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Reportaje:La lidia / Feria de San Isidro

Toros al norte de los Pirineos

Castella llega hoy a Las Ventas como embajador de la mejor cantera francesa

"Una tradición local ininterrumpida" es el preciso requisito que la legislación francesa exige que posean aquellas ciudades y poblaciones, todas ella enclavadas en la zona del Midi, para que se celebren espectáculos con toros a muerte. Esta condición se cumple en más de 30 localidades de esta zona, como Beziers, Bayona, o los impresionantes coliseos romanos de Nimes o Arles, patria de Sebastián Castella, acaso el diestro de origen francés más conocido del momento.

Un honor que le disputa Juan Bautista, que toreó ayer en San Isidro. Ambos son unánimemente considerados los dos matadores de toros más importantes que ha tenido Francia en su historia. Y los dos han surgido de la cantera de la afición francesa como la consecuencia directa del esfuerzo y el cariño que los taurinos del Midi vienen derrochando desde hace muchos años.

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Frágiles toreros modernos

De la Escuela Taurina de Arles surgen anualmente nuevos novilleros que conforman los carteles de festejos locales y que atraviesan los Pirineos para hacerse un hueco en España. "Ojalá hiciéramos las cosas aquí como se hacen en Francia", suelen lamentar muchos taurinos al poner en comparación la tradicional capacidad para la componenda y la improvisación tan propia del carácter hispano, con el cuidado con que organizan los aficionados franceses sus corridas de toros.

Se suele decir que la idiosincrasia de éstos, menos apasionada y más cerebral, les hace fijarse en aspectos de la lidia y el desarrollo de la faena que aquí pasan más inadvertidos. El análisis que hacen de las diversas fases por las que atraviesa ésta es más cartesiano y racional y hace posible que toreros que no son figuras en España, como es el caso de El Fundi y su capacidad lidiadora ante toros difíciles, den lo mejor de sí mismos en los ruedos de Francia. El aficionado francés es sumamente exigente en cuanto a la pureza y desarrollo de la fiesta y aprecia de manera particular las corridas duras que muchos empresarios españoles no se atreven a contratar. Esto no es obstáculo para que los taurinos hayan vibrado con inolvidables faenas protagonizadas en plazas francesas por José Tomás, El Juli o Enrique Ponce con toros pertenecientes a hierros más convencionales.

Lo que resulta innegable, según las conclusiones de las últimas reuniones de la Federación de Sociedades Taurinas de Francia, es que al norte de los Pirineos se va a los toros. Y mucho. No sólo los vecinos de los pueblos en los que celebran, sino también de París, Lyon o Normandía. Su presencia en estas ferias supone, además, un importante aliciente económico para la zona. Afirman también de este modo su condición de aficionados frente a las denuncias de las numerosas asociaciones de defensa de los animales que existen en Francia, y que organizan con frecuencia manifestaciones y sentadas junto a las plazas de toros para protestar contra las corridas. Obviamente, la mayor parte de la sociedad francesa no está a favor de las corridas de toros. Sin embargo, el paraguas de la ley, así como expresión de la voluntad popular, y su reconocimiento y respeto por las minorías que apoyan hechos culturales diferenciados, brinda suficiente amparo para cobijar al importante núcleo de aficionados taurinos franceses de las puyas de los detractores de la fiesta.

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