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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Réditos rusos

Rusia usa la guerra con Georgia para reforzarse a costa de Naciones Unidas y la OTAN

La brevedad de la nueva guerra del Cáucaso, pese a que parecen subsistir focos de combate, no debería llevar a engaño sobre lo profundas que pueden ser sus consecuencias. Los Gobiernos de Georgia y de Rusia han bombardeado aldeas y ciudades sin respetar a la población civil, en contra de las Convenciones de Ginebra. Por más que éstas lleven camino de convertirse en papel mojado, la comunidad internacional, y en particular Naciones Unidas, deberían recordar a los contendientes que una cosa son las causas legítimas o ilegítimas para entrar en una guerra y otra la manera de conducirla.

Tanto Georgia como Rusia han violentado el orden internacional en todas sus dimensiones al lanzarse a este conflicto: la primera, por haber recurrido a la fuerza contra Osetia para responder a las provocaciones de los partidarios de la unión con Rusia, y la segunda, por haber utilizado esta agresión como coartada para conseguir objetivos regionales y estratégicos; ambas, además, por haber causado la muerte indiscriminada de civiles.

Es probable que el presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili, decidiera dirigir sus tropas contra Osetia convencido de que el estado de sus negociaciones con la OTAN disuadiría a Rusia de una respuesta inmediata y contundente. Su aventurerismo le ha costado a la Alianza una derrota virtual en un conflicto en el que no ha participado, y ésa era una de las consecuencias que Putin buscaba y que intentará rentabilizar en el futuro. Saakashvili ha puesto a la OTAN en la tesitura de guardar silencio o desencadenar una escalada de final impredecible, y Putin ha aprovechado la coyuntura para ampliar su margen de maniobra internacional. No sólo ha demostrado hasta dónde está dispuesto a llegar en la defensa de los intereses rusos, sino que ha constatado la parálisis que provocan sus acciones.

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De ahí los temores expresados por los países de la zona de influencia de la antigua Unión Soviética, algunos ya incorporados a la Unión Europea. Puede que la mediación de la presidencia de turno, con Sarkozy y Kouchner a la cabeza, consiguiera parar ayer los combates. Pero puede, también, que Rusia los detuviera porque había alcanzado sus objetivos y la negociación habrá de desarrollarse en el terreno que ha marcado. Si éste fuera el caso, la UE no debería avalar los réditos de Rusia en esta campaña: toda exigencia que exceda el estricto retorno al statu quo anterior al ataque de Georgia tendría que ser cuidadosamente sopesada.

Naciones Unidas ha sufrido un nuevo desgaste, por más que resultara previsible dada la presencia de Rusia en el Consejo de Seguridad. Pero esta limitación para desempeñar un papel diplomático destacado en la solución de la crisis no tiene por qué impedir cualquier iniciativa. La delimitación de las distintas responsabilidades en el conflicto, así como la denuncia por el trato a los civiles, siguen siendo tareas inexcusables. Aunque estén condenadas por el veto de Rusia.

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