Los piratas vuelven a Fisterra
La Costa da Morte recupera la cruz que el corsario Paye robó hace 572 años
Jim, Rod, David, Roger y Jim soltaron una larga exclamación cuando el coche llegó al mirador de Talón. Loreto Marcote, la funcionaria del Concello de Fisterra que los había ido a recoger a Santiago, explicó el paisaje. A la izquierda, el monte Pindo, el olimpo celta. Enfrente, Fisterra, a cobijo de la montaña. Siguiendo la orilla, el fin de la tierra para los romanos, el Ara Solis para los celtas. El cabo parece un brazo acuchillando el océano desde el mirador de Talón.
"Increíble", se escucha en el coche mientras dura la postal. Cara de incredulidad le quedó también a un policía del aeropuerto de Londres cuando se le presentaron un ferroviario, un jubilado, un empresario hostelero, un mariscador y un director de museo con el cuento de que eran los Piratas de Poole. La cruz de un metro de alto por 60 centímetros de ancho que pretendían facturar era para entregar en la Iglesia de Santa María das Areas de Fisterra y saldar así una deuda contraída por su paisano Harry Paye hace 572 años. "Tuvimos que enseñarle el Times y el Daily Telegraph porque no se lo creía", comenta entre carcajadas Rod Jenkis, el secretario de la asociación Los Piratas de Poole, una localidad ribereña de 144.000 habitantes en el sudeste de Inglaterra.
El crucifijo, de roble inglés, tiene un trozo de la campana del 'San Bartolomé'
En cinco minutos finaliza el acto. "Harry Paye puede descansar tranquilo"
Hasta hace seis años, estos cinco piratas no sabían nada de Fisterra. Con otros diez compañeros de esta asociación bucanera se dedicaban a homenajear cada 21 de junio las andanzas de Harry Paye, corsario benefactor en Poole. Una tarde, David Watkins, director del Museo de Historia de Poole, tecleó en Internet el nombre de su paisano. Descubrió que en la Biblioteca Menéndez Pelayo en Santander se conservaba El Victorial, una crónica caballeresca sobre Pero Nino, conde de Buelna. En este manuscrito de 1436 se detalla cómo Arripay incendió Gijón y saqueó Fisterra, llevándose un crucifijo de la iglesia de Santa María das Areas "que tenía fama igual al que recibía la más alta devoción en todo el país".
"Como Harry era católico está en el purgatorio. Devolviendo una cruz esperemos que vaya al cielo", bromea David Watkins.Es mediodía y José Traba, el alcalde, espera una visita "organizada a la fisterrana". Hace 15 días Agustín Fariñas, el cura del pueblo, le telefoneó para comunicarle que los Piratas de Poole le habían anunciado el viaje. Mientras hace tiempo, se zambulle en la historia. "Ya existía el Cristo da Barba Dourada, que data de 1320. Es probable que cuando sucedió el saqueo el pueblo lo escondiese y luego dijese que se habían llevado una cruz para que se incrementase el odio contra los ingleses".
Los cinco piratas se bajan del coche delante del Castillo de San Carlos. No pintan como fieros bucaneros, sino como alegres turistas. "La comida es excelente y nos encanta la Estrella Galicia", responde David Watkins cuando el regidor se interesa por el viaje. Por Fisterra pasan desapercibidos, camuflados entre el centenar de peregrinos que han llegado para conseguir la Fisterrana, el certificado que acredita que se ha peregrinado a pie, caballo o bicicleta desde Santiago. El Cristo da Barba Dourada está restaurándose y José Traba aprovecha para contar el chiste de la semana: "Ha sido retirado por si se lo llevaban los piratas".
La iglesia de Santa María das Areas, del siglo XX, la que fue saqueada por Paye, está en obras y cuando llegan los piratas a la siete de la tarde el párroco hace equilibrismo entre los andamios para acceder a la sacristía y abrir la puerta principal. "Hay que encontrar un sitio y los de Patrimonio tienen que autorizarlo", bisbisea el cura sin que se enteren los Piratas de Poole. Finalmente, se decide hacer la entrega delante del hueco del Cristo de la Barba Dourada "y ya se verá dónde se pone luego". En cinco minutos finaliza el acto. El crucifijo de roble inglés con un fragmento de la campana encontrada en el pecio del San Bartolomé, que naufragó cerca de las islas Scilly, restituye la afrenta de Harry Paye. "Ya lo hemos hecho. Harry puede descansar tranquilo", resopla satisfecho David Watkins.
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