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Entrevista:María Dolores de Cospedal | ENTREVISTA

"Lo más generoso es dar tu tiempo"

Juan Cruz

A las 7.50, cuando acude a su cita, María Dolores de Cospedal tiene la voz rota, la voz de los que por la noche se entusiasman conversando. Se ha acostado a las dos de la madrugada y ahora tiene que ir a Albacete, uno de sus feudos como presidenta del Partido Popular en Castilla-La Mancha. Nosotros le vamos a acompañar en ese viaje, en el coche grande y negro que su partido pone a disposición de la recién estrenada secretaria general. En Albacete la esperan alcaldes de su propio partido, periodistas, la vida local en pleno apogeo. Al día siguiente la aguardan en Euskadi, donde sabe que va a tener que enfrentarse al trago que los medios le hagan beber por la crisis que ha atravesado allí su partido, y después tiene una boda. Se ocupa, cuando ya ha acabado la conversación, de su hijo Ricardo, en primer lugar cómo ha dormido, cómo ha desayunado, y luego ese móvil que ha estado silencioso de ocho a nueve empieza a vomitar información y opiniones como si fuera una radio a todo volumen. Ella despacha con la misma parsimonia con que ha ido contestando nuestras preguntas en la conversación que hemos mantenido; a veces parece (porque lo es) una madre, o una hija; pero a veces, María Dolores de Cospedal se constituye en una empresaria que sabe que tiene una nave que ha echado a andar después de un periodo en el que han chirriado las ruedas mucho más que en la célebre canción solitaria de Atahualpa Yupanqui. En ese ir y venir de cuestiones (Aznar habló anoche, qué diría, ella no lo vio; Arenas habló esta mañana; Alonso se ha enfadado por lo que dicen los críticos del PP en Euskadi, ya era hora de que alguien se enfadara), esta mujer de 42 años ¡no 43, eh, que los cumplo en otoño, en la época de sagitario! encuentra tiempo también para alegrarse porque alguien de su equipo, una secretaria quizá, ha tenido una buena noticia sobre su salud. Ella es lo que dice la gente, claro: madre de un hijo que tuvo ella sola, por inseminación artificial; separada primero, con su matrimonio anulado; partidaria de que los gays vivan como quieran sus opciones sexuales, y ahora la cara nueva que Rajoy pone al frente de un partido que hasta hace nada era un territorio lleno de hombres con traje oscuro. Pero es sobre todo una energía que no cesa. ¿De dónde le viene? Aquí lo cuenta. Es curioso, le dije al final del trayecto, en la conversación que grabamos no salió mucho la palabra Rajoy y nunca surgió la palabra Aznar. Claro, no íbamos a hablar de política, sino de la vida, y acaso hay momentos de la vida, antes de que suenen los móviles, en que no se pronuncian los nombres urgentes o los nombres del pasado. Nosotros enchufamos el micrófono en cuanto nos sentamos junto a ella, y la conversación transcurrió como si no hubiera paisaje, aunque íbamos en dirección al paisaje que más quiere, Albacete, donde se crió; hija de un ingeniero agrónomo, Ricardo de Cospedal, que estuvo en UCD y que ahora hace un trabajo que a él le encanta y por el que ella no le puede pagar: ser abuelo amantísimo de su hijo, Ricardo, de dos años. Sólo quiere dormir con el abuelo, y al abuelo se le cae literalmente la baba. El hijo está presente, como una nube roja en el cielo que se acaba de despertar, y está en la conversación: es el primer tema. Ella se concentra en las respuestas. Abre los ojos grandes, tan grandes que a veces la gente puede pensar (por las fotos) que está asombrada, o asustada; no, está escuchando. Tres veces nos hizo apagar el magnetófono, una media muy baja para un político, y en una ocasión, cuando hablamos del 11-M y de su asistencia personal a las víctimas, en el tanatorio improvisado de Ifema, sus ojos se nublaron de lágrimas que no llegaron a brotar. Terminamos de hablar un rato antes de que llegáramos a Albacete, y ya el calor achicharraba el paisaje al que, dice ella, querría volver siempre, y alguna vez como presidenta de Castilla-La Mancha. ¿Le hace más ilusión que ser vicepresidenta del Gobierno? Muchísimo más. Un día dijo que jamás dejaría Castilla-La Mancha, cuando la hicieron presidenta. Ahora simultanea el trajín de ser secretaria general del partido de Mariano Rajoy y ese encargo que ahora la ha traído al lugar donde se hizo. ¿Hasta cuándo? Ella dice que no va a tener desmayo. Ahora tiene, además, una energía suplementaria y feliz, Ricardo el chico. Como dice el poeta José Luis Pernas, hay que buscarse una esperanza para seguir viviendo, y esa esperanza, para ella, se llamó hace dos años Ricardo de Cospedal, el nieto de Ricardo de Cospedal, el hijo de María Dolores, y ella está feliz de haberlo tenido sola.

Qué decisión ésa, voy a tener un hijo sola. Tiene una parte de generosidad y una parte de egoísmo. Porque supone que quieres vivir más allá de lo que tú vas a vivir. Pero las ganas de querer a alguien que aún no sabes qué va a ser, ni qué va a suponer para ti, también supone un gesto de generosidad. Es una combinación perfecta, para mí por lo menos. Y además sólo la puedes sentir en la vida si tienes un hijo; es la única manera de saber qué se siente cuando se combinan el egoísmo y la generosidad

Y además, usted toma la decisión de tener el hijo a los 40 años Sí, es una decisión mucho más consciente, de una tremenda responsabilidad. Ahora tengo muchísima preocupación por cómo se vaya a educar mi hijo, que no sea ni un malcriado ni un caprichoso Para tener un hijo sola, también tienes que ser muy valiente, porque ya estás en una edad en que es mucho más cómodo quedarte como estás. Pero yo siempre tuve claro que quería ser madre.

Ser madre y compartir el tiempo, ya no andas sola por el mundo Bueno, eso es lo más importante. He vivido sola muchísimos años de mi vida adulta. Diez años, desde que me separé. Y lo más generoso es dar tu tiempo. Ese momento en que te dices: ahora ya todo es para esta personita. Porque se lo tienes que dar todo.

Son decisiones que curten. Separarse, tener un hijo en soledad Lo de separarse es algo que le pasa a muchísima gente. La sensación que tuve fue de fracaso. Mi decisión de tener un hijo ocurrió muchísimo más tarde; la tenía tomada desde antes, pero la fui demorando, hasta que viniera, acaso, la persona adecuada. Pero ya dije: ¡no espero más, se acabó!

Y decidió tenerlo usted sola. Claro. No porque crea que es mejor tenerlo sola; para un niño o una niña es mejor y más gratificante tener una figura materna y otra paterna. Pero me dije: si sigo esperando, esto no va a suceder. Lo intenté y afortunadamente salió bien. Y es lo mejor que he hecho en mi vida.

En la sociedad de sus padres, eso no hubiera sido tan sencillo. Jamás. Sin embargo, cuando les dije a mis padres que estaba embarazada, mi padre exclamó: ¡Horror!. Y mi madre, que siempre ha sido mucho más conservadora que él, dio un grito de alegría. Mi padre no daba crédito. Y ahora no pueden estar más contentos. Mi padre alguna vez dice: ¡Y la suerte que ha sido esto!.

Usted hablaba antes de la sensación de fracaso. Pero, ¿verdad que cuando pasa el tiempo ya no se ve la ruptura como un fracaso? No. Lo he considerado como una etapa de mi vida. Conocí a una persona que creo que es magnífica, fue una etapa en la que aprendí muchísimo, y sobre todo me ayudó a saber que una cosa es la verdad y otra cosa es lo que tú quieres que sea, y en las cuestiones afectivas no te puedes engañar. Y yo ahí, en ese sentido, cometí un error. También eso hay que aprenderlo. Es la vida.

¿Cómo es ahora la relación con el niño? ¿Cómo es la vida de una madre soltera que tiene tanta actividad? Leí en este periódico que usted llevaba al crío a los consejos de gobierno de la Comunidad de Madrid, siendo consejera. Eso fue una cosa excepcional. La relación con el niño es de pocas horas, y a veces, como ahora, es de pocos días, pero es muy intensa. Como todas las madres, tienes un sentimiento de culpabilidad por no dedicarle todo el tiempo que debieras. Pero es más importante la calidad que la cantidad del tiempo. Es algo que los niños perciben, aunque sea porque la madre se levante con ellos, les dé el desayuno, o les lleve a la guardería, o les bañe. Y yo hago todo eso.

Ahora ya puede comparar la relación que usted tiene con su hijo con la que sus padres tuvieron con usted. He tenido una relación muy intensa con mis padres. La tenemos todos los hermanos, somos tres, porque mis padres, que son dos hijos únicos y que tuvieron ambos situaciones complicadas en la infancia, nos han inculcado mucho eso del (aunque suene cursi) amor a la familia, ser una piña, saber que siempre estás ahí Seguramente porque ellos tuvieron gran carencia de esas cosas y lo han traslado a los hijos. Se nos nota muchísimo a los tres.

¿Y eso cómo se nota? Pues, por ejemplo, porque estamos pendientes de ellos todos los días; llamamos muchas veces para saber dónde está cualquiera de nosotros Somos pesadísimos. Pero eso hace también que la relación sea muy amorosa, muy de cariño, de preocupación por lo que le suceda al otro. También es verdad que ha cambiado con los años, porque, cuando éramos más jóvenes, mis padres nos dieron una educación más estricta, más austera, muy centrada en el sentido de la responsabilidad. Eso es algo que me ha influido mucho en la vida. Les estoy muy agradecida por cómo nos han tratado. Espero poder hacerlo tan bien con mi hijo, que él se sienta tan contento con su madre como yo con mis padres.

Esa relación familiar le habrá impedido sentirse sola. No, cuando te sientes solo, te sientes solo. Me he sentido sola muchas veces en mi vida. Además, aunque soy una persona sociable, también necesito mi soledad a ratos, y en el fondo soy más solitaria que de grupo.

Ahora tiene difícil sentirse sola. No, ahora no. Hace mucho tiempo que no me siento sola.

¿Sentimentalmente, políticamente? No sólo sentimentalmente, afectivamente. Desde que tuve a mi hijo no me he vuelto a sentir sola.

Pero la soledad también nos hace. La soledad te fortalece mucho. No la aparto diciendo: ¡qué malo es esto! Hay soledades puntuales: cuando tienes que tomar una decisión complicada y no se lo puedes consultar a nadie Pero lo que es sentirse profundamente solo y creer que no tienes a nadie, nada por lo que luchar, eso me ha pasado como le pasa a otra gente.

Y usted tiene una ventaja, que tiene padres, aunque no los vea siempre. Sí, son tu agarre con la tierra y con la realidad. Aunque en algunas cosas no piense como ellos y sean mucho más tradicionales. Pero son un punto de referencia de lo que es bueno y de lo que no lo es tanto.

¿Tiene algún otro punto de referencia? Hay más personas, otra persona, pero fundamentalmente son mis padres.

¿Otra persona? ¿Del partido? No, no, de mi vida afectiva

Sus padres le hicieron; son la tierra, en cierto modo Y ayudan mucho, sobre todo cuando tienes una tarea pública como la mía; ahora estoy muy expuesta, esto es lo peor que tiene este trabajo. En situaciones así, tener a unas personas que saben de verdad cómo eres y en las cuales puedes descansar es importantísimo.

Su padre la metió en política. No me metió él, me metí yo. Mi padre estuvo en UCD, y veía en casa a sus amigos. Unos eran claramente de derechas, y otros, de izquierdas, y tengo un vago recuerdo de cómo se iba haciendo UCD. En mi casa se vivió profundamente la transición y el golpe de Estado, porque mi padre era entonces delegado del Gobierno. Creo en el valor de mucha gente que estuvo en esos momentos, y que eran poco comprendidos porque no eran de ninguna familia reconocida; no eran de la izquierda, no eran de la derecha que venía del franquismo, eran aquellos que se decían de centro, los de Suárez. Esa gente tuvo mucho mérito, y yo soy heredera de esa tradición. Es algo que me ayuda hoy a estar en política, y también a defender una manera de estar en la política.

¿Y qué defiende? Que tienes que tener bien claro lo que quieres defender, pero no puedes ser dogmático ni sectario. Además, se defiende mejor lo que uno cree poniéndose fuera del dogmatismo o del sectarismo. En la política y en todo.

Esa atmósfera que evocaba de UCD, traidores, izquierdas, derechas, principios, etcétera, ¿no se pone en evidencia también ahora en su partido? No, sinceramente. Mi partido quiere representar, y quiere ser, el centro político; puede parecer una cosa ambigua, porque no es tanto hacer una política entre la derecha y la izquierda, es más una manera de estar en la política y de relacionarnos con los otros partidos políticos. Es una forma de cómo quieres trasladar tu mensaje a la sociedad. Eso es lo que hoy quiere, y así es como se quiere reconocer el PP. Lo creo, y además por eso trabajo yo también.

Ha sorprendido ese corrimiento de tierras que ha habido en el PP, todo el mundo enarbolando la palabra principios Ese partido, que parecía tan monolítico Creo que ha sido más escenografía que realidad. Me explico: no puedes tener casi diez millones y medio de votos y no ser un partido que represente algo muy parecido, por lo menos, a lo que estoy contando. Un partido percibido como de extrema derecha no tiene diez millones y medio de votos. Otra cosa es que nosotros tengamos que ser eficaces y eficientes también a la hora de cómo nos tiene que ver la sociedad española; debemos ser como somos, no como quieren que seamos o como nos quieren hacer ver.

Déjeme volver a su formación. Es usted de una generación de mujeres que ya se lo puede permitir todo. Es verdad.

El cambio ha sido brutal. ¿Cómo ha ido percibiéndolo? Con mucha normalidad. También es verdad que una mujer de 20 años, hoy lo percibiría mucho más. Pero todavía las de mi quinta hemos tenido que demostrar que valíamos como mínimo igual que nuestros compañeros.

Y sigue ocurriendo. Por descontado. No me gusta hacer victimismo de este tema. A mí se me presentan cuestiones o preguntas que a un hombre no se le harían jamás. A una mujer se le hace un perfil teniendo en cuenta su vida privada, y a mí me ocurre; pero a un hombre, su vida privada no se le tiene en cuenta. Es verdad que he sentido a lo largo de mi vida que hay cosas que me costaban más que a los hombres, que había techos de cristal que ellos rompían con más facilidad. Todavía cuando habla un hombre se dice: El hombre dice. Y cuando hablamos nosotras dicen: La mujer opina.

Pero los hombres han cambiado también. Sí, como es lógico. Y están cambiando, tienen que asimilar las nuevas circunstancias. Algunos lo han hecho por una cuestión de edad, y otros, por la fuerza de los hechos. Y los mayores han cambiado porque han tenido hijas, ¡eso es mano de santo! Mi padre, por edad, podría no estar con el cambio de las relaciones hombre-mujer, ¡pero tiene dos hijas! ¿Cómo no va a querer que sus hijas estén a la altura de los varones?

¡Se tiene que aguantar! ¡Es que no soportaría que le cuestionen la valía profesional de sus hijas!

Le decía usted a Karmentxu Marín en este periódico que a los hombres los encuentra un poco asustados. Porque hay algunos que se están encontrando con que estamos en un país en el que está de moda ser mujer para que te den un puesto. Creo que hay una asimilación casi completa en la sociedad española de la idea de la igualdad. Y en eso los hombres han hecho muchísimo, aunque aún haya mucho machismo en la sociedad, en muchas actitudes.

La igualdad está en camino. Eso es. Aún no hemos llegado a ella. Por ejemplo, a mí me molesta que no se juzgue con la misma severidad a un ministro que a una ministra.

La que le han dado a la ministra de Igualdad, precisamente. ¡Si hubiera sido un Bibiano en lugar de una Bibiana! Creo que la habrían tratado igual, porque lo que también tenemos que cuidar las mujeres es que nos traten con igual severidad porque seamos mujeres.

Le pidió perdón por algo que usted había dicho de ella. Es raro, ni los políticos ni los periodistas pedimos perdón. Oí y leí sus declaraciones sobre las bibliotecas de mujeres, y luego ella aclaró lo que había dicho, supuestamente. Lo que dijo no me gustó, y lo dije. Su aclaración me hizo llamarla: Ministra, he oído lo que dijiste y no me ha gustado; si la explicación que has dado es ésa, entonces te pido perdón. Pero no se lo conté a nadie. Lo ha contado ella.

La pedagogía del perdón, a lo mejor le viene bien a esta sociedad. No me importa que lo cuente. No pasa nada por pedir perdón, todo el mundo se puede equivocar. También la ministra.

¿Cómo lleva sus equivocaciones? Las llevo bien, las asumo. El que más cosas hace, más se equivoca. Y yo hago demasiadas cosas.

Y a los políticos, ¿cómo los ve? En la democracia no cesa de haber descalificaciones contra este trabajo que hace usted. Y es injusto. La mayor parte de la gente está en política por motivos nobles. No es justo que asimilen a todos con las malas actitudes que sin duda se dan. Dicen: Es que mienten todos. Me niego. Yo no miento, desde luego.

El PP ha mantenido en los últimos cuatro años posiciones cercanas a las posturas más reaccionarias de la sociedad, en la cuestión gay, en asuntos relativos a la educación ¿Cree usted que el PP tiene que sintonizar de nuevo con la sociedad? Yo creo que el PP ha sintonizado con la sociedad ahora, está sintonizando.

Ahora. Ahora. Y ha tenido una sintonía importante aunque no haya ganado las elecciones, porque diez millones y medio de votos no son una sintonía cualquiera.

Una sintonía buena, pero insuficiente. Efectivamente. Pero sí es verdad que nosotros tenemos que ser los dueños del mensaje. Y tenemos que trasladar nuestro mensaje, no otros por nosotros.

¿Le puedo aclarar que aclare el mensaje? El PP tiene que ser, primero, el dueño de su destino, el propio partido, y no ningún tipo de agente externo, ni político, ni social. Y tiene que ser el que en posiciones concretas asuma sus propias posiciones, y que no pueda dar nunca la sensación de que va a remolque de lo que piensan otros. Nosotros tenemos que tener nuestra posición y defenderla.

Que no sea un periódico o una radio los que condujeran el partido. Tenemos que ser un partido independiente, lo tengo meridianamente claro. Creo que la valía de los partidos políticos reside en ser independientes.

Pero independiente ¿de quién? De todo el mundo. De todo tipo de influencias. De las que son contrarias a como tú piensas también, porque no te pueden hacer creer que tú eres lo que no eres. De ésas también tienes que tener cuidado.

Hubo una época en que usted y Celia Villalobos eran las únicas del PP, por ejemplo, que aceptaban los avances en los derechos de los gays. Tomamos una posición, y vamos a ser respetuosos con lo que resuelvan los tribunales [con respecto al recurso del PP contra el matrimonio de los homosexuales]. Un partido político de tantos militantes también tiene que tomar decisiones concretas que a veces responden más a lo que piensan unos que a lo que piensan otros. Una cosa son las cuestiones estrictamente jurídicas, y otra son las garantías y derechos que puede tener todo el mundo.

Ahora no me la puedo imaginar a usted rechazando una boda gay si fuera alcaldesa. Hace bien no imaginándoselo.

Un episodio de su vida que subrayan las biografías es cuando, siendo subsecretaria del Ministerio del Interior, se fue hasta Ifema a ayudar en aquel tanatorio improvisado tras los atentados del 11-M. Yo no quisiera que nadie tuviera que vivir algo así; fue algo horroroso, y a mí no me gusta ni recordarlo. Personalmente me afectó muchísimo. Vivir cosas como ésa también te hacen crecer como persona.

Te marca y te hace tomar decisiones sobre lo que uno hace en la vida Y te hace darte cuenta de lo que es importante. Me he encontrado en mi vida con situaciones dramáticas; pero como ésa, nunca. Fue muy duro. No es lo mismo estar esperando cuatro días para saber si tienes un hijo ahí o no que esperar veinticuatro horas. El sufrimiento es igual, pero si las cosas funcionan, la tragedia no es la misma. Fue una cosa horrible. Doscientas bolsas. No quiero hablar de eso.

¿Qué le mueve ahora? ¿La gestión, la ideología? La gestión vale para ser eficaz, para administrar bien el dinero de todo el mundo. La puede tener igual un político que un empresario. La ideología va más allá de la gestión. Para mí lo primero es el proyecto de sociedad, y eso es ideología.

¿Y qué ideología está usted gestionando? Una ideología que podría traducirse como liberalismo reformista. Me considero una persona liberal, pero creo que la intervención del poder público en la sociedad tiene que servir para transformar la sociedad y mejorarla, y en ese sentido me considero también reformista. Quizá no es un liberalismo puro de dejar hacer a todo el mundo lo que quiera.

No es a lo Esperanza Aguirre. Esperanza Aguirre tiene unas políticas sociales importantísimas, ¿eh? Cuidado.

Está en un partido de hombres. ¿Cómo se lleva con ellos? De hombres y de mujeres.

El secretario general era un hombre, Ángel Acebes. Fue el que le metió en el Ministerio del Interior. He tenido buena relación con los hombres de mi partido. Y siempre ha habido muchas mujeres influyentes. Es algo que siempre me ha gustado del PP. Y he trabajado igual de bien con hombres que con mujeres.

¿Y cómo es Acebes, su antecesor? Una persona que ha sido muy injustamente tratada. Es un hombre muy honesto, muy responsable, y actuó conforme su conciencia y haciendo siempre lo que él creía que era lo mejor, y que era la verdad.

Ahora gestiona usted una abundancia de mujeres. Es igual de bien que gestionar una abundancia de hombres. Es mujer la secretaria general, la portavoz en el Congreso, la vicesecretaria de organización. Tres puntales. Y nadie por encima que nos guíe.

¡Hombre, Rajoy! Por supuesto, el presidente de mi partido. Quiero decir que nosotras tenemos capacidad de decisión por nosotras mismas. Por supuesto, el que manda es Rajoy. Y le valoro mucho que haya reconocido la capacidad de decisión de las mujeres a esos niveles tan altos.

Estaba pensando en aquel verso de Neruda, las cosas que nadie rompe pero se rompieron, aplicado a su partido. Con Esperanza Aguirre, ¿no se han roto las cosas?, ¿se pueden recomponer? Ya está en una vía que es así, de sentirse plenamente parte de este proyecto. Eso es bueno para el PP y para Esperanza Aguirre, porque es un valor político que el PP no puede desaprovechar. Lo creo firmemente.

¿Los políticos dicen todo lo que creen por dentro? No. Ni los políticos, ni nadie.

¿Se guarda muchas cosas? Algunas. Sobre todo en lo que respecta a mi mundo personal. En lo otro no me guardo demasiado.

¿En qué momento personal se encuentra? Me siento plena. Estoy dando todo lo que puedo dar de mí, y ésa es una forma de sentirse bien personalmente. Y desde el punto de vista personal, me encuentro en el mejor momento de mi vida.

María Dolores de Cospedal
María Dolores de CospedalDANIEL SÁNCHEZ-ALONSO

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