Lluvias laicas
Siempre llueve en el pasado. Mayo se nos ha ido dejándonos un generoso maná de lluvias y su capacidad de evocación. Dicen los meteorólogos que en Valencia no se había registrado un mes de mayo con tantas precipitaciones desde 1871. Los chaparrones han sido toda una bendición, pero hasta los más beatos tendrán que reconocer que han sido unas lluvias laicas. Y no tanto porque hayan aguado las procesiones de la Mare de Déu y del Corpus, que también es casualidad, sino, entre otras cosas, porque han llegado sin rogativas. Adolfo Bioy Casares recopiló en su libro De jardines ajenos todo tipo de fragmentos en prosa, versos breves, frases leídas, anécdotas de su amigo Jorge Luis Borges, citas que le habían hecho reflexionar o, simplemente, historias que le habían hecho reír. Entre estas figura un recorte del periódico La Nación, de enero de 1945, que da cuenta de una circular del vicario general del arzobispado de la ciudad argentina de Córdoba, disponiendo la celebración de rogativas públicas para implorar el beneficio de las lluvias. Cuarenta años después, en octubre de 2006, Bioy Casares habría resucitado de la risa si hubiera podido leer los periódicos de este lado del charco. Esos días los medios se hicieron eco de una rogativa pro lluvia a la Virgen de Monserrate, patrona de Orihuela. La plegaria estuvo dirigida por el obispo de la diócesis, monseñor Rafael Palmero. La ceremonia, celebrada bajo un sol de justicia, contó con la asistencia destacada del entonces alcalde, José Manuel Medina y del actual consejero de Bienestar Social y a la sazón consejero de Agricultura, Juan Cotino. El asunto fue polémico porque los políticos del PP aprovecharon el acto religioso para arremeter contra el presidente Zapatero.
Ahora han caído decenas de litros por metro cuadrado y aunque nunca llueve a gusto de todos (de los vascos, esta vez), parece que han sido agua de mayo. Unas precipitaciones beneficiosas, de esas que desmienten la vieja canción de Raimon: "Al meu país la pluja no sap ploure: o plou poc o plou massa; si plou poc és la sequera, si plou massa és la catàstrofe". Ha sido una lluvia europea, civilizada, que ha venido a coincidir con un reguero de noticias que ponen en evidencia la demagogia del Gobierno de Francisco Camps en el tema del agua. Por una parte, ha trascendido la propuesta del líder de los regantes de Villena, el empresario Andrés Martínez, de vender agua de riego a la multinacional Danone para embotellarla. Martínez, que ha combinado sus actuaciones como palmero de Aznar -al que le cantó cumpleaños feliz en un acto oficial- con las descalificaciones a Zapatero, impulsa en Villena un PAI de 1.200 casas y un campo de golf. Por otra parte, a Dios rogando y con el mazo dando, el Gobierno de Zapatero ha salvado el boicoteo del Consell a las desaladoras y todo parece indicar que este verano estará en marcha la ampliación de la de Alicante y que a principios de 2009 estará en funcionamiento la de Torrevieja, la planta potabilizadora de agua de mar más grande de Europa.
Pero las lluvias de mayo han sido también fértil abono para la memoria. La lluvia -intimidad de siempre, decía Cernuda- tiene una formidable capacidad de evocación. Jorge Luis Borges, el amigo de Bioy Casares, nos dejó un espléndido soneto: "Bruscamente la tarde se ha aclarado / Porque ya cae la lluvia minuciosa. / Cae o cayó. La lluvia es una cosa/ Que sin duda sucede en el pasado (...)" Las lluvias de mayo también han sido generosas con el tiempo recobrado.
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