En Galicia falla la política
Amancio Ortega se convirtió en el empresario más rico de España sin pisar la Xunta. Su ex mujer Rosalía Mera empezó a dejarse ver con los políticos cuando ya era la más rica de España. Manolo Jove transformó Fadesa en la primera inmobiliaria de Europa sin que ningún gobierno le organizase una fusión. José Somoza, el dueño de Azkar, jamás montó a los conselleiros en sus camiones. Y cosas similares podrían decirse de otros multimillonarios gallegos como Souto, Collazo y tantos otros hombres de negocios de los que habla Julián Rodríguez en su libro Señores de Galicia.
Galicia y, en particular, la ciudad de A Coruña dan cobijo a varias de las primeras fortunas de España, que se dice pronto. Puede ser casualidad, pero desde luego parece demasiada casualidad. Sin embargo, por mucho que buceemos en el dichoso libro, no encontraremos operaciones económicas de gran calado político. Bueno, sí, pero remontándonos al franquismo y al legado del viejo imperio del Pastor que levantó Pedro Barrié, el fundador de Fenosa.
Los catalanes nos ganan, y hay que felicitarles por ello, porque tienen dinero y poder
¿Por qué será? ¿Por qué en España cuando hablamos de operaciones con mayúsculas siempre aparecen Florentino, Botín, Galán, Entrecanales e inmediatamente detrás Zapatero, Sebastián, Montilla...? ¿No será que Galicia no sabe hacer política y que aquí lo que se hace es otra cosa, que no pasa de gestionar la educación, la sanidad y cuatro asuntos más?
¿Por qué los gallegos tienen que hacerse de oro como llaneros solitarios en sectores emergentes y los madrileños, catalanes y vascos se reparten los bancos y las eléctricas -es decir, las cosas importantes- y a lo sumo a nosotros nos llaman por teléfono para pedirnos que seamos discretos y no le estropeemos sus operaciones? ¿O no fue eso lo que le hizo Florentino a Touriño cuando le telefoneó para anticiparle que le iba a vender Fenosa a Gas Natural?
Qué curioso resulta todo. Mucha gente piensa que fue Amancio Ortega quien quiso comprar Fenosa antes de que Florentino se la birlara en una subasta organizada por Botín, que casi sin colgar el auricular por el que hablaba con Oporto le dio un toque al presidente de ACS. No es verdad. El grueso de la pasta lo iba a poner Jacinto Rey, apoyado por Julio Gayoso, de Caixanova, y el propio Ortega. Todos ellos saben lo que es triunfar sin la política de por medio y también saben que otros con menos talento encuentran los atajos en la política. Digamoslo todo. Aquella operación se frustró porque Galicia no tiene poder propio en Madrid, donde a lo sumo cuenta con políticos nacidos aquí, como Rajoy o Blanco, que están bien empleados allí. Pero poder, poder, lo tienen los vascos y, sobre todo, los catalanes, como acaban de demostrar ahora llevándose Fenosa a Barcelona. Eso es tener poder y demostrarlo.
El problema -digásmolo también- no es por el nacionalismo. Al contrario, el problema es justo por tener poco nacionalismo, estando como está Galicia dentro de un Estado donde o funcionas con las mismas armas que los de Madrid o te toman de coña. Y si no que se lo cuenten a Anxo Quintana, líder del BNG, que como vicepresidente de la Xunta también bendijo desde Oporto el ya histórico intento de recuperar Fenosa para Galicia. ¿Cree alguien que Quintana es más torpe que Montilla? ¿O qué Jacinto Rey sabe menos de empresas que Brufau? ¿O qué Ortega tiene menos dinero que Gabarró? ¿O que Gayoso sabe menos de finanzas que Fainé?
Para nada está ahí el problema de Galicia, como lo prueba el hecho de que Ortega levantó Inditex hasta convertirla en la primera multinacional de la moda, o de que Jacinto Rey aflorará en unos días en Bolsa una de las grandes compañías de España. El problema de Galicia no es de empresarios, es de que la política aquí se reduce a la gestión y de que los partidos sucursalistas ni siquiera entienden las ventajas de tener una fuerza política como el PSC. Y así nos va, que nos dan una palmada en el hombro y nos invitan a un pincho.
Los catalanes nos ganan -y hay que felicitarles por ello- porque tienen dinero y poder. Nosotros perdemos porque tenemos algo menos de dinero, pero, sobre todo, porque Galicia no tiene suficiente poder político. Y eso depende de los gallegos, no de los catalanes, que aquí no votan. xeira@mundo-r.com
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