Un fantasma vuelve a Argentina
Siete años después de la última gran crisis económica que azotó el país, los argentinos ya no observan con optimismo el futuro, sino que se preparan para la próxima -sea ésta real o no-, cuyo heraldo es una inflación brutal que el Ejecutivo niega sistemáticamente. El aumento de precios ha divorciado a la clase media argentina de la gestión de los Kirchner porque, mientras el Gobierno se escuda en un índice de inflación elaborado saltándose los criterios estadísticos básicos, en la calle sobran los ejemplos de las dificultades que empiezan a sufrir sectores cada vez más amplios de la población.
Esta semana, el Gobierno autorizó una subida del 8% en los productos lácteos básicos y hasta de un 30% en los elaborados. En realidad se ha limitado a constatar un hecho, ya que el precio de la leche no para de aumentar. Y además, por diversos motivos -una huelga hoy, unas inundaciones ayer-, no es extraño que escasee en las estanterías. Hace pocas semanas, durante los momentos más duros de la huelga del campo, que sigue vigente, algunos productos aumentaron hasta un 200% su valor sin que luego hayan regresado a sus precios anteriores. En los últimos tres años, el vestido y el calzado han duplicado su precio. Comer en muchos restaurantes ya cuesta lo mismo que en Europa, y se da la paradoja de que una ensalada es casi tan cara como la carne. Los taxis -un medio de transporte ampliamente utilizado en Buenos Aires- esperan como agua de mayo una inminente subida del 20%. Y suelen tener dos incrementos anuales de este tipo desde hace tres años.
El sector privado habla de una inflación del 30%; el Gobierno, del 8,5%
Comer en muchos restaurantes ya cuesta lo mismo que en Europa
Los colegios privados accesibles a la clase media están aplicando varias subidas en torno al 20% en sus tarifas. El resultado es que los padres terminan sacando a sus hijos porque no pueden hacer frente al gasto. Fiel a su método ante la subida de precios, que primero recomendó boicotear a la petrolera angloholandesa Shell y posteriormente dejar de consumir carne argentina, el Gobierno animó a los padres a no pagar y publicó una lista en Internet con los colegios que no debían incrementar sus facturas, pero los centros no han dado marcha atrás.
Esta misma semana, las cadenas de tiendas de electrodomésticos han anunciado que ya no se podrá comprar en 12 plazos sin interés. Desde ahora serán sólo seis. En muchos comercios, la diferencia entre pagar en efectivo y con tarjeta puede llegar al 15%.
El consumo desciende mientras aumenta el malestar ante un discurso oficial que proclama explícitamente que Argentina va mejor que nunca en sus 198 años de historia. Desde hace semanas, quienes pueden se han lanzado a comprar divisas.
A pesar de que en Argentina la oposición brilla por su ausencia, el escándalo político es mayúsculo. Mientras bancos y entidades privadas calculan una inflación en torno al 30% anual, el Gobierno de Cristina Fernández habla de un 8,5%. La prensa británica ha acusado a la presidenta de llevar a cabo una suspensión de pagos encubierta de la deuda. Los bonos, que representan el 40% de la deuda argentina, están ligados a la inflación y el interés que se está pagando estaría muy lejos del que corresponde.
Y, en medio de la polémica, los argentinos explican lo que sucede con una frase y una expresión resignada: "Cada diez años, esto se cae".
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