Los primeros centros y atención especializada
Andalucía aprobó en noviembre de 2007 una ley de medidas de prevención y protección integral contra la violencia de género que establece "el ingreso preferente en la red pública de centros existentes" (casas de acogida) para las mujeres maltratadas que pertenezcan a colectivos "especialmente vulnerables", entre ellos las que tengan problemas de adicción. En sus 40 centros de atención a víctimas de malos tratos atendieron a 62 que presentaban drogodependencias durante 2007.
En Madrid, también se habilitó el año pasado un pequeño centro pionero en esta cuestión. El Ayuntamiento destinó un alojamiento de la Cruz Roja para mujeres drogodependientes víctimas de malos tratos. Está dirigido a mayores de 18 años con menores a su cargo y tiene 8 plazas disponibles.
En Vigo, cuya casa de acogida permanece ahora cerrada rodeada de cierta polémica, se ha anunciado su sustitución por un centro de emergencia que modernice la atención dada incluyendo, entre otras cosas, a las mujeres con problemas de adicciones (aunque no cuando la drogadicción "sea activa", puntualizan).
Pero, de momento, no es la regla general en los recursos públicos. Desde hace un tiempo, asociaciones como Proyecto Hombre o ACLAD, con larga experiencia en trabajo con drogodependencias, intentan afrontar el problema con sus propios medios. Fernando del Río, responsable de formación del centro de Proyecto Hombre en Burgos, explica que hay que elaborar programas específicos para mujeres. En Murcia, por ejemplo, llevan dos años trabajando con grupos exclusivamente femeninos, que facilitan a sus usuarias trabajar problemas más específicos, como el de la dependencia afectiva.
Manolo Martín, trabajador social de ACLAD en Valladolid, señala que casi la mitad de las mujeres a las que atienden en sus terapias sufren malos tratos. "Cuando ya están en tratamiento se les puede ofrecer ir a una casa de acogida, pero si allí siguen consumiendo se van a la calle", comenta. Se enorgullece del éxito de sus talleres especializados en mujeres, en los que ha visto cómo algunas se separaban o divorciaban de sus parejas. "Seguimos adaptándonos a trabajar el género", cuenta, añadiendo que en ciudades pequeñas es más fácil ofrecer una mejor atención.
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