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Reportaje:

Un campus sólo para el Sur

Jóvenes investigadores africanos e hispanos proponen soluciones a problemas comunes sin la intervención de Europa o Estados Unidos

Seis jóvenes investigadores seleccionados entre los mejores de África y Latinoamérica aceptaron el reto planteado por EL PAÍS para dialogar de sur a sur sobre la imagen que tienen del otro continente y las soluciones que pueden aplicarse. La corrupción política, el intercambio de tecnología o cómo solventar con ingenio la escasez de presupuesto para la ciencia fueron algunas de las materias abordadas en el marco del Campus de Excelencia, el foro anual que congrega en Canarias a una decena de premios Nobel y científicos que evaluarán los proyectos presentados por los mejores expedientes académicos de Europa, América y África.

Hablan inglés, pero también les une la rebeldía, el inconformismo con el actual statu quo, la solidaridad, la reivindicación de que la explotación de los recursos naturales les repercuta en una vida mejor y el rechazo a la ayuda occidental, tal cual está planteada. "Lo que nos llega de África a través de los medios es la imagen de un territorio con enormes problemas de salud y divisiones internas", empieza César Pérez, de 27 años, experto colombiano en desarrollo de nuevos materiales. "Sí, es la imagen de gente sufriendo, a pesar de que en mi país hay zonas donde se vive mucho peor y de la que nadie informa", añade la ingeniera en biomateriales Christiane Davi, de Brasil.

Hablan inglés, pero también les une la rebeldía, el inconformismo
"Me admiró el lema 'Ser culto es ser libre", dice la ugandesa Wamono
"Compartimos los malos gobernantes", afirma el keniano Akunga
Los seis concluyen que lo mejor es que sus jóvenes viajen libremente

Pero, tras estar en Guinea Bissau, Pérez cambió su imagen: "Los medios sólo nos muestran la peor cara, pero tenemos un montón de similitudes en la política, la educación y la salud". "A mí me admiró el lema Ser culto es ser libre que aplican los cubanos", aporta la ugandesa de 30 años Esther Wamono, formada en Cuba en nutrición humana. "Si los africanos lo hiciéramos nuestro, podríamos resolver nuestros principales problemas, como el hambre y la malnutrición, que en África son mucho más graves". Wamomo advierte que "la mayoría de los problemas que nos someten deberíamos resolverlos los mismos africanos y eso sólo podremos lograrlos a través de la educación". A la ingeniera brasileña le admira la sonrisa de los africanos: "Es increíble cómo al otro lado del mundo compartimos la misma manera de ver la vida".

"En foros como éste, te das cuenta de que tenemos otro espejo, donde suceden las mismas cosas", apunta el ingeniero mecánico colombiano Roosevelt Moreno, de 36. "Es que somos seres humanos y lo único que buscamos es una vida mejor para todos, sin importar de dónde vienes", añade Douglas Kivoi, un filósofo treintañero de Kenia: "Muchos piensan que la cura a nuestros problemas la tiene Occidente, pero si educáramos a nuestra gente podríamos solventarlo nosotros mismos, sin esperar a que venga alguien de fuera".

A Daniel Akunga, que a sus 33 años se ha especializado en Kenia en epidemiología, los latinos le parecen "una gente mentalmente privilegiada, con grandes ideas y muy culta; eso sí, desgraciadamente compartimos los malos gobernantes". "Ellos han impedido la transferencia tecnológica entre los dos continentes y que ambos territorios trabajemos como un solo equipo, en vez de mirar a Europa y Estados Unidos como la panacea para nuestro desarrollo económico", dice.

Los seis concluyen que lo mejor que le puede pasar a Latinoamérica y África es que sus jóvenes viajen libremente de una tierra a otra. César Pérez lamenta la nula conexión diplomática, empresarial y social entre Colombia y los Estados africanos. Si se solucionara ese obstáculo, "los estudiantes verían y aprenderían a resolver problemas iguales desde otra perspectiva, incluso en viajes de corta estancia", defiende Esther Wamono. Ella, Christiane Davi y Kivoi son los más reivindicativos. "No obtenemos los beneficios de la explotación masiva de los recursos naturales, el dinero se escapa entre nuestros dedos", lamenta la doctora ugandesa.

"Tenemos el mismo clima, por lo que una transferencia de conocimiento en semillas, tecnología agrícola y de la alimentación sería enormemente beneficiosa para ambos continentes", apunta Christiane Davi. El filósofo keniano la mira a los ojos e introduce el factor del shock cultural: "Nos limitamos a importar las soluciones de Occidente, sin plantearnos nuestra propia cultura y, en eso, África tiene mucho que aprender de tierras como Brasil, por ejemplo".

Preguntados sobre lo que pueden aportar que les distinga de sus actuales gobernantes, Dou-glas Kivoi dispara: "Los jóvenes kenianos debemos comenzar a participar de las decisiones políticas que marcarán el futuro de varias generaciones, hace falta sangre joven, nuevas ideas; deberían escucharnos más y dejarnos liderar una nueva forma de gobernar el país y de relacionarnos con el exterior".

Desde el otro lado del Atlántico, César Pérez añade: "Somos la primera generación que ha crecido con la globalización y con Internet; eso ha roto las fronteras entre los países; ahora somos capaces de entender al otro y proponer soluciones creativas". "Deberíamos aprender de los árboles", concluye Akunga, con "las raíces profundas en la tierra a la que uno pertenece y una copa inmensa abierta al mundo".

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