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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Descubrimiento aleccionador

Aunque existían más que razonables dudas sobre la autoría de Goya de El coloso, no es oportuno aventar la descalificación de una obra sin tener una completa convicción al respecto. Las dudas existentes eran de calado: ni la procedencia del cuadro era documentalmente indiscutible, ni el análisis de su factura, sobre todo, resultaban tranquilizadoras. Hacía falta, no obstante, un elemento contundente, como el descubrimiento de unas iniciales de una firma, en este caso "A. J.", pero, más que eso, que el cuadro en cuestión encajase con la firma desvelada. En este caso, las "A. J." se corresponden con las iniciales del pintor valenciano Asensio Julià, llamado El Pescadoret, nacido en 1767 y muerto, quizá, en Madrid en 1830. Era éste un pintor menor, pero con una relación tan estrecha con Goya que el genio aragonés llegó a retratarle. Hay poca obra suya conocida, parte muy goyesca, y, otra, de un tono romántico algo extravagante, además de varios aguafuertes con viñetas de la Guerra de la Independencia. De manera que, en relación con su condición de pupilo de Goya, todo encaja con la firma ahora descubierta.

Es un descubrimiento, por lo demás, aleccionador, aunque deje sin argumento a los que les gusta montar "novelas", tan entretenidas como falaces. Un pintor genial, como Goya, deja a muchos colegas contemporáneos ensombrecidos y que, a veces, se le cuelgan como un impremeditado sambenito. Y es que no es Goya todo lo que reluce, pero tampoco lo que no lo es debe ser tirado a la basura. El Museo del Prado, a mi juicio, ha sabido estar a la altura procedimental en esta cuestión de suyo siempre inquietante.

Muerto Goya muy longevo, cuando empezaba a despertar un creciente interés internacional, y despuntaba el fervor romántico tan propicio para su obra, es normal, en primer término, que se identificasen como producción suya muchos cuadros de colegas contemporáneos, no pocas veces de alto valor artístico. Hay que distinguir, por tanto, entre una confusión que nos viene legada por el desarrollo normal de las cosas y la posterior malicia de falsificadores y oportunistas. El establecimiento riguroso, dentro de lo que cabe, del catálogo de un artista es una labor ardua que no se puede resolver con ansiedad y destemplanza, sino que exige prudencia, estudio y hasta un imprescindible punto de frialdad. También es muy importante, como antes hemos indicado, que la recusación de una autoría muy estimada no nos arrastre al desprecio de lo que, sin ser lo que soñábamos, no deja de ser una obra de arte histórica con su inequívoco valor. Así que tomemos esta noticia con la serenidad y el optimismo que se merecen el saber que las cosas se hacen bien, aunque nos frustren.

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