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Entrevista:ALEXIS SINDUHIJE | ENTREVISTA

"Si muero ahora, no será por accidente"

Gabriela Cañas

Burundi es uno de los países más pobres del mundo. Situado en la conflictiva zona de los Grandes Lagos (junto al Congo y Ruanda), tiene una extensión similar a la de Galicia y 8,5 millones de habitantes. Allí vive Alexis Sinduhije con su madre. Su primera esposa con los cinco hijos de ambos vive asilada en Holanda. Su segunda esposa, una francesa de Médicos sin Fronteras, habita en Francia con su hijo pequeño. "Si yo tuviera un país normal no tendría que luchar por cosas tan elementales como la de poder estar con mi familia", explica en el modesto apartamento de Toulouse donde se produce esta entrevista. Pero no lo dice como un lamento desesperado. En realidad, Alexis Sinduhije no cuenta nada de forma dramática, a pesar de la tragedia que encierran sus vivencias. Lo hace casi de forma pedagógica, para que sus interlocutores comprendamos cabalmente la situación de su país y la batalla de su vida.

Cuando el fotógrafo le pide que le mire de frente, con una posición que le sea natural, Alexis Sinduhije apoya sus manos sobre las caderas y mira directamente al objetivo. Su gesto no es altanero, pero refleja aplomo, franqueza y determinación. "Así es como miro a los policías en mi país. Deben notar que no les tienes miedo, que te sientes seguro de ti mismo".

La búsqueda de la verdad ha puesto en riesgo su vida permanentemente, pero él parece decidido a hurgar en las heridas para tratar de sanarlas. Niega que el pecado original de su país sea el enfrentamiento entre hutus y tutsis, y para demostrarlo ha puesto a trabajar codo a codo a excombatientes de ambos lados. Él mismo, un tutsi, ha adoptado a un huérfano hutu. Las autoridades han cerrado varias veces su emisora, ha recibido amenazas que le han obligado a huir muchas veces y gran parte de sus amigos han perdido la vida. El periodismo, dijo en diciembre, ya no es una herramienta suficiente. Ha dejado su oficio y su emisora y desde entonces intenta asaltar el poder. Ha fundado un partido político y prepara su candidatura para 2010.

Ha vivido usted situaciones peligrosas y violentas y ahora se mete en esta aventura aún más complicada. ¿No tiene usted miedo? Supongo que cuando tenga 50 o 60 años miraré para atrás y me preguntaré por qué hice las cosas que hice [se ríe]. Entonces tendré miedo. Pero ahora estoy ahí dentro, y no, no tengo miedo. Además, el miedo es el que legitima las dictaduras. Así fue con Franco en España.

Cuando Alexis Sinduhije era pequeño, en su país se hablaba mucho y mal de Francisco Franco. "Mostrándonos lo malo que era, creía nuestra propia dictadura que lavaba su imagen", comenta con sorna, "cuando eran la misma cosa". Pero las realidades no admiten comparaciones. Mientras la democracia y la prosperidad se instalaban en España, en Burundi se vivían golpes de Estado, masacres masivas, violaciones sistemáticas de niñas y guerras sin cuartel. Entre 1994 y 2000 se registraron 300.000 muertos.

El 13% de la población de Burundi es tutsi, la etnia tradicionalmente poderosa y dominante. Usted es tutsi, tiene una carrera? Sí, pero era pobre y vivía en un barrio muy pobre, de mayoría hutu, congoleño y extranjero. Y soy hijo de un padre que nunca estudió (era cocinero en el Ejército) y de una madre que no fue a la escuela. A su vez, mis padres provenían de familias pobres. Mi madre fue abandonada por su madre porque era ya la octava de las hijas. Según nuestra tradición, cuando una madre alumbra a una niña como primer vástago, el marido adquiere de forma automática el derecho a tomar una segunda mujer. La segunda mujer de mi abuelo hizo muchos hijos varones, así que cuando mi abuela tuvo a la octava niña decidió dejar de competir y se marchó.

Yo creía que al ser usted tutsi pertenecería a esa clase dominante. Ése es un error total muy habitual en Europa. Los tutsis no son todos ricos. Es verdad que fueron los que tomaron el poder en 1966, dirigieron el país y mataron a muchos hutus en 1972, pero ello no quiere decir que todos los tutsis sean de una manera y los hutus de otra.

De hecho, los informes que maneja la Comisión Europea ya no hablan de enfrentamientos entre etnias, sino de pobreza y corrupción. Nuestro problema es de acumulación de pobreza que no tiene respuesta. Las élites no tienen una respuesta para esta cuestión. Es que ni siquiera se dedican a pensar en ello para buscar respuestas. El poder en Burundi ha estado siempre en manos de clanes, sean hutus o sean tutsis. Ésa es la lógica del poder en mi país. De modo que no se puede buscar a los malos sólo entre los tutsis o entre los hutus.

Pero tampoco se puede negar que hay enfrentamiento entre las dos etnias? Ésa es la imagen que proyectamos al exterior. El drama de Burundi es que simplificamos el enfrentamiento haciendo ver que es un grupo contra otro de manera que las víctimas sean anónimas y los verdugos también. No importa la identidad, no importan los nombres de los criminales. Eso es lo peligroso y es la lectura que se hace desde el exterior. Se tilda a unos de buenos y a otros de malos y ya está. Es una simplificación absurda y peligrosa. No todos los alemanes fueron malos.

¿Cómo fue su infancia? Mi madre es una mujer muy inteligente. Se dedicaba al comercio de comestibles y fue ella la que hizo todo lo posible por mejorar nuestro bienestar. Mi padre tiene dos mujeres y yo hago el número octavo de los hijos.

¿En qué condiciones vivían ustedes? ¿Tenían agua corriente, electricidad? No. Tampoco había electricidad. Yo he crecido en una casa de dos habitaciones: la de mis padres, la de los hermanos, y las seis hermanas en el salón. Pero debo decir que nunca pasé hambre, dado el trabajo de mi madre. Con el tiempo construí una casa para mi familia con agua y electricidad que fue destruida durante la guerra.

¿Quién la destruyó? Aquello fue curioso. Una noche, en 1993, me esperaban mis amigos hutus del barrio cuando volvía yo de trabajar. Me dijeron que tenía que abandonar el barrio porque no estaban dispuestos a encontrarse mi cadáver cualquier día en la calle. Me marché, pero mi casa quedó allí vacía, pero entera. Fueron después las milicias tutsis las que la destruyeron. La mayor parte de aquellos amigos míos están ahora muertos.

Estábamos con su infancia? Cuando tenía ocho años me negué a formar parte de los pioneros, que era como el primer paso de los niños antes de entrar en el entonces partido único. Mi padre se pasó una semana pegándome.

¿Por qué lo aceptó tan mal? Mi padre era, simplemente, alguien autoritario, y yo nunca acepté las órdenes, ni de él ni de nadie.

¿Estudiaron todos sus hermanos? Cinco de mis hermanos prácticamente no han estudiado nada. Dos tenemos diploma universitario (mi hermano y yo, que ya ha muerto) y mi hermana pequeña ha hecho estudios técnicos. En mi época no era fácil estudiar y había limitaciones para los hutus. No podían estudiar ni Derecho ni Economía. Periodismo, sí. Comprendo que no es un oficio muy deseable [se ríe].

¿Estudiar es allí un privilegio? Sí, claro. Nosotros hemos estudiado gracias a mi madre, que ha pagado nuestros estudios. Prefería ahorrar en otras cosas. En Burundi hay pocas escuelas y hay chavales que deben recorrer 50 o 100 kilómetros para acudir a clase. Nosotros teníamos más suerte porque vivíamos en Bujumbura [la capital del país] y mi madre tenía esa determinación. Siempre consideré que fracasar en los estudios habría sido un crimen para con ella.

Después de terminar la carrera fundó usted una revista, ?La Semana de Burundi?. Creaba cosas todo el tiempo. Cuando estaba haciendo la carrera ya era periodista en la Radio Nacional, como presentador y reportero. En 1992 comenzaron los partidos políticos en Burundi y empezaron su andadura los periódicos partidistas. Hacía falta crear un medio escrito por periodistas que diera información y no análisis de partido. Conseguimos fichar a nuestro antiguo profesor de periodismo, aunque no teníamos dinero. Fui el primero en difundir el riesgo de la muerte de Melchior Ndadaye [primer jefe de Estado hutu de la historia del país]. Fui el primero en decir que iba a ser asesinado antes del golpe de Estado de octubre de 1993.

Así que ya entonces supongo que empezó a recibir amenazas. Yo he recibido amenazas todo el tiempo. Han sido constantes, desde el poder, desde 1993, cuando empecé a informar sobre el compló contra Ndadaye y cuando empiezo a publicar las informaciones sobre las masacres de hutus. Porque uno de los dramas de mi país es que cuando entramos en la guerra, los hutus mataron a muchos tutsis, y desde entonces, los tutsis han impuesto un black outa las masacres de los hutus. Yo investigué y publiqué un reportaje sobre la masacre de hutus enterrados en fosas comunes por los militares. Fueron miles y miles. Y fue entonces cuando empecé a tener muchos problemas.

Fue en esta época en la que Alexis Sinduhije empezó a adquirir la dimensión internacional que ahora tiene. Rechazó enrolarse en el periodismo del Partido Único y empezó a trabajar como periodista para la agencia Reuters. Una ONG americana, Search for Common Ground, fundó la radio africana Ijambo, y es ahí donde los corresponsales de guerra de la BBC descubren al periodista burundés. Un año después obtuvo una beca para Harvard, y allí, esta simpatía que derrocha con nosotros en Toulouse es la que le sirve para convencer a la Fundación Ford de que le haga una donación de 150.000 dólares con la que fundar la Radio Pública Africana. En 2004 recibe el Premio a la Libertad de Expresión de la Comisión para la Protección de los Periodistas, una de las pocas organizaciones que siguen la actualidad de Burundi y denuncian los ataques que sufren los periodistas.

¿Dónde se escondía cuando tenía que huir? En Ruanda. Siempre en Ruanda. Pero el hecho de trabajar para Reuters y para los americanos me había convertido en alguien conocido a nivel internacional y eso me hacía sentirme un poco protegido. Adoro América y su forma de ser tan generosa, de dar oportunidades.

¿No ha sentido ese mismo apoyo desde Europa? La verdad es que no he tenido tantos contactos con Europa. No sé por qué. Soy francófono. Pero apenas he tenido contacto con Francia. Con Bélgica, aún menos [Burundi fue una colonia de Alemania, primero, y de Bélgica, después]. Sí que he tenido mucho contacto con Holanda, con periodistas que me han apoyado mucho. En todo caso, la responsabilidad de África es de los africanos. A mí no me gusta Sarkozy, pero estoy de acuerdo con eso que dice de que los africanos no aman la aventura y no corren riesgos. Él nos insulta, sí, pero el insulto es correcto.

¿Se puede decir que el proyecto de su vida es la Radio Pública Africana, fundada en el año 2001 y con excombatientes de ambos lados? Todo está entrelazado. Fue muy importante, porque la idea era fundar una radio que cambiase toda la manera de mirar las cosas. Mi obsesión era dar la palabra a los que no tenían voz, y queríamos hablar del problema de la justicia, de las expropiaciones; buscar la verdad. He saboreado especialmente las pequeñas victorias logradas cuando se le han devuelto las tierras a gente mayor a la se le expropió por la fuerza. Una de las cosas de las que me siento más satisfecho es la investigación sobre el asesinato del último rey de Burundi, Ntare V, en 1966, y la relación existente entre el asesinato y el genocidio que los tutsis prepararon y ejecutaron contra los hutus. Hasta hoy, ni siquiera los hutus han reparado en ello. ¿Por qué? La excusa fácil en mi país es que, como unos mataron a los otros, estos otros tienen derecho a matar a los unos. Hay que buscar a los culpables e identificar a las víctimas. Son los verdugos de una parte y de la otra los que quieren imponernos su ley.

¿Es por todo ello por lo que se empeña en hacer trabajar juntos a tutsis y hutus? Sí, porque mi obsesión ha sido siempre tener y ofrecer información.

¿Y nunca ha habido problema entre ellos? No, nunca. Y, además, no eran periodistas y ahora son muy buenos. Han generado redes de información en sus respectivos entornos. Por eso hemos manejado muy buena información de ambos lados y por eso sé exactamente quién ordenó tal asesinato o tal otro. Y le aseguro que es la gente que está hoy en el poder.

La Radio Pública Africana que dirigió Alexis Sinduhije hasta diciembre del pasado año es conocida en Burundi como la radio del pueblo, porque ha terminado con el aislamiento de la gente del campo. Los sucesivos Gobiernos la han acosado e incluso cerrado sus emisiones varias veces. Le acusan de incitar a la violencia y trabajar para la oposición.

Adoptó usted a un niño hutu. ¿Lo hizo también para dar ejemplo con su propia vida? La verdad es que no tenía en la cabeza hacer algo ejemplar. Acogí a un niño que estaba en condiciones dramáticas. No sabía si era hutu, y, de hecho, es una mezcla. Lo acogí sólo para cuidarlo.

¿Cómo lo conoció? Estaba haciendo un reportaje, en 1995, y el niño estaba en un hospital, a punto de morir. Lo cuidé y luego ya sentí que era mío y que yo le podía dar una oportunidad. Ahora tiene 17 años y vive en Holanda con mi primera mujer, a la que visito a menudo.

Aquí en Toulouse vive su actual esposa. Tiene usted una vida muy complicada. Ciertamente, pero eso también me facilita mi tarea. Me gustaría tener allí a mi familia, pero hay mucha inseguridad.

En diciembre del año pasado decidió usted abandonar el periodismo y fundar el Movimiento por la Seguridad y la Democracia. ¿Cree que el periodismo ya no es suficiente para lograr el cambio en su país? Es que en mi país la política es el poder. La política decide todo. Decide incluso el poder de los medios. Por tanto, es necesario que deje el periodismo e intente otra forma de ejercer el poder. Porque los burundeses necesitan saber. Hay cientos de miles de burundeses que han perdido a familiares, que están en fosas comunes, que no saben nada. Deben saber dónde están enterrados. Hutus y tutsis. Hay que saber quiénes fueron los asesinos y los que fueros asesinados. Porque todos tienen derecho a una identidad. Tendríamos que empezar por ahí, sobre una base real, reconocer nuestros errores y asumir responsabilidades. Tenemos, además, que invertir en el sector productivo, y para ello es necesario poner freno al tren de vida del Estado. Que los gobernantes dejen de vivir como si fueran ricos europeos. Debemos rehacer una fiscalidad responsable. En Burundi, los salarios más altos, que no pagan impuestos, representan 83 millones de dólares, cuando sólo necesitaríamos 72 millones de dólares para la salud gratuita de nuestra población. Ahí tiene usted el desequilibrio de nuestros indicadores.

En Burundi hay formalmente democracia (en la que hutus y tutsis se reparten disciplinadamente el poder). Las últimas elecciones generales tuvieron lugar en 2005, y en septiembre de 2006 hubo un acuerdo de paz con los rebeldes del Palipehutu-FNL, pero el actual presidente, Pierre Nkurunziza, ha hecho una purga de sus adversarios que ha paralizado el Parlamento, y en marzo pasado, tres granadas cayeron en los domicilios de diputados que habían denunciado la situación al secretario general de la ONU Ban Ki-Moon. ?Es una pena. Burundi podría aprovechar la pacificación del entorno para prosperar. Además es un país muy fértil. Pero los burundeses no se ponen de acuerdo ni en lo más básico?, explica desde Bruselas un experto en la zona.

¿No actúa la justicia en su país? La justicia no existe en Burundi. Nadie asume su responsabilidad en Burundi. Los jueces cumplen las órdenes de los políticos, y lo que debe ocurrir en mi país es que ese tipo de jueces no sólo deben ser inhabilitados. Tampoco deben trabajar nunca más para el Estado. Tan simple como eso. Nosotros queremos introducir la responsabilidad y para ello tenemos que reformar el Estado.

He visto que el presupuesto del Gobierno en Defensa es desproporcionado, ¡nada menos que el 23% del total! Representa el 55% del presupuesto total del Estado. Pero le doy otro ejemplo: el IVA, que nosotros llamamos tasa de transacción. El año pasado recaudamos 21 millones de dólares por este concepto, lo que arroja unos pocos céntimos al mes por cada ciudadano. Es imposible. Se ha robado el 80% o el 90% del IVA.

Usted sabe que concurrir a las elecciones aumenta su riesgo. ¿Tiene guardaespaldas? ¿Cómo se mueve en su país? No tengo guardaespaldas, pero parece que los tuviera. Cuando voy por la calle siempre hay personas que me acompañan y que parecen guardaespaldas.

¿Son amigos, gente que apoya su candidatura? Mire, yo no tengo miedo. Sé que si muero ahora, el Gobierno de mi país tendrá enormes problemas. Porque además del apoyo de la comunidad internacional hay un gran apoyo interior a nuestro movimiento. A lo que sí tengo miedo es a que maten a nuestros militantes.

¿Nunca ha visto peligrar realmente su vida? Hasta ahora, no. Si muero ahora, desde luego, no va a ser por accidente. Sería una sorpresa [se ríe]. Sí he sufrido la persecución y la humillación.

¿Quizá respetan más a gente como usted, intelectuales, periodistas? No, en absoluto. Además, no existe el humanismo en mi país. Las élites no tienen esa dimensión. No tenemos ese humanismo que ha generado la Europa de hoy. Nuestro problema es que a los que hemos ido a la escuela no se nos ha enseñado que los más débiles son los que mayor protección necesitan. Que los más débiles tienen derecho a la protección, a la libertad, a la capacidad de elegir, a la vida. Que el hombre es el centro de todo. Nosotros no estamos todavía ahí. Y me atrevo a decir que ninguno de los africanos que han ido a la escuela ha comprendido esto todavía. Ése es el problema. En África, el problema es la gente educada, con formación. Ésa es la gente corrupta y que tiene el poder.

Quizá es también que no hay una masa crítica suficiente de gente cultivada para evitar el abuso. Ciertamente. Los que reducen la inversión en educación son los educados. Los que roban el dinero público en vez de comprar libros son también ellos. Han sido mal educados y no asumen su responsabilidad. En Europa los más educados son los que han reflexionado y hecho posible la mejora de la vida de la gente. Aquí no es el caso.

¿Cómo van las cosas para su partido político? Todavía no ha sido registrado porque el poder lo rechaza. Hemos aportado todos los documentos necesarios. El ministro del Interior le ha dicho al vicepresidente que todos nuestros papeles están en orden, pero es el presidente de la República el que impide registrarlo. El poder tiene miedo de perder las elecciones. Pero la comunidad internacional va a presionar. Los burundeses, también. Vamos a intentarlo todo salvo la violencia. Y eso, a pesar de que el riesgo de que estalle la violencia en mi país es muy elevado porque hay una clara deriva hacia una nueva dictadura. El presidente está tomando decisiones increíbles. Acaba de detener a 22 parlamentarios y ha utilizado el Tribunal Constitucional para ello.

¿Hay riesgo real de no poder presentar su candidatura? Tenemos muchos mecanismos a explorar. Puedo utilizar el partido en la clandestinidad o presentarme como candidato independiente.

¿Tiene esperanzas en el porvenir de Burundi? Sí, estoy preocupado, pero tengo esperanzas. Nunca las he perdido. Me inquieta la actitud de la comunidad internacional, que no quiere mirar, que no quiere ver que vamos hacia una nueva dictadura.

La poca prensa internacional que se ha interesado por usted le considera un héroe. Ja, ja. No soy un héroe. No estoy muerto todavía. Me cuesta mucho hablar de mí mismo. Creo que lo que he hecho en la radio es algo muy atrevido y que ha inspirado a la sociedad profundamente. Creo que hemos cambiado la forma de ver las cosas gracias a la radio. Si la radio continúa, Burundi cambiará aún más todavía. Si los medios siguen trabajando, habrá cambios positivos en mi país; más libertad.

¿Cree usted que no hay democracia real? Es el problema de Burundi y de la región de los Grandes Lagos y de ahí derivan los problemas de violencia, de inseguridad y de genocidio. En estos tres países ha habido elecciones, pero no hay democracia real. De eso estoy seguro. En Burundi tenemos ahora la oportunidad de cambiar las cosas. Y si tenemos éxito en Burundi, entonces los ciudadanos de otros van a preguntarse por qué no lo van a lograr ellos también.

¿Para qué sirven sus viajes a Estados Unidos o a Europa? Para hacer contactos y contar lo que está pasando en Burundi, que ni siquiera está en el mapamundi. Para intentar que la gente se interese sobre el drama humano que vivimos. Porque el riesgo es que estalle una nueva guerra, y la comunidad internacional, ahora ausente, debe reaccionar. Los que ganaron las elecciones en 2005 quieren gobernar el país como un partido único. Me he comprometido en una aventura muy complicada que ni conozco ni controlo. Pero estoy seguro de que soy más honesto que la gente que se dedica a la política. Por cierto, ¿sabe usted con quién podría contactar en España para que apoyen a mi país?

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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