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Entrevista:LUDGER MEES | Historiador, coautor de 'El Péndulo patriótico'

"No hay ninguna posibilidad de que la consulta de Ibarretxe se lleve adelante"

No encuentra antecedentes históricos en el PNV de tanto predominio de un 'lehendakari' sobre la dirección del partido y considera preocupante para él que no tenga preparado un plan alternativo a la consulta de Ibarretxe

La recuperación del Estatuto, de las instituciones autonómicas, y el ejercicio de responsabilidades de gobierno durante cerca de tres décadas no han detenido el movimiento pendular del PNV, que sigue oscilando entre la realpolitik autonomista y la utopía soberanista. "Creo que el péndulo se encuentra ahora más cerca del radicalismo que de la moderación", dice el historiador Ludger Mees.

P. Como refleja en sus libros sobre la historia del PNV o en la biografía del lehendakari José Antonio Aguirre, parece que en la historia del PNV no ha cesado nunca esa oscilación. ¿En qué lado está ahora el péndulo?

R. En estos momentos el PNV no ofrece una foto fija, porque se encuentra en una situación de gran convulsión interna, incluso de mucho más calado del que pudimos percibir antaño. Por una parte, ha mantenido su capacidad de llegar a acuerdos, por ejemplo en torno a los presupuestos o el Concierto Económico, y por otra, se ha entregado con cuerpo y alma al lehendakari y su plan. Creo que el péndulo se encuentra ahora más cerca del radicalismo que de la moderación.

"El derecho a decidir es la nueva fórmula mágica del nacionalismo"
"La dimisión de Imaz es un ejemplo del miedo que tiene a la división"
"El PNV entrega el centro político al PSE con esta estrategia"
"Me parece equivocado crear falsas ilusiones que se verán frustradas"
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P. ¿Lo que está ocurriendo en estos momentos puede recordarnos a alguna época pasada?

R. La historia nunca se repite y, por lo tanto, no existe una proyección directa de lo que ha pasado en la historia a la actualidad. Pero la situación me recuerda mucho a una época muy del inicio de la historia del PNV, tras la muerte de Sabino Arana a principios del siglo pasado. En ese momento, en el partido también existía un claro peligro de escisión, porque ya se había producido esa confluencia entre los pragmáticos autonomistas y los radicales independentistas. Para evitar la ruptura se agarró a lo que he descrito como una "fórmula mágica" que adquiere un valor simbólico, totémico, muy importante: la de definir como máximo objetivo del partido la integración foral. Esto no quería decir nada, ni significa autonomía, ni significa independencia, pero permitió, hasta el año 1977, mantener a grandes rasgos la unidad del partido. Ahora pasa algo parecido. El PNV está en una crisis y se agarra a una nueva fórmula mágica, como es el derecho a decidir. Tampoco se explica qué se quiere y se propone para el futuro de Euskadi: ¿un Estado independiente, un Estado federal, o una mayor autonomía?

P. El lehendakari Aguirre llegó a ser acusado de "españolista" por su política posibilista. Basta con recordar las duras críticas en los años cincuenta de Télesforo Monzón o del entonces jefe del partido, Juan Ajuriaguerra. Aguirre centró la evolución de su pensamiento político en ideas básicas como el pacto con el Estado, la recuperación de la autonomía vasca, del autogobierno más amplio posible, en una revisión del clásico concepto de soberanía.

R. Hay un elemento en la biografía de Aguirre que destaco más de un a vez, la capacidad que tuvo de aprender de sus errores y de hacer autocrítica. No hay que olvidar que Aguirre vivió también su propio péndulo. Conoció una etapa radical al comienzo del exilio en 1939-1940. Entonces se da cuenta de que esa política es errónea, que con Manuel Irujo [ex ministro de la República] y su Consejo Vasco en Londres se había llegado al extremo de producir mayor confrontación y aislamiento de los nacionalistas vascos dentro del contexto del exilio antifranquista. Él reconduce su política y a partir de ahí se mete de lleno en la política del republicanismo en el exilio, consiguiendo la mayor influencia que jamás un político nacionalista vasco haya obtenido en la política española. Habría que ver hasta qué punto los actuales líderes del PNV están dispuestos a aprender de sus errores, como lo hizo Aguirre.

P. Esa divergencia entre las dos corrientes vuelve a darse también en la crisis del 85-86, cuando se produce la escisión y el consiguiente trauma después de la confrontación entre Carlos Garaikoetxea, que representa entonces al Gobierno, y Xabier Arzalluz, que lidera el partido. ¿Ese trauma aún perdura?

R. Sí, sigue siendo un trauma importante, y es muy evidente. Porque mucho de lo que se está diciendo en estos últimos meses está totalmente condicionado por el hecho de mantener a toda costa el partido unido y evitar que esa situación de confrontación se repita. La dimisión de Josu Jon Imaz es un ejemplo claro de ese miedo que atenaza al partido

P. Con Josu Jon Imaz se volvió a una política más pragmática, más flexible, más europeísta, en la línea de los históricos lideres. Sin embargo, el ensayo de Imaz fracasa y renuncia al cargo. ¿No es un hecho insólito en la historia del PNV que el presidente del partido pierda el pulso con un lehendakari?

R. Sí, es inédito, porque sólo ha existido históricamente un ejemplo en el que las líneas maestras del partido eran definidas por el lehendakari; y en una situación particular, como fue el periodo el 1936-1939. Ya en el exilio, el EBB no era operativo y sus miembros estaban dispersos por varios países o en la cárcel, como Ajuriaguerra. Y es cuando Aguirre marca la política debido a su enorme carisma. Pero es la única vez en que se produce, y en circunstancias excepcionales. Después, siempre ha mandado el EBB. Por ejemplo, el enfrentamiento entre Arzalluz y Garaikoetxea es consecuencia de una estrategia clara de Arzalluz de imponer el criterio del partido sobre el del lehendakari.

P. ¿No sería lamentable que la consulta de Ibarretxe pueda ser aprobada gracias a los votos de un partido que no condena la violencia?

R. Si yo fuera estratega del PNV, estaría muy preocupado, por tres razones. Una es que con este planteamiento ha entregado la llave del futuro político a EHAK, un partido incapaz de condenar las atrocidades cometidas por los terroristas de ETA, y eso lo aceptaría un partido de larga tradición antifascista, antitotalitario y democrático como es el PNV. Segunda razón: con esta apuesta el PNV se ha quedado sin plan B, y en política no se puede funcionar sin contar con una alternativa. A lo largo de su vida el PNV siempre lo ha tenido, incluso en los momentos más duros y complicados. Y la tercera es el hecho de que con esta estrategia que aparece como de confrontación, no de consenso, se entrega al PSE la ubicación del centro político, que es donde en todos los países democráticos se ganan las elecciones

P. ¿No le parece normal que haya gente que se indigne por el hecho de que en la consulta no aparezca una clara condena de la violencia?

R. Creo que se comete una injusticia con el lehendakari y muchos nacionalistas al presentarlos en una inexistente cercanía de ETA y el mundo de la violencia. Pero en este momento parece que han preferido el cálculo estratégico y la posibilidad de obtener los votos de EHAK para sacar adelante un proyecto político, con una evidente autocensura y ambigüedad

P. ¿Qué posibilidades ve de que la consulta pueda celebrarse?

R. No tiene ninguna posibilidad, y no hay que ser experto en ciencias políticas para llegar a esta conclusión, porque, aparte de las dudas sobre su constitucionalidad, hay muchas más. ¿Cómo puedes llevar adelante una consulta cuando sabes que más o menos la mitad de la población se opone a este planteamiento, cuando sabes que hay instituciones importantes, como las Juntas Generales de Álava, que la rechazan?

P. ¿Entonces, por qué se insiste?

R. La larga permanencia en un cargo conlleva, a veces, el riesgo de un cierto ensimismamiento, de un cierto aislamiento de la realidad. Me pregunto si este ha sido el caso del lehendakari y de sus asesores, que ya no perciban nuestra realidad. La izquierda abertzale ha tenido un súbito ataque de lucidez política al afirmar que todo esto es un "cínico" montaje electoral, que todo ello se reduce a un tremendo ejercicio de consolidación de poder político. La consulta se va a prohibir y no va a salir adelante. Luego, eso sí, se aprovechará el victimismo, como en las elecciones de 2001, y se intentará consolidar el tripartido en el Gobierno. Así de sencillo.

P. ¿Eso quiere decir que creen que el victimismo puede seguir siendo rentable?

R. Habrá que verlo en las elecciones, pero sí puede facilitar la cohesión de los fieles. Sin embargo, alguna vez se producirá lo que llamo el efecto del piscinazo reiterado. En el fútbol hay delanteros que buscan o simulan siempre los penaltis, dejándose caer en el área. Esto la primera vez cuela, la segunda también, pero luego los árbitros ya los conocen y les sacan tarjeta amarilla, cuando intentan repetirlo. Existe la posibilidad de que en la política vasca también se produzca este mismo efecto y se descubra la trampa del piscinazo.

P. ¿Y que los electores saquen la tarjeta amarilla a quienes lo practican?

R. Exactamente

P. ¿No nos ahorraríamos tiempo y energías si el lehendakari se atreviese a preguntar directamente sobre la independencia? ¿No sería más honesto?

R. Volvemos a las fórmulas mágicas en la historia del PNV. Además, se plantea un segundo problema grave, que es el reflejo de la abdicación de la política. Todos estamos de acuerdo en que los políticos deben sentarse en una mesa, empezar a negociar y llegar a acuerdos; esto es lo normal, el quehacer intrínseco de todo político. A mí no me tienen que preguntar si los políticos deben negociar, hablar, acordar. Pero como los políticos han sido incapaces de cumplir con lo suyo, ahora el problema se traslada a los ciudadanos.

P. Pero esa crítica a los políticos también vale para el lehendakari y sus diez años de gestión, sobre los que no se percibe ningún atisbo de autocrítica.

R. Evidentemente, como lehendakari él tiene la máxima responsabilidad de que la negociación y el diálogo se produzcan y se den los consensos necesarios. Pero ni siquiera con autocrítica [la consulta] me parecería una estrategia acertada, porque se basaría en la ilusión de creer que los ciudadanos podemos resolver los problemas a los políticos. Y esto tiene un tufo de populismo barato muy peligroso, que vemos aún en algunos países. La vía es la inversa: los políticos tienen que hacer sus deberes, y luego los ciudadanos ya les diremos si estamos o no de acuerdo con lo que han hecho.

P. Hace dos años Ibarretxe prometió que la consulta se haría en ausencia de violencia. ¿Por qué este requisito ha desaparecido ahora, cuando ETA golpea de nuevo?

R. Sabemos todos que la inmensa mayoría del pueblo vasco, incluso amplios sectores de la izquierda abertzale, no está de acuerdo con el ejercicio de la violencia con fines políticos. Eso es archiconocido y está en todas les encuestas año tras año, pero a pesar de ello ETA no ha querido respetar la palabra y la voluntad del pueblo. ¿Quién en su sano juicio puede creer que una consulta en la que, si llegara a celebrarse, no participaría ni la mitad de los ciudadanos podría conducir a que ETA abandone las armas? Me parece equivocado crear falsas ilusiones que luego se verán frustradas.

P. La dirección del PNV parece inmersa en una especie de vértigo. Ni los críticos se atreven ya a hablar después de la presentación oficial de la consulta. ¿Qué cree que está pasando?

R. No descartaría la posibilidad de una nueva ruptura, aunque históricamente el PNV haya aprendido de sus errores y, a medio plazo, haya salido fortalecido de las crisis internas. Desde un punto de vista político, da mucho que pensar que las fuerzas más moderadas y más opuestas en el PNV al actual papel del lehendakari estén, salvo alguna excepción, bastante calladitas. No tienen una alternativa política estructurada y tampoco un candidato que pueda sustituir a Ibarretxe con garantías de éxito. Creo que han optado por el cierre de filas pensando que el plan y la consulta van a fracasar, provocando la retirada del lehendakari. Que se dará entonces otro escenario en el que las cartas se puedan barajar de nuevo. Incluso, a medio plazo, no descartaría que, como solución de emergencia para la recuperación o mantenimiento del poder, pueda volver Josu Jon Imaz como candidato a lehendakari.

P. Usted conoce bien al lehendakari. ¿Cree que puede desistir y tirar la toalla, si fracasa su plan? ¿Y puede, después de treinta años, perder el poder el PNV?

R. Todavía no sabemos si va a ser candidato en los próximos comicios, pero pienso que sí, porque en este momento, no tienen candidato de repuesto. Sin embargo, si el resultado electoral es negativo, el lehendakari no querrá seguir en esas circunstancias.

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