_
_
_
_

Teherán se queda a oscuras

Los cortes de luz por la escasez de energía eléctrica hacen mella en los habitantes de la capital iraní

Ángeles Espinosa

Semáforos que no funcionan, personas que se quedan encerradas en el ascensor o electrodomésticos que no aguantan los saltos de tensión, los cortes de luz que desde hace un mes sufre Teherán empiezan a hacer mella en la población. Incluso el líder supremo, Ali Jamenei, ha pedido que se ahorre agua y energía tras la fuerte sequía de la pasada primavera. Pero en un país donde la electricidad está subvencionada y las temperaturas ya superan los 350 de media, resulta difícil dosificar el consumo.

Las hidroeléctricas apenas producen 1.500 megavatios debido a la sequía
Más información
La importación masiva de gasolina pone en aprietos la economía iraní

Todo el mundo tiene una anécdota. A A. C., un residente de Elahieh, la semana pasada le cambiaron a oscuras las vendas de una reciente intervención quirúrgica. Termé, una periodista que vive en Motahhari, se ha quedado sin frigorífico y no tiene dinero para reponerlo. Además, su marido, que es grafista, se ve obligado a hacer horas extra en el despacho para compensar los retrasos que les ocasionan los cortes. M. S. reza para que en su barrio, Saadat Abad, no coincidan con la hora de la telenovela.

"Estamos instalando un equipo de energía alternativo porque los cortes nos dejan incomunicados al menos tres días a la semana durante varias horas, ya que la centralita y los servidores informáticos carecen de reservas", explica por su parte el responsable de una de las pocas multinacionales con oficinas en Irán. Pero no todas las empresas pueden permitirse esas inversiones.

Así que los bancos, por ejemplo, se ven obligados a limitar su servicio, mientras empleados y clientes sudan la gota gorda. Lo mismo sucede en muchas tiendas. "Los alumnos se nos quedan dormidos", se queja una profesora de un centro privado de idiomas. Y es que las interrupciones medias duran entre dos y tres horas en cada ocasión.

Las autoridades ya advirtieron de que este verano habría escasez de agua y electricidad. Según datos facilitados por el ministro de Energía, Parviz Fattah, la producción debía alcanzar 6.500 megavatios, pero debido a la escasa lluvia de la primavera, los pantanos están casi vacíos y las centrales hidroeléctricas apenas logran una potencia de 1.500 megavatios. Claro que dada la desconfianza de los iraníes hacia las explicaciones oficiales, las interpretaciones de la calle resultan bastante más creativas.

Hay desde quien opina que se trata de una excusa para culpar a la comunidad internacional, hasta quien cree genuinamente que es una forma de obligar a la gente a reducir su elevado consumo de agua. Otros ven en la situación una forma de subrayar su necesidad de energía nuclear. Tales lecturas tienen mucho que ver con la incredulidad que produce que el cuarto productor mundial de petróleo carezca de recursos para afrontar la crisis. La situación recuerda a la escasez de gas que el pasado invierno dejó sin calefacción a buena parte del norte de Irán. Algo que contrasta con el empeño del Gobierno en proveer de energía a sus vecinos cuando el propio Fattah ha reconocido que están importando 500 megavatios diarios de Turkmenistán, Armenia y Azerbaiyán.

Lo que más parece molestar a los teheraníes es que los cortes se produzcan sin avisar, y a más de un despistado le han arruinado el trabajo de toda una mañana en el ordenador. El ministro de Energía ha explicado que el tratamiento de los problemas es automatizado por lo que no se puede anunciar un horario previo, e insiste en pedir a la gente que ahorre energía.

Los ciudadanos le responden que se invierta más en infraestructuras. "Teherán tiene 15 millones de habitantes y sus instalaciones están previstas para nueve, ése es el problema", se queja una secretaria de dirección.

Tras la penuria energética que se vivió durante la guerra contra Irak (1980-1988), el país emprendió la construcción de numerosas presas hidroeléctricas para hacer frente al consumo de una población que hoy ronda los 70 millones. Ahora bien, como la factura eléctrica no cubre ni siquiera los costes de producción (un piso de 100 metros cuadrados paga una media de 3 euros cada dos meses) ni hay incentivo para el ahorro, ni resulta posible invertir en mantenimiento y renovación de equipos.

Termé se muestra convencida de que cuanto más céntrico es el barrio, mayor la presión y más numerosos los cortes. Otros entrevistados creen que éstos no afectan a las zonas donde viven las autoridades. "Yo vivo al lado de una sede policial y no tengo cortes", relata una vecina de la Oficina Antinarcóticos. Sin embargo, Z., una empleada de hogar que vive cerca de la residencia privada del presidente Mahmud Ahmadineyad, en Narmak, un barrio de clase media baja, se queja de que llevan un mes con interrupciones de más de dos horas diarias.

Cuatro mujeres iraníes, durante una pausa en su visita a la Feria del Libro en Teherán.
Cuatro mujeres iraníes, durante una pausa en su visita a la Feria del Libro en Teherán.EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_