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Cumbre de los países ricos en Japón

El G-8 promete reducir emisiones de CO2

Los países más ricos recortarán a la mitad los gases contaminantes para 2050 - Las potencias advierten que las naciones emergentes deben participar en el esfuerzo

Fernando Gualdoni

Los ocho países más ricos acordaron ayer rebajar en "al menos" un 50% las emisiones de gases contaminantes para 2050 para intentar poner freno al calentamiento global. El G-8 quiere que el acuerdo involucre a los 200 Estados presentes en las negociaciones sobre el cambio climático, que comenzaron en la cumbre de Bali de 2007, auspiciada por Naciones Unidas.

Esto supone que los países desarrollados esperan que China e India se impliquen de lleno en la reducción de emisiones y que ese compromiso quede sellado hoy, cuando los dirigentes de ambas potencias emergentes se reúnan con el G-8. A cambio, los ricos darán a esos países tecnología y fondos para ser más verdes.

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Como anfitrión de la cumbre de Toyako, el Gobierno japonés estaba muy interesado en que se produjera este acuerdo para superar al de la anterior cumbre en Alemania, donde los dirigentes sólo "consideraron seriamente" el recorte a la mitad de las emisiones.

Fue también un punto para la canciller alemana, Angela Merkel, que, según un diplomático de la UE, presionó a George Bush lo suficiente como para que éste accediera a fijar una meta. Hubo dos puntos de encuentro clave en el debate, según la misma fuente. Uno, que cada dirigente se comprometió a avanzar a escala nacional en la lucha contra el cambio climático. Dos, que el acuerdo será inútil si sólo las economías desarrolladas lo cumplen.

En una rueda de prensa celebrada por la tarde, se le pidió al director para Asuntos Internacionales del Ministerio de Exteriores japonés, Koji Tsuruoka, que se la jugara: ¿el acuerdo es un hito o un paso más en la batalla? El funcionario optó por ser cauteloso: "Es un gran avance y estábamos necesitados de un gran avance".

Para la delegación europea, lo trascendente del pacto es que allana el camino para las negociaciones sobre cambio climático que comenzaron en la isla indonesia de Bali en diciembre de 2007, y que deben concluir a finales de 2009 en Copenhague. El tratado que surja de esa cumbre reemplazará al Protocolo de Kioto, que expira en 2012.

Bajo el acuerdo de Kioto, los países industrializados -menos EE UU, que no lo ratificó- se comprometieron a cumplir lo que los científicos demandaban, es decir, a reducir las emisiones entre un 25% y un 40% para 2020, sobre la base de los gases contaminantes registrados en 1990. Ayer no quedó claro qué base utilizará el G-8 para su recorte del 50%. Cuando presentó el acuerdo, el primer ministro japonés, Yasuo Fukuda, dijo que se aplicarían sobre las registradas en 1990. Más tarde, Fukuda rectificó y declaró que entendía que la reducción partiría de "los actuales niveles".

Por último, un portavoz del Gobierno japonés informó de que no se había discutido una base para calcular el recorte de las emisiones, por eso se hablaba de "al menos" el 50%.

La confusión y los desmentidos sólo hicieron más patentes las divergencias que hubo y que persisten en el debate del G-8 sobre cambio climático. Los negociadores estuvieron hasta la madrugada de ayer apurando el texto definitivo para que los dirigentes lo aprobaran al mediodía.

Aparte de que no hay base para cuantificar el porcentaje de reducción, el texto recoge las diferencias entre los países para aplicar las metas del recorte de emisiones a medio y largo plazo. EE UU y Canadá van con bastante retraso con respecto a Reino Unido, Francia o Alemania. Un delegado estadounidense comentó ayer en los pasillos del Centro de Convenciones de Toyako que para Washington el acuerdo suponía un "avance sustancial" en la carrera por rebajar la emisión de gases de efecto invernadero. Los países del G-8 aún son responsables del 40% de las emisiones de CO2 a pesar de que sólo albergan al 13% de la población mundial.

A las ONG el anuncio les ha sabido a muy poco. La mayoría señala dos puntos negros que vistos desde lejos de cualquier militancia son reales. En primer lugar, el éxito depende de que las grandes economías emergentes como India, China y también Brasil lo respalden. Se espera que lo hagan, pero no está tan claro en qué términos. Ayer, Fukuda dio a entender que se iba a ejercer sobre ellos toda la presión posible para convencerlos. Después de todo, el G-8 había dado el primer paso, que es siempre el más difícil. En segundo lugar, el texto falla a la hora de ser más concreto en las metas de cumplimiento a medio plazo.

"A largo plazo estaremos todos muertos", es la célebre frase del economista John Maynard Keynes, y a las ONG bien les vale para hablar de cambio climático. Para ellos, 2050 es demasiado tarde y es un plazo que permite a EE UU posponer sus obligaciones con la Tierra. Daniel Mitler, consejero político de Greenpeace, dijo que el G-8 no podía discutir metas a tan largo plazo mientras "los polos se derriten". Para esta ONG, los países industrializados deberían rebajar en un 30% sus emisiones para 2020 y entre el 80% y el 90% para 2050, sobre la base de los niveles de 1990.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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