_
_
_
_
LA CALLE | La 'web'
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Carteles

Tomàs Delclós

Unas cuantas páginas en Internet comentan el detalle promocional de la película de Sony Hancock. En todo el mundo, la imagen central del cartel es la misma, el rostro del héroe (con muy mala pata) del filme. Pero en sus gafas no se refleja la misma ciudad. En Valencia está mirando a la Ciutat de les Arts; en Madrid, las torres KIO, y en Barcelona, la Sagrada Familia. Los internautas coinciden en aplaudir la simpática astucia de mercadotecnia para acercar el personaje al público local. La elección del monumento barcelonés no ha despertado, que haya visto, la fácil ironía sobre qué intenciones tendría Hancock ante la Sagrada Familia. ¿Salvarla del AVE? ¿Salvarla de los aditamentos con que la hacen crecer?

La cartelística cinematográfica ha perdido el encanto artesano de antaño, aunque un buen photoshop no es fácil. El de Hancock no es el primer, ni será el último, cartel que se modifica, aunque el repertorio de cambios históricamente obedece más al miedo de los censores que a una gentileza publicitaria. Una de las víctimas habituales de la oficina censora de la España franquista fue el cartelista Macario Gómez, premio Sant Jordi de cine de este año. En la sede digital de la Filmoteca Española (www.mcu.es/cine/docs/) se explica, por ejemplo, que dibujó a Brigitte Bardot con un escote que los censores consideraron excesivo. Tuvo que repetirlo, "pero se negó a firmarlo". En el de Operación: Londres llama a Polo Norte, "había colocado a los pies del águila una cruz gamada que se vio obligado a sustituir por una cruz de hierro".

Pero no hay que remontarse tan atrás. En Estados Unidos, otro caso, el cartel de la película Saw 2 fue censurado porque mostraba un par de dedos cortados. En su lugar se distribuyó otro en el que sólo se veían unas asquerosas falanges. Aquí podría hablarse de supuestos escrúpulos estéticos, pero hay otros episodios más preocupantes. A la MPPA, la patronal del cine, no le gusta que sean visibles los presos encapuchados que Estados Unidos tiene en Guantánamo. Retiró el cartel de Camino de Guantánamo, de Michael Winterbottom, porque mostraba uno, y lo volvió a hacer con el cartel del documental, ganador del Oscar de este año, Taxi al lado oscuro. Alex Gibney, su director, protestó inútilmente; la imagen es ofensiva, dijo, "pero resulta que es real". Parece ser que demasiado.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_