_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Podemos

Europa anda siempre lamentándose de que, aunque sea un gigante económico, en lo militar es insignificante. Nada más lejos de la realidad. El gasto combinado en defensa de los 27 miembros de la Unión Europea es el segundo del mundo, nada menos que 200.000 millones de euros. Esa cantidad representa la mitad del gasto de la hiperpotencia estadounidense, pero tres veces más que el de China y hasta cuatro veces el de Rusia. De hecho, los miembros de la UE mantienen aproximadamente dos millones de soldados en activo, una cantidad incluso superior a la de Estados Unidos. Por tanto, aunque los europeos tiendan a agachar la cabeza frente a Washington, Moscú o Pekín y resignarse a ejercer su supuesto "poder blando", esta actitud no está justificada. Como prueban los casi 23.000 soldados que los Estados miembros de la Unión Europea tienen desplegados en Afganistán, pese al tópico, Europa no es ni mucho menos una potencia meramente civil.

Se malgasta gran cantidad de recursos en ejércitos que no han digerido el fin de la guerra fría
Los avances han sido tan tímidos que la llamada "Europa de la defensa" no termina de arrancar

Otra cosa es que esa enorme cantidad de recursos se malgaste en unos ejércitos que todavía no han digerido el fin de la guerra fría o en costosísimos programas de armamento que no se coordinan entre sí. Los europeos mantenemos en activo unos 10.000 tanques y 2.500 aviones de combate que de poco sirven frente al tipo de crisis con el que generalmente nos vamos a encontrar. Cada vez que surge una crisis internacional, los Estados miembros miran a otro lado y se confiesan incapaces de encontrar, entre esos dos millones de soldados, unos cuantos miles que desplegar, por no hablar de la escasez endémica de aviones de transporte o helicópteros, absolutamente cruciales para poder desplazarse al terreno y garantizar el éxito de las misiones una vez allí.

La buena noticia es que, por una vez, algo relacionado con la integración europea no requiere un gran ejercicio de audacia, sino un mínimo sentido común y algunas decisiones prácticas. A veces se plantea la defensa europea como un gran e imposible sueño, como si fuera el último escalón de una construcción política que no termina de llegar. Se da por hecho así que Europa necesita un gran ejército y que la construcción europea requiere que los jóvenes luchen y mueran baja bandera europea, como una nación en armas. Pero Europa no es un Estado-nación, tampoco aspira a ser un super-Estado, ni desea forjar un demos sobre la (dudosa) épica de la guerra, por lo que no necesita un ejército europeo que sustituya a los ejércitos nacionales, sino una mínima fuerza que poner al servicio de la paz y la seguridad internacionales. Por ello, ni siquiera se trata de gastar más, sino de gastar mejor, y de hacerlo coordinadamente.

Afortunadamente, Europa está en paz, y su defensa está adecuadamente asegurada por los ejércitos nacionales y por la OTAN. Es el resto del mundo el que no está en paz. En el mundo del siglo XXI, las amenazas han cambiado de cariz y la guerra, como la conocimos en el siglo XX, prácticamente ha desaparecido. Por eso, en lugar de librar batallas convencionales o defender el territorio patrio o de los aliados, los ejércitos tendrán, cada vez más, que gestionar crisis que se desarrollarán fuera de nuestras fronteras. Todo ello requiere un nuevo tipo de fuerzas armadas, móviles y eficaces, y una nueva mentalidad, donde lo civil y lo militar se integren desde el principio hasta el final, donde militares, cooperantes, administradores civiles, jueces y policías intervengan coordinadamente para apoyar Estados frágiles, reconstruir zonas que han sufrido catástrofes naturales o acompañar procesos de paz.

Lo sorprendente es que pese a la experiencia de impotencia en la antigua Yugoslavia, los fracasos de la comunidad internacional en Somalia o Darfur o las lecciones de Afganistán o Irak, los avances en esta materia han sido excesivamente tímidos, de tal manera que la llamada "Europa de la defensa" no termina de arrancar.

Entre sus muchos objetivos, Sarkozy se ha propuesto revitalizar la defensa europea. El problema es que para ello necesita el concurso de Reino Unido, imprescindible si se quiere lograr una Europa de la defensa. Paradójicamente, ahora que en Francia hay un presidente plenamente comprometido con este tema, Londres mira hacia otro lado dejando en evidencia que un Gordon Brown tan debilitado internamente difícilmente dará pasos en este sentido. Y, como de costumbre, mientras nos ponemos de acuerdo en los detalles, el mundo sigue desordenándose.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_