Seis ruinas con cuernos
La fiesta de los toros está en sus momentos más bajos. Así se evidenció a través de los seis toros del Conde de la Corte que fueron seis ruinas con cuernos. De poco servía que tuvieran garrochas enormes en sus cabezas. Era pura fachada. Carne para el matadero. Un fraude astado. En las corridas como la de ayer, la fiesta brava (es un decir) muere por sí misma. No hace falta que vengan los ecologistas y otros detractores para derrumbarla con razones más o menos emocionales y humanas. Los seis bueyes de carreta de la tarde de ayer emularon al buey Apis.
Los toreros se comportaron como comparsas de luces de un fraude inmenso. Miguel Abellán en su primero se mostró inexperto y falto de recursos. En su segundo, mejoró algo. Dejó algunos derechazos largos, ceñidos, ligados. Puso voluntad y poco más.
Corte / Abellán, Marco, Marín
Toros del Conde de la Corte, pura bazofia.
Miguel Abellán: tres pinchazos, media atravesada y descabello (silencio); pinchazo y estocada caída (silencio).
Francisco Marco: pinchazo y estocada corta (aplausos); dos pinchazos y descabello (palmitas).
Serafín Marín: media estocada, descabello -aviso- y dos descabellos (silencio); tres pinchazos y descabello (silencio).
Plaza de toros de Pamplona, 7 de julio. 3ª de abono. Lleno.
En el primer toro de Francisco Marco tuvo él la culpa por dejar que el piquero le endilgara una vara muy dura. El toro quedó sin poder embestir por ninguno de los dos pitones. Valoramos la voluntad sin paliativos del diestro que se fue a porta gayola para recibir a su segundo. Luego instrumentó otra larga cambiada. La voluntad se llamó Francisco Marco. Esa es la verdad. No se podía ofrecer más ante aquella media tonelada de carne amorfa. Desarrolló un valor que estaba muy lejos de merecer aquel oponente en negro.
Lo poco destacable del festejo vino de la mano o de la inteligencia de Serafín Marín. Como viera que los toros primero y segundo anteriores en la pequeña distancia no tenían un pase, lo que hizo fue citar a su primer toro a mucha distancia. Con ello consiguió que, al menos, el toro tomara los dos primeros pases como por inercia. De tal suerte que pudo robarle los pocos pases que el toro tenía dentro o que le venían de los ecos de la dehesa. En su segundo toro, aunque intentó también citar de lejos no consiguió efectos productivos.
Ciertamente, como diría Baltasar Gracián, la verdad es de pocos y el engaño es tan común como vulgar. Así vemos nosotros el encierro que figuraba a nombre del Conde de la Corte, muchos años atrás fue una ganadería de alto prestigio y suma calidad como ganado bravo. Pasan los años y esa ganadería, por lo menos, según lo que vimos ayer, ha conseguido el puesto más ínfimo en el escalafón de criadores de reses bravas. Aquellos toros harían llorar a un ojo de cristal.
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