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Crónica:La lidia | Feria de San Isidro
Crónica
Texto informativo con interpretación

La pasión de El Cid

Antonio Lorca

El Cid es un torero apasionado, y goza y sufre su particular pasión. Una tarde más, su espada errática le cerró la puerta grande; y un día más deleitó con su toreo auténtico. Apasionado siempre ante la casta del toro sexto, vibró como torero grande, y padeció, después, su gran pecado de fallar a la hora de matar. La pasión gozosa y sufriente de una gran figura.

La codicia violenta de ese toro le obligó a realizar un esfuerzo sobrehumano. No fue un torero templado porque no pudo serlo, pero asentó las zapatillas en el piso, sometió la velocidad de su oponente y brotó el toreo más emocionante, sobre todo por el lado izquierdo. Toda la faena la realizó en el centro del ruedo, y la plaza no tuvo empacho alguno en mostrarle desde el principio su afecto y reconocimiento.

Martín / Ferrera, Chaves, El Cid.

Toros de Victorino Martín, bien presentados, mansos y blandos; nobles los tres primeros; áspero el cuarto, aplomado el quinto y muy encastado el sexto.

Antonio Ferrera: pinchazo y media (silencio); media y tres descabellos (silencio).

López Chaves: bajonazo (silencio); pinchazo, media y tres descabellos (silencio).

Manuel Jesús El Cid: pinchazo, media —aviso— y un descabello (ovación); pinchazo —aviso— y estocada tendida (oreja).

Plaza de las Ventas. 31 de mayo. 24ª corrida de San Isidro. Lleno.

Más información
"Lo mío con la espada me lo tomo ya a cachondeo"

Todo eso ocurría en el último, pero la fiesta había comenzado en el tercero. Curiosamente, la inició un subalterno, El Boni, que alegró al toro en banderillas y enseñó al maestro sus bondades. Este mismo torero, capote en mano, daría en el sexto una lección magistral de lo que es la lidia de un toro. Brindó El Cid a la concurrencia, y desde el centro del ruedo, al que llegó cojeando a causa de un pisotón en los compases iniciales con el capote, citó al toro de largo con la mano derecha, y sorprendió a todos con un toreo reunido, ligado y alegre que surgió desde la seguridad y la firmeza de un torero valiente y artista. La tercera tanda de derechazos, con la muleta arrastrando la arena, fue sencillamente extraordinaria, a pesar de que perdió el engaño y le dio tiempo de recuperarlo para cerrar con un largo pase de pecho. La faena bajó de intensidad por la izquierda por el menor recorrido del animal, y otra vez la espada le jugó una mala pasada. El Cid, un torero que sufre su particular pasión.

No fue brava la corrida de Victorino, pero sí de juego variado. Blandos todos, tan nobles los dos primeros que parecían bobos, alegre el tercero, y los dos menos potables cuarto y quinto. Aunque mantuvo siempre la atención, que no deja de tener importancia.

¿Por qué, entonces, no triunfaron Ferrera y López Chaves? A ver: si torear es tomar la embestida de largo, cargar la suerte y ligar los muletazos, el único que toreó fue El Cid. Si la técnica del pegapases es citar fuera de cacho, dar medio muletazo, rectificar terrenos después de perder varios pasos, alinearse con el pico y descargar la suerte... pues eso.

No tuvieron su tarde los dos toreros. Sus dos primeros toros derrocharon nobleza bobalicona y ése no es el tipo de toros con el que lucen toreros valientes y bullidores como Ferrera y Chaves. Pero no se pueden quejar de su mala suerte; mejor, de sus condiciones toreras.

De nuevo, el toreo apasionado y la pasión doliente de El Cid.

El Cid, en su primera faena de la tarde.
El Cid, en su primera faena de la tarde.CRISTÓBAL MANUEL
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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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