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Entrevista:TALENTOS QUE ARRIESGAN

Chocolateros renacidos

Los empleados reflotan Chocolates de Navarra

El ruido de las máquinas, protagonistas de un proceso que tiene mucho de artesanal, es ensordecedor: mezcladora, prensadora, cinta transportadora... Cada uno de los operarios que, en la fábrica de Chocolates de Navarra (en Pamplona), atienden los ingenios ha de hacerlo con sus correspondientes protecciones para los oídos. Imposible hablar allí. Hay que subir a las oficinas, justo encima.

Jesús María Sánchez Montaner y Javier Blázquez, dos de los trabajadores-empresarios de la firma, hablan de ella. Y tiene una particular historia que arranca a comienzos de los años cincuenta del pasado siglo, cuando abrió en Pamplona una fábrica de chocolate llamada Compañía Navarra de Alimentación (CNA). De sus instalaciones salían 7.000 kilos diarios que se repartían por España bajo las nominaciones Pedro Mayo y Orbea. La primera, una marca fundada en los años setenta del siglo XIX, era el chocolate de hacer para los días de fiesta. CNA comercializó estas tabletas hasta su disolución y el nacimiento de la sociedad anónima laboral Chocolates de Navarra, gestada y gestionada por antiguos trabajadores de CNA.

Según Jesús María, que hace las veces de gerente de la compañía, "para lograrlo, a las seis de la mañana todo el mundo está en su puesto. No hay más remedio, es el precio que hemos de pagar para devolver los créditos solicitados: unos 120.000 euros".

Sentado en su despacho, hasta donde llega el delicioso dulzor de las tabletas que, en ese preciso momento, se moldean en la planta de abajo, Montaner explica que el fin del pasado "y el principio del presente hay que buscarlo en 1990. Entonces CNA era propiedad de Chocolates Asturianos, propiedad, a su vez, del grupo sevillano Maura". Eran los años del frenesí pre-92, cuando "se hicieron una serie de inversiones para la Expo de Sevilla, la cosa no fue bien... y la compañía acabó descapitalizada", explica Sánchez Montaner. Así, de facturar 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros), se pasó a no tener dinero ni para el teléfono. "Al final, lo pagamos los 17 trabajadores. En 1992 se echó el cierre y acabamos en la calle. Fin de fiesta".

Conocedor del negocio del chocolate, en el que lleva trabajando desde los 17 años, Jesús María vio acercarse los nubarrones: "El cierre se veía venir. Y llevábamos un par de años preparándonos". Así, sin que hubiera transcurrido un año de la liquidación de Chocolates Asturianos, algunos de los antiguos trabajadores de CNA ya habían capitalizado el paro. "Entre todos reunimos unos 10 millones de pesetas", recuerda. Con ellos y seis millones más de créditos, adquirieron la maquinaria, que "ganamos en una subasta de bienes de nuestra anterior empresa, embargados por la Seguridad Social"; pagaron permisos y comenzaron a trabajar "muy precariamente".

Lejos queda aquel volver a empezar. Desde entonces, los trabajadores/socios/propietarios tratan de recuperar el mercado perdido, "principalmente en las grandes superficies", y ahora lo están consiguiendo. "El local en el que estábamos se nos quedó pequeño a los tres años y, con algunas ayudas del Gobierno de Navarra, más algún otro préstamo de las cajas de ahorros, pudimos trasladarnos a esta nave, más grande". A partir de ahí la firma dio un nuevo paso: diversificar productos. "Incluimos en nuestro catálogo chocolates con almendras y pasas; sabores de frutas; incluso sacamos la gama Leyre, enfocada hacia las tiendas delicatessen", explica Jesús María.

Javier Blázquez y Jesús María Sánchez Montaner, empleados y empresarios de la firma pamplonica.
Javier Blázquez y Jesús María Sánchez Montaner, empleados y empresarios de la firma pamplonica.

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