Unos bichos no tan raros
Mi admirado compañero y, sin embargo,amigo, Luis Martín (periodista de postín se subtitula con su fina ironía catalana) nos regala en este periódico, con motivo de la Eurocopa, un fresco inigualable sobre la personalidad de esos 23 muchachos que han roto absolutamente todos los récords de audiencias en televisión. Su serie de entrevistas bajo el epígrafe general ¿Me permite tres minutos? son el retrato más fiel y más profundo sobre el mínimo universo social y cultural en el que gravitan estos héroes y el enorme universo geográfico en el que se mueven. En resumen, la primera y apresurada conclusión que se obtiene (salvando, lógicamente, notables excepciones) es que un futbolista de élite es un chico joven pegado a un iPod, enganchado a una Play Station, que conoce todas las marcas posibles de automóviles caros y que nunca ha leído un libro (alguno "ni los del cole", llegó a decir). Sobre esta base he oído críticas encendidas, chanzas permanentes, mofas y befas mil, que tratan de ridiculizar a estos jovencísimos multimillonarios que son capaces de paralizar un país cuando juegan, de activarlo hasta la extenuación cuando ganan y de deprimirlo hasta el agotamiento cuando pierden (especialmente contra Italia)
No seamos hipócritas con los futbolistas. Media España no lee nunca o casi nunca
Es cierto. A este país les gusta adorar a sus ídolos tanto como ensañarse con ellos. Se diría que se buscan esos ídolos para tener alguien a quien admirar, para poder envidiarle por ello y, por lo tanto, acabar odiándole cada fin de mes. En eso los futbolistas se llevan la palma. Es un designio histórico, del que siempre han quedado excluidos los jugadores de baloncesto. Hasta en eso han sido ninguneados por el gran público. Inconscientemente, el baloncesto ha tenido otro glamour que quizás se deba a la tradición del baloncesto universitario estadounidense y a que todos los entrenadores dirigen los partidos de riguroso traje de gala. Y eso intimida (por no decir que acojona) al respetable. Bien es cierto, y seguimos hablando en general, que no es igual una entrevista a un jugador de baloncesto que a uno de fútbol, pero también hay que tener en cuenta lo que influye la cantidad en la calidad. Un futbolista de élite realiza no menos de siete declaraciones y/o entrevistas a la semana, mientras uno de baloncesto rara vez alcanza el promedio de una a la semana. La posibilidad de recurrir al tópico disminuye en idéntica proporción.
Hay una injusticia notable en la valoración cultural de estos peloteros, generalmente malcriados por la sociedad y maltratados por el irreverente color del dinero. Recientemente leía un amplio reportaje sobre Rafael Nadal, nuestro ilustre tenista, y tampoco parecía muy aficionado a los valores culturales o las preocupaciones sociales. Nadal, con pinta de buen chico de toda la vida, lo soluciona todo con esa frase mágica que repite constantemente: "Bueno, yo voy a tratar de hacer mi tenissss...". ¿Observan alguna diferencia con el "¿si, bueno, no?" con el que tipos como Raúl y Butragueño arrancaban siempre sus respuestas y que a veces se convertían en su única respuesta. Vamos, a lo Jesulín y lo de "la vida es como un toro". ¿O se han parado ustedes a pensar en qué tamaño tendrá la biblioteca de la casa de Fernando Alonso? No seamos hipócritas. España tiene un índice de lectura del 57%, lo que significa que un 43% no lee nunca o casi nunca. Media España, señores, no lee nada. Así que estos bichos raros no son tan raros. Al final, resultan más raros los escritores, periodistas, cineastas o artistas que muestran su fervor contenido por el fútbol escarbando un poquito más allá. Nadal, Alonso, Güiza,... Que yo sepa, no hay contraindicaciones en la lectura. Se juega igual. O mejor. Lo juro.
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