¿Valentía o insensatez?
Cuando en los medios de comunicación se habla de personas que arriesgan su vida por motivos abstractos, suele surgir una duda: ¿estamos ante un acto valiente o ante una acción insensata? El arrojo sin motivos de supervivencia ¿es síntoma de buena salud mental o es una señal de desequilibrio? La psicología sabe que la tendencia a buscar situaciones límite correlaciona fundamentalmente con cuatro factores:
El primero, la juventud, una enfermedad que, como decía Oscar Wilde, "afortunadamente se cura con la edad". Casi nadie se juega la vida a partir de los cuarenta años. Y no es extraño. La segunda variable importante es la impulsividad extrema. Las personas reflexivas tienden a pensar antes de actuar y evalúan el riesgo que comporta cada situación. Las impulsivas, sin embargo, tienen propensión a actuar sin valorar las circunstancias. Tienen más reflejos, pero es más fácil que se arriesguen sin sentido.
El tercer factor es el uso de drogas. Los ejércitos, los grupos sectarios y las profesiones de riesgo han utilizado a lo largo de la historia muchas sustancias que anulan la percepción de peligro. El cuarto factor es el desequilibrio mental. Hay varios trastornos que pueden llevar al riesgo extremo. Los individuos con trastorno de personalidad se arriesgan excesivamente porque no sienten miedo. Los que padecen esquizofrenia paranoide, por todo lo contrario: están inundados de temor y eso les hace ser temerarios. Ninguno de estos factores parece que lleve, hoy en día, a ser feliz.
Una de los cortos más revolucionarios de Walt Disney es Ferdinando el toro, la historia de un astado que prefiere oler las flores a pelear en una plaza. El protagonista se salva gracias a su poca valentía. Tener miedo no está de moda: ya casi nadie utiliza la palabra "prudencia". Por eso no viene mal que los que nos dedicamos a la salud mental recordemos su valor adaptativo. Arriesgar la vida no suele ser síntoma de equilibrio psíquico. Hay que empezar a hacer apología de la cobardía.
Luis Muiño es psicoterapeuta.
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