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Las víctimas reconocen en el juicio a la acusada de matar ancianas

Remedios Sánchez Sánchez se declaró ayer inocente, pero las seis víctimas que sobrevivieron a sus supuestos intentos de asesinato declararon ayer en la Audiencia de Barcelona que la habían reconocido sin ninguna duda. Parapetadas tras una mampara, las ancianas explicaron que fue ella quien intentó acabar con su vida y quien les robó las joyas y el dinero que tenían en casa.

"No me dejó ni un euro en la casa", explicó Montserrat F., de 85 años, que cayó al suelo tras ser asfixiada con una toalla. "Cuando los mossos me enseñaron la foto, la reconocí", declaró Isabel M. "Tengo grabados a fuego vivo sus brazos en mi cuello", relató Alicia L. Pilar Solà, de 81 años, otra de las víctimas, también la reconoció en el juzgado. Y Rosa R., de 89, declaró que, aunque la vio cambiada en la sede judicial, "era ella". La más locuaz fue Dolores S., amiga de una las víctimas mortales. "La tuve cuatro horas y media en mi casa antes de que me robara. O sea, que pude conocerla bien".

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La fiscalía solicita para Remedios Sánchez penas que suman 172 años de cárcel por tres delitos de asesinato consumado, otros seis intentos de asesinatos, siete delitos de robo con violencia y otros dos más intentados. Los hechos ocurrieron entre el 10 de junio y el 1 de julio de 2006 y en todos los casos la acusada se ganaba la confianza de las víctimas a la entrada de sus domicilios o en los alrededores de las maneras más diversas: desde pedir que le dejasen entrar al lavabo de su domicilio o que le diesen un vaso de agua para tomarse una pastilla o pedir que le practicasen una cura por una supuesta herida en una mano.

Dice que fue otra

"Soy incapaz de hacer una cosa así", dijo la acusada en su primera declaración, aunque sólo accedió a declarar a las preguntas de su abogado, que acabó asumiendo el papel de acusador en una estrategia que él mismo y la propia presidenta del tribunal calificaron de capciosa.

Su tesis es que la verdadera autora de los crímenes fue una mujer a la que la víctima alquiló una habitación durante un mes y que se marchó de manera precipitada dejándole las joyas, libretas de ahorro y otros enseres de las víctimas para pagarle la habitación. Pero los testigos fueron claros, incluso los que no sufrieron sus ataques. "Es ésa, la que está entre los guardias", sentenció Enriqueta C., amiga de una víctima mortal.

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