Ventura, por la puerta grande
Diego Ventura cortó cuatro orejas, encandiló al público y se lo llevaron a hombros por la Puerta Grande de las Ventas en loor de multitud. Pues, enhorabuena. Posee una contrastada capacidad como rejoneador y se ha encaramado por derecho propio a la cima del rejoneo actual; su cuadra de caballos es de alta escuela y domina con maestría todos los resortes del espectáculo. Lo que podría plantear dudas es si lo que hace es auténtico toreo a caballo.
La cuestión es que el rejoneo ha cambiado tanto que ya no lo conoce ni el que lo inventó. Entre que los toros salen al ruedo con los pitones exageradamente despuntados, y que todos los rejoneadores clavan a la grupa (a toro pasado, y no en el momento del encuentro entre el caballo y su oponente), el rejoneo ha perdido gran parte de su esencia, y ha derivado por los derroteros circenses, en los que importan más los adornos que cómo y dónde se claven los arpones. Añádasele al asunto la presencia de unos espectadores fandangueros y entusiastas que se parecen al público de toros como un huevo a una castaña, y, he aquí las señas de identidad del rejoneo de hoy.
Bohórquez / Bohórquez, Domecq, Ventura
Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, mansotes y manejables.
Fermín Bohórquez: rejón bajo (silencio); rejón en lo alto (oreja).
Antonio Domecq: rejón trasero y dos descabellos (ovación); dos pinchazos y rejón en lo alto (ovación).
Diego Ventura: rejón que descoordina al toro (dos orejas); rejón en lo alto (dos orejas). Salió a hombros por la Puerta Grande.
Plaza de las Ventas. 1 de junio. Último festejo de la Feria de San Isidro. Lleno
El rejoneo ha cambiado tanto que ya no lo conoce ni el que lo inventó
Dicho lo cual, el espectáculo fue muy entretenido a tenor de la encendida alegría que demostraron los tendidos. Ventura, que es un maestro a la hora de conectar con el público, lo levantó de sus asientos con las piruetas (vuelta completa del caballo sobre sí mismo en la cara del toro), y no digamos con la especialidad de su caballo Morante, que consiste en morder a los toros en el momento de la reunión. Hubo señoras que en su particular éxtasis aplaudidor y vociferante estuvieron a punto de un síncope. Además, se lució con su sentido del temple a dos pistas, con las banderillas a dos manos en su primero y al quiebro en el otro, aunque siempre, siempre, clavó a la grupa. A nadie le importó, y su triunfo, en verdad, fue clamoroso.
Brillaron a gran altura también Bohórquez y Domecq. El primero (el único reducto del rejoneo clásico), pechó con el más manso de la tarde, el primero, y clavó en el quinto un par a dos manos sensacional. Domecq ofreció una dimensión de extraordinaria madurez. Firmó lo mejor de la tarde en el quinto: el tercio de banderillas con su caballo Ruiseñor, valentísimo el animal, y torerísimo el caballero. El desacierto con el rejón de muerte le privó de trofeos.
Babelia
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