Sapos y culebras, buitres
A la Comunidad de Madrid le preocupa muchísimo la supervivencia del toro bravo, hasta el punto de invertir grandes sumas de dinero público en que los individuos de esa especie sean torturados y asesinados en los cosos de la región (Las Ventas a la cabeza), dado que, según la curiosa teoría a la que se adscribe esta institución, el toro bravo dejaría de existir si no siguiera criándose para ser torturado y asesinado en los cosos. Se trata de un argumento perverso, pues viene a decir que mejor ver sufrir a alguien que renunciar; un argumento que defiende un sistema que ellos siempre han atacado y relacionado con las peores acciones del ser humano: que el fin justifica los medios. Es un argumento circular, vicioso y cruel, que no convencería ni a un párvulo, pero miles de euros de los ciudadanos madrileños son destinados por el Gobierno de la españolista Aguirre a llevarlo a la práctica, así como varias decenas de miles de esos euros de nuestros impuestos viajan a Europa por orden de la colérica con el objetivo de convencer a los eurodiputados de tan intrínseca falacia: no es verdad que el toro bravo desaparecería de no hacer un espectáculo con su tortura y asesinato, pues si la Comunidad de Madrid invirtiera ese dinero circular (¿vuelve a sus arcas?) en mantener preciosas dehesas y en proteger a su imponente población, el toro bravo sobreviviría. Pero no sería maltratado, es decir, no daría dinero, es decir, no sería un negocio, es decir, no sería un negocio sucio.
Madrid es la comunidad que menos cuida a los animales de la región, lo cual no es de extrañar
El sapo partero, el buitre negro, el lince ibérico o el galápago europeo son, sin embargo, especies cuya supervivencia no preocupa lo más mínimo al Gobierno de la Comunidad de Madrid. Total, a quién le importa un sapo, con lo feos que dicen los cánones que son. Otra cosa es un toro vomitando sangre, eso sí que es bonito. Del lince, por su parte, no se puede decir, según los cánones, que sea feo, lo que se dice feo, pero tampoco hay que exagerar, a fin de cuentas todos estamos abocados a la desaparición. Lo raro es que siendo ibérico, oye, como el jamón, al lince no se le haya intentado proteger tanto como al toro. ¿Qué tal con algún espectáculo sangriento en el que se le maltrate? Lanzo la idea a ver si la recoge Santiago Fisas, Consejero de Cultura y Turismo de la Comunidad, y la traslada a Bruselas: por ejemplo, el arte de mutilar en vivo al lince ibérico, o la gloria de quemar en vivo al lince ibérico, o lo sublime de arrancarle la piel en vivo al lince ibérico, o la leyenda viva de clavar navajas al lince ibérico. ¡Navajero, navajero!, corearían, con bronca emoción, los aficionados. Y aplaudiría, transida de admiración, Ángeles Alarcó, vicepresidenta ejecutiva de Turismo Madrid. ¡Qué arte, Maestro! Y dale que te pego a la manivela de la caja registradora: ejecutando, la vicepresidenta, haciendo turismo para que se vea que Spain is different, ¡ole con ole, qué honor!
Las mencionadas especies sin importancia son sólo algunas de las 15 que, según Ecologistas en Acción, se encuentran en peligro de extinción en la Comunidad de Madrid. Tienen la suerte de no ser toros bravos, así al menos podrán extinguirse tranquilamente sin que a sus individuos los torture nadie por amor: a su especie y al arte. Pero sorprende mucho su situación en una Comunidad tan preocupada por los animales: estas 15 especies ni siquiera están protegidas. Y ni siquiera existen planes de recuperación de las mismas, por lo que se incumple la ley estatal de 1989 que obliga a ello, actualizada el año pasado. Junto con Andalucía y Murcia (qué hermosa eres), Madrid es la comunidad del Estado que menos cuida a los animales de la región, lo cual, aunque parezca raro, no es de extrañar si recordamos que se trata de la principal plaza nacional de tortura taurina. Qué doble orgullo, todo encaja. Triple, más bien, pues la razón principal para no respetar esa ley y pasarse el destino del galápago europeo por el forro del visón de granja es que para proteger a un animal tan lento y aburrido habría que tomar medidas como no urbanizar su hábitat, con lo cual nos quedaríamos sin parte de los 12.000 pisos de nueva construcción que están vacíos en la Comunidad. Y eso sí que sería una pena penita pena. O habría que reprimir el placer de apretar el gatillo que sienten los cazadores de conejos, dieta básica del águila imperial. Irás a comparar a un gañán de chaleco caqui matando conejos para chulearse en su urbanización con un águila imperial buscando su sustento, anda ya.
Eso sí, lo más chocante es lo del buitre negro. Porque buitres, en la Comunidad de Madrid, hay para hartar. Negros como la pez. Anidan en urbanizaciones fantasma. A ver si se extinguen de una vez.
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