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61º Festival de Cannes

Un día de cine olvidable sobre la familia y sus malos rollos

El turco Ceylan y el francés Desplechin acaban cansando con sus devaneos

Carlos Boyero

Tal vez se deba a la casualidad y no a los criterios selectivos, pero hay algunas ediciones de festivales de cine en las que determinados temas se repiten obsesivamente en películas de distintas nacionalidades y estilos. Hubo uno en el que contabilicé como una docena de suicidios consumados o intentados. En la última Berlinale abundaban los niños raptados, torturados, prostituidos, violados y asesinados. Imagino que los monotemas responden al signo de los tiempos o a las preocupaciones del subconsciente colectivo. Y ya sé que no importa el tema sino cómo está tratado, pero como soy muy disperso prefiero la variedad y la heterodoxia.

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Me hago estas vanas reflexiones sobre las sospechosas coincidencias y el abuso del más de lo mismo al constatar que las dos películas que exhibió la Sección Oficial en la jornada de ayer trataban de familias en descomposición, de las mentiras, traumas, simulacros y enigmas que laten en el fondo de ellas. Y me mosqueo ligeramente previniendo que sea el tema de moda en este Cannes. Puestos a elegir conozco algunos asuntos que son más divertidos.

Los tres monos la dirige el turco Nun Bilge Ceylan, señor con prestigio notable en los festivales y en las revistas especializadas. Su cine es parco en palabras, de ritmo moroso, con imágenes que se perpetúan hasta que la mirada del espectador se siente agotada. Es el tipo de creador cuya cámara enfoca a un coche a tres kilómetros y no la mueve hasta que éste llega. Y por supuesto, le dedica la misma y cansina intensidad a los rostros y a los paisajes. Es su atmósfera, es su estilo, es su forma de hurgar en los sentimientos de sus retorcidos, confusos y atormentados personajes. Confieso el pecado de haberme aburrido un montón con sus anteriores películas Lejano y Los climas, de no pillarle el punto a sus historias de desamor, soledad e incomunicación. Pero tampoco se lo encontré jamás al mitificado e intocable Antonioni y no me ha ocurrido nada grave, he podido seguir viviendo.

En Los tres monos Ceylan se siente más comunicativo, la historia avanza, es menos hermético o artístico que en otras ocasiones, ocurren cosas. Abandona a los solitarios con mundo interior para centrarse en las tensiones de una familia. El padre ha aceptado a cambio de dinero culpabilizarse e ir a la cárcel por un atropello de coche que ha cometido su patrón, un político taimado y libertino que aprovecha el enchirone del falso culpable para liarse con su mujer. El hijo del matrimonio es yonqui. Padre, madre e hijo arrastran el trauma de otro hijo que murió. Todos conocen o sospechan las sucias movidas de los otros. Todos mienten o disimulan. Todo huele a volcán en erupción y a rotura. No logro implicarme demasiado en la tragedia de esta gente, pero la sigo con relativo interés, lo cual en mi caso es bastante. En el cine anterior de este hombre sentía que a la media hora se me cerraban los ojos y poco después algún compañero de butaca me recriminaba educadamente mis impresentables ronquidos.

En la película francesa Un conte de Noël, dirigida por Arnaud Desplechin, la familia es mucho más amplia que en la película turca y también están marcados por la temprana muerte de un hijo. Ya es casualidad. Aquí se juntan para pasar una problemática Navidad, ya que a la madre le acaban de descubrir una enfermedad letal. Los turcos eran exclusivamente sombríos, pero en esta familia hay momentos de pretendido jolgorio. También violencia interna y externa debido a un hijo pródigo. Y fantasmas del pasado, heridas sin cicatrizar, ajuste de cuentas.

Desplechin hace unas cosas muy raras con su cámara para filmar este reencuentro familiar a lo largo de dos horas y media que acaban haciéndose interminables. También posee un grave problema de casting. A Catherine Deneuve, señora que debido a su espléndida naturaleza o a la cirugía estética se conserva extraordinariamente bien, le colocan como marido de toda la vida a un anciano que podría ser su padre o incluso su abuelo. Con lo cual es imposible creerte que estas dos personas hayan pasado juntas vivencias tan remotas. Es una película que no provoca ni frío ni calor, aunque se empeñe en ser intensa, agridulce y compleja.Mentiras, traumas y simulacros pueblan las dos películas proyectadas ayer

Catherine Deneuve e Hyppolyte Girardot, que participan en <i>Un conte de Noël,</i> ayer en Cannes.
Catherine Deneuve e Hyppolyte Girardot, que participan en Un conte de Noël, ayer en Cannes.AFP
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