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Crítica:LA MAR DE MÚSICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una noche poco canalla

Fue una Ute Lemper poco canalla la de Cartagena. Mucho menos provocadora que cuando bajaba al patio de butacas y podía sentarse en las rodillas de algún señor trajeado. Viaja con Stella, Julian y Max, sus tres hijos, y una niñera. Es lo que tienen estas giras veraniegas para las artistas que son mamás.

La noche anterior había actuado en Milán y sus primeras palabras fueron en italiano. Hasta que cayó en la cuenta de que estaba en otra orilla del Mediterráneo. Le pasa a más de un artista, que anda cambiando de país con la velocidad en que unos turistas recorrían Europa en el viaje organizado de la película Si hoy es martes, esto es Bélgica.

La Mar de Músicas está dedicado este año a Francia. Perfecto. Ute Lemper siente adoración por la cultura francesa. Así que se puso manos a la obra: Rue Pigalle y L'accordéoniste. O sea, Piaf. Sin olvidar Milord ("Usted no me ha visto nunca, milord, no soy más que una chica del puerto, una sombra de la calle"), que Moustaki escribió para La Môme. De Brel se trajo Je ne sais pas. Canciones todas con un fuerte elemento visual. Mientras cantaba La mémoire de la mer, de Léo Ferré, ese hombre que, según ella, expresaba la canción francesa como nadie en su tristeza y su existencialismo, las gaviotas sobrevolaban el auditorio irremediablemente atraídas por la luz de los focos.

Ute Lemper

Ute Lemper (voz), Vana Gierig (piano), Mark Lambert (guitarra), Don Falzone (bajo) y Todd Turkisher (batería). Cartagena 10 de julio.

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La alemana hace suyas esas canciones. Sabe ser todos sin dejar de ser ella. Más que cabaré berlinés, fue neoyorquino y hasta elegantemente pop. Aunque también convocó a los fantasmas del Berlín de entreguerras: comparecieron Lola -con su boa roja anudada al cuello y cruzando provocadoramente sus largas piernas en un taburete alto- y Mackie el Navaja. Para el bis deslizó un abrigo negro sobre el ajustado vestido del mismo color, se puso un bombín y silbó melodías de la Ópera de los cuatro cuartos acompañada por el público. A Ute Lemper le encanta improvisar y la aventura de no saber qué va a pasar.

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