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El foro del agua

Obras y polvo en Ranillas

El visitante que llega en AVE a la Expo de Zaragoza siente que el calendario le ha jugado una mala pasada. Ay Dios, que la inauguración no es hoy, que va a ser más adelante. Beirut, le llaman algunos taxistas al caos de obras que hay nada más salir de la estación de tren; calles cortadas, operarios encementando, carriles provisionales, rodeos imposibles para llegar a un hotel que está al lado y al propio recinto de la exposición. La fiesta arranca a falta de cuatro pabellones que aún no se han terminado. En ello están.

La idea de imprevisión no se disipa en los alrededores del meandro de Ranillas, donde se ha levantado la exposición internacional, abrazada por un bucle del Ebro. Maquinaria pesada, obreros con carretillas, zonas de tierra y polvo que el implacable cierzo deposita en los ojos sin contemplaciones y colas sin fin de trabajadores y periodistas llegados de medio mundo que aguantan bajo el sol durante horas para tener la acreditación que les permita entrar a trabajar. Días atrás fue la lluvia la que los recibió. Pero ayer, las cuatro horas para acreditarse provocaron un par de situaciones de amotinamiento que se solucionaron a voces y con una dosis de paciencia extrema. Y todo, a pesar del empeño que ponen los más de 20.000 voluntarios en que todo salga perfecto. Proceden de todas las comunidades autónomas y de todos los continentes.

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Caos organizativo en la víspera del gran acontecimiento aragonés del año, que ayer, además, se complicó con la inauguración oficial, que reunió en Zaragoza a la Casa Real española y algún miembro de otras, así como a dirigentes nacionales y regionales. La policía peinó los accesos y el interior del recinto de la Expo. Los barrenderos soltaron la escoba, los jardineros, el rastrillo, y todo debió quedar vacío durante un tiempo. El tráfico se cortó antes de lo esperado y los taxistas se veían abocados a calles de atasco para volver sin carga. Y el Ebro, que baja alto todavía. Su crecida obligó días atrás a suspender y sustituir por otro el espectáculo previsto para la inauguración. Pese a ello, todo parece listo para recibir a los visitantes, que, según pasen los días, verán crecer las flores y los árboles aún raquíticos. Algo más adelante, a lo mejor ya ha llegado el segundo cocodrilo que esperan en el acuario.

El objetivo de esta Expo es que su impacto ambiental sea el menor posible siguiendo las recomendaciones de sostenibilidad a las que se comprometieron y que pregona el título de la muestra. Hay vajillas biocompostables, bolígrafos de papel de algas, lápices hechos con CD reciclados y las bolsas se han hecho con fécula de patata que se descomponen en unas 36 semanas. Todo lo demás también puede ir a la basura orgánica. Y la energía solar y eólica será la fuente que alivie el calor en verano.

La Expo de Zaragoza puede verse desde el aire si uno se instala en cualquier cabina del teleférico, pero debajo del recinto que pisarán unos seis millones de visitas hay toda una ciudad de control. Miles de metros cuadrados bajo tierra, que no se visitan, donde los trabajadores tienen una cantina y donde se alojan el control y los almacenes del recinto.

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