediato futuro planea una dimensión diferente para la política de inmigración, que consiste en atender, no sólo el flujo de foráneos según se hacía hasta ahora, sino también el tratamiento de los que se encuentran en el país, han perdido sus empleos y carecen de expectativas para encontrar otro. Se trata de una materia sobre la que el Gobierno y la oposición deberían ir reflexionando y avanzando acuerdos, puesto que, mal orientada, podría convertirse en un caldo de cultivo idóneo para las opciones populistas y las pulsiones xenófobas.
La crisis y, en particular, el incremento del desempleo suscitan interrogantes acerca de la inmigración que no se habían considerado. Es preciso que el Estado refuerce el seguimiento de cómo está afectando a los trabajadores extranjeros, que afine el análisis de la nueva situación sobre este colectivo para poder, así, adoptar medidas que anticipen, previniéndolas, cualquier deriva política indeseable.
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