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Tribuna:TRIBUNA
Tribuna
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Universidades de calidad

Nadie pone en duda que, en un momento de transformación económica de la magnitud del que estamos viviendo, en la denominada economía posindustrial o economía del conocimiento, la disponibilidad de universidades de calidad será un elemento crítico para dibujar un mejor futuro para el conjunto de los ciudadanos. Esta afirmación también se conjuga al revés: una universidad mediocre puede ser un lastre significativo para la economía de un país.

Este debate ya se ha tenido en Europa y, en parte, se ha pasado ya a la acción. Por ejemplo, en Francia se está proponiendo la agrupación de sus grandes écoles a través del proyecto Paris Tech y se acaba de decidir una desgravación muy significativa a las fundaciones sin ánimo de lucro, que será un acicate a la mejora de calidad. En Alemania, se han seleccionado siete grandes universidades para garantizar la existencia de centros de excelencia internacional. El Reino Unido acometió, ya desde los primeros gobiernos de Blair, una reforma muy profunda del sistema de financiación y del gobierno de las universidades. Y podríamos apuntar más ejemplos de otros países.

Universidades públicas o privadas. Lo decisivo no es la titularidad, sino la calidad y la excelencia que aportan para desarrollar una sociedad mejor

En España, y específicamente en Cataluña, el esfuerzo se ha centrado en aumentar de manera significativa los recursos económicos, pasando de 367 millones de euros en 1995 a 698 millones de euros 10 años después. También se han adoptado algunas medidas legislativas, que han tenido hasta el momento un impacto poco llamativo. La práctica totalidad de la mejora presupuestaria, por encima del 95%, ha ido a parar a la universidad pública.

Ahora se lanza la iniciativa de la Asociación Catalana de Universidades Públicas (ACUP) para crear la marca Universitat de Catalunya, que se presenta como el referente de la universidad catalana. Con una característica muy relevante: deja fuera toda la iniciativa de la sociedad civil que no es pública. Entonces, ¿no es parte del sistema universitario el Instituto Químico de Sarrià, con más de cien años de historia y un presente de contribución a nuestra economía y sociedad de primera calidad? ¿No lo son análogamente las ingenierías de La Salle? ¿No ha contribuido al bien colectivo ESADE formando a más de 35.000 empresarios y directivos? Todos ellos son centros de la URL, universidad no pública, fundación civil sin ánimo de lucro. Y qué decir de otros muchos centros, nacidos del esfuerzo de la sociedad civil catalana, que desde sus inicios, sin apoyo público, han realizado tareas meritorias y que hoy continúan contribuyendo con un alto nivel de excelencia.

Esta tradición cívica de cooperación entre lo público y lo privado se reconoce en la enseñanza primaria y secundaria, y también en el ámbito sanitario, cultural..., pero no en el universitario (¡gran sorpresa!), que hoy es uno de los factores críticos para construir nuestro futuro. ¿Por qué se margina de los fondos corrientes a la universidad que no es de titularidad pública? ¿Por qué los alumnos que desean cursar sus estudios en los centros universitarios no públicos quedan marginados, teniendo que pagar la totalidad del coste, cuando en los centros públicos se les ayuda con prácticamente el 80% de su matrícula? ¿Cuáles son las razones reales de esta política que no reconoce públicamente la valiosa aportación de los centros que no son de titularidad pública?

Centros públicos y privados, todos son necesarios. No es la titularidad lo decisivo, sino la calidad y la excelencia que aportan para desarrollar una sociedad mejor. Tengamos valor y diferenciemos por calidad: exijamos una preparación profesional de primera línea y midámosla; exijamos acreditación (pública, internacional, solvente en todo caso) al profesorado para garantizar la calidad académica; exijamos publicaciones científicas relevantes y transferencia de conocimiento al sector empresarial; exijamos calidad, pero no marginemos según sea la titularidad, cuando en todos los países que están en vanguardia no lo están haciendo. Este país necesita lo mejor, sea público o privado.

Carlos Losada es director general de ESADE.

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