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Reportaje:La crisis del Partido Popular

"¿Cómo ha podido hacer esto María?"

La mayoría de los cargos del PP vasco admiten la influencia de Mayor en el pulso de San Gil para hostigar a Rajoy - Desánimo interno por los efectos de la división

"María [San Gil] agarraba unos globos tremendos cuando Rajoy se veía en Madrid con Josu Jon Imaz y no le decía nada. Ella siempre ha pensado que Mariano un día estaría dispuesto a sentarse con el PNV y eso le ha hecho ser desconfiada, incluso cuando recibió la propuesta de escribir la ponencia, porque no lo veía". Quizá por eso, pero no sólo por eso, esta voz tan próxima a la todavía presidenta del PP vasco recuerda que "para entender todo lo que está pasando hay que mirar hacia atrás".

Son muchos quienes sostienen que no se podría entender a María San Gil sin su recuerdo de Gregorio Ordóñez, su estrecha relación política con Jaime Mayor Oreja, su desgarro por el pulso interno cuando atisbó el presumible desembarco vasco en 2004 de Loyola de Palacio y la mutua debilidad emocional que se profesan "el presidente" José María Aznar y ella.

"María agarraba tremendos globos cuando Rajoy hablaba con Imaz"
"Ahora está baja. Le han hecho mella las críticas en su grupo parlamentario"
"Si María pierde en las urnas, la culpa es de Rajoy, y si no está, igual, por dejarla irse"
"Nos callamos cuando Arzalluz comía en Burgos con Mayor y Aznar"
"Si Aznar o Rato median por San Gil, ese golpe ya no lo resiste Mariano"
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La cintura de los símbolos

Incluso dentro del PP vasco hay quien defiende que el pensamiento político nada versátil de esta filóloga bíblica trilingüe (San Sebastián, 1965) rezuma antipatía al nacionalismo sin adjetivos. Y odio profundo a los abertzales radicales por asociacionismo directo con los terroristas que aquel lluvioso lunes de enero de 1995 asesinaron a tiros ante sus ojos a su entonces jefe, el concejal popular Gregorio Ordóñez, con quien compartía el plato del día en el bar La Cepa de la Parte Vieja donostiarra. "Fue tan desgarrador, le cambió tanto la vida, que jamás lo podrá olvidar".

Por eso, cuando más de una vez durante la redacción de la ponencia política del PP veía que José Manuel Soria, su compañero canario, traía la lección aprendida de Génova de no incidir en el aislamiento y dejar la puerta abierta a futuros entendimientos, San Gil se encrespaba, pues volvía a imaginarse a Rajoy con Imaz. Tanto como cuando José María Lassalle intentaba meter el lápiz. De éste, además, "no le han gustado sus formas" mientras hablaban por teléfono.

Su feroz antinacionalismo no se debe confundir con su amor por la tierra donde nació y en la que quiere seguir. "María está haciendo grandes esfuerzos por aprender euskera y ha estado incluso en cursos intensivos. Nada de lo de irse a Madrid es cierto.Lo pudo haber hecho en su día, pero aquí quiere seguir".

Sin embargo, a estas alturas de la contienda, especialmente desde que se conoció el contenido de la ponencia, pocos discuten que el icono San Gil ha perdido encanto. Sobre todo, entre muchos de sus más próximos. No entre fieles como Olivia Bandrés, la hija del ex dirigente de Euskadiko Ezkerra, que, incluso, se ha negado a dar su aval a Rajoy, pero sí en su grupo del Parlamento vasco y entre los cargos públicos de referencia. "No entendemos lo que ha hecho, porque es una ponencia que, incluso en algunas cosas es más de derechas de lo que nos vendría bien", se atreven a asegurar algunos. Quienes así lo entienden no esconden su teoría: "María no da este paso sin hablar previamente con Jaime Mayor ni con Aznar". Una hipótesis alimentada por las declaraciones del propio ex ministro del Interior, de hostigamiento a Rajoy y apoyo solidario a aquélla, que los críticos con la presidenta del PP vasco ven como reflejo de una voluntad instigadora. "Jaime no va a parar hasta conseguir que Rajoy ponga a uno de los más duros en un puesto de referencia en el congreso de Valencia".

Quienes en el PP vasco alardean de memoria histórica encuentran ahora la ocasión ácida propicia de recordar "cómo nos tuvimos que tragar la bilis aquellos días en que González de Txabarri paseaba por Getaria a los hijos de Álvarez Cascos y luego iban a comer con Arzalluz a Sabin Etxea". Eran los tiempos del pacto PP-PNV para sostener el primer mandato de Aznar. "Entonces a Mayor Oreja no le importaba comer y beber Ribera del Duero con Arzalluz". María San Gil lo veía de lejos.

Ahora, la presidenta está muy baja de ánimo. Es consciente de la grave crisis que ha provocado en un momento especialmente crítico para su partido. Se siente arropada, pero las acusaciones de que fue objeto en la tensa reunión con sus compañeros parlamentarios "le han hecho mella". Volverá a refugiarse en su marido, en sus dos hijos y en su amplia familia, que le arropan como hicieron durante su enfermedad. "Si no lo ve claro, se marchará a casa". Curiosamente, San Gil, que se dedicaba a vender seguros antes de incorporarse como secretaria de Ordóñez, es vecina, en una zona próxima a la playa de Ondarreta, de Imaz y del alcalde donostiarra, Odón Elorza.

Este conflicto interno al que los desconcertados cargos populares consultados por EL PAÍS no ven "ni pies ni cabeza" ha actualizado la guerra, mucho más soterrada, sufrida por esta formación en 2004, cuando se trataba de buscar un cartel electoral que supliera a Mayor Oreja y Carlos Iturgaiz, derrotados en las urnas. Desde Madrid hubo un intento nada descarado de pujar por Loyola de Palacio, a quien le atraía el proyecto, pero del que desistió cuando vio cómo se las gastaban aquellos a quienes podría sustituir. Sólo tuvo el respaldo significativo del sector alavés (Ramón Rabanera y Alfonso Alonso), que siempre ha sido refractario a la dureza de la doctrina Mayor y al que las urnas recompensaron muchas veces. "María no lo ha olvidado nunca. No se ha acabado de fiar de los alaveses. Nos ve blandos, cuando hemos sufrido como todos". Son los mismos, ahora junto a Iñaki Oyarzábal, que, sobre todo, reclaman unidad en torno a Rajoy y que. al tiempo, quieren hacer desistir a San Gil de su pulso.

Con el paso de las horas toma cuerpo la idea de que la presidenta se va en julio, apenas unos días después de que Ibarretxe celebre el pleno más esperado de la legislatura y que cogerá a los populares con la casa revuelta. En UPD, el partido de Rosa Díez, han abierto ya los brazos esperando a desengañados del PP. "Ya nos lo están diciendo, y cuando ellos mismos vean las peleas que va a haber por el poder, vendrán seguro", admite un representante bilbaíno del nuevo partido. "Eso no va a pasar. Hemos sufrido mucho por este partido como para marcharnos", dice uno de los populares. Sería, en todo caso, el efecto secundario de esta cruzada personal (o en compañía de otros) que lleva camino de causar efectos devastadores. Eso sí, nada comparables a los que Aznar o Rato podrían causar si median por San Gil en los próximos días. "Ese golpe sí que no lo supera Mariano", advierten en Madrid.

Escalofríos ante un desatre electoral

"No nos puede hacer esto con el calendario político que tenemos por delante", se lamentaba el miércoles un dirigente del PP vasco al valorar la trascendencia electoral del desplante reiterado de María San Gil a Mariano Rajoy. "Ella sabe que el electorado penaliza las divisiones en los partidos y ésa es la imagen que estamos dando".

Entre los críticos hay quien comenta con inequívoca intención que "parece como que quiere quitarse del medio ante la posibilidad de que tengamos un mal resultado ahora que el PSE está en alza". Y es en este contexto donde aumentan los temores sobre la suerte electoral del PP vasco en las próximas autonómicas. "Lo que vemos ahora puede ser una broma comparado con los tirones de pelos que habrá dentro de unos meses para entrar en las listas de las autonómicas porque, como los resultados se cree que no serán buenos, habrá puñaladas por ir en los primeros puestos". En los comicios vascos de 2005, el PP obtuvo 15 escaños, cuatro menos de los obtenidos en 2001 y el 9-M perdió un diputado.

"El problema real será el pánico a la derrota, porque nos vamos a ver en un sandwich entre Ibarretxe y López y nos puede ocurrir que encima estemos con un candidato nuevo". Para un curtido afiliado, de voz crítica, "parece como si fuera una estrategia para desgastar más a Rajoy porque se le atribuirá la derrota aunque esté María, y si no está, también se la echarán por haberla dejado marchar".

Transición

Leopoldo Barreda (Bilbao, 1960) es una garantía interna en el PP vasco para asegurar, al menos, una transición tranquila en el hipotético escenario de la huida de María San Gil. Este abogado, con dominio del inglés y de larga trayectoria institucional, es el portavoz popular en el Parlamento vasco, al que llegó, curiosamente, en sustitución de Jaime Mayor Oreja.

Siempre ortodoxo, reflejo directo de la disciplina interna, Barreda ha desempeñado un papel muy significativo en estos días tan convulsos. Aunque inicialmente se le situaba próximo a su presidenta, ha sabido expresar con nitidez su prioritaria adhesión a Rajoy, desmarcándose de los argumentos de San Gil.

Futuro

Las previsiones hacían creer que Alfonso Basagoiti (Bilbao, 1969) aprovecharía el melón abierto por María San Gil para conformar su propio camino, sobre todo tras haberse atrevido, a raíz de la derrota del PP el 9-M, a proponer un acercamiento del partido a la sociedad y una posible traslación al País Vasco de la fórmula navarra de UPN. Este amable abogado, de corte populista, incansable en su lucha por la alcaldía de Bilbao y que en muchas ocasiones ha hecho gala de tener criterio propio dentro del PP, se ha quedado a medio camino: de salida, arropó a su presidenta y cuando leyó la ponencia viró levemente para reclamar que es posible querer a San Gil sin odiar a Rajoy.

Alternativa

Junto con el veterano Ramón Rabanera, ahora senador, Alfonso Alonso (Vitoria, 1961) ha integrado el ticket ganador de los populares vascos hasta los pasados comicios. Una pareja, paradójicamente, siempre alejada de las tesis oficiales de San Gil, quien, además, nunca les ha considerado afines, pues les recuerda como valedores de Loyola de Palacio. El ex alcalde vitoriano, también abogado, inicia ahora su carrera política en Madrid como diputado, pero con un ojo siempre puesto en el País Vasco. Ideólogo de la oposición a San Gil, localizada en el sector alavés (a excepción del Valle de Ayala), lucha, en cambio, por hacerse con un liderazgo más amplio que le convierta en firme alternativa.

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