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Reportaje:La ofensiva terrorista

La pesadilla dura ya 40 años

ETA ha asesinado a 823 personas en cuatro décadas de historia criminal - Gobiernos de distinto signo han tratado de dialogar con la banda

El próximo 2 de agosto se cumplirán 40 años del primer asesinato planificado de la banda terrorista ETA: el del policía franquista Melitón Manzanas en Irún. Una muerte que al entorno proetarra siempre le ha costado poco reivindicar -aún menos que otras- porque Manzanas era un conocido, temido y odiado torturador.

Sin embargo, no fue ése el primer asesinato de la banda: el 7 de junio de ese mismo año había sido tiroteado en un control de carretera el guardia civil José Pardines. Mucho antes, el 28 de junio de 1960, moría en una estación de tren de San Sebastián la niña de dos años Begoña Urroz, al hacer explosión una bomba que nadie reivindicó. Según diversos investigadores -entre ellos el catedrático y ex ministro Ernest Lluch, también él asesinado más tarde- fue ETA quien puso esa bomba, aunque esto nunca llegó a demostrarse.

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Hoy son ya 823 las víctimas del terror etarra, y entre ellas, junto a policías, guardias civiles y militares, hay concejales, periodistas, tenderos, ciudadanos de toda condición (muertos en el atentado de Hipercor y otros actos terroristas indiscriminados) y niños.

En estas cuatro décadas sólo ha habido cinco años en los que nadie ha muerto a manos de etarras: muy al principio, en los años 1970 y 1971; después durante la tregua de 1999 y finalmente en los dos primeros años del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: 2004 y 2005 (además de todo el año 2006 antes de que el 30 de diciembre estallara la bomba de la T-4 del aeropuerto de Barajas). El peor momento, si el criterio es el número de muertos, fue el del trienio 1978-1980, cuando no había semana sin sangre.

E, igual que se han sucedido los asesinatos, no han parado en estos 40 años los intentos para buscar un fin dialogado del terrorismo. Hasta cuatro veces ha probado el Gobierno -con UCD, con el PP y dos veces con el PSOE- a sentarse a una mesa con los etarras. La primera vez salió relativamente bien: ETA político-militar (una de las tres ramas de la banda en ese momento) abandonó las armas en 1982, tras negociar la excarcelación de sus miembros con los Gobiernos de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo. Los tres intentos siguientes han sido tres sonoros fracasos. El último, aderezado además con la fractura abierta entre los partidos democráticos.

Esos tres episodios fueron precedidos por sendas treguas de ETA: puntuales -de uno, dos o tres meses- durante la negociación con el Gobierno de Felipe González, "indefinida" con José María Aznar -duró un año y dos meses- y "permanente" -nueve meses en la práctica- con Rodríguez Zapatero.

Al tiempo, los partidos democráticos han llegado en tres ocasiones a acuerdos para afrontar juntos la lucha antiterrorista. El primero fue el Pacto de Madrid, en 1987, que dio lugar en 1988 a una versión equivalente entre los partidos vascos: Ajuria Enea. Y en 2000, con Gobierno del PP y a propuesta del PSOE, estos dos partidos firmaron el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Redujo los asesinatos y mandó a la ilegalidad a Batasuna, pero saltó por los aires en la legislatura pasada. A día de hoy, no hay unidad de los demócratas contra el enemigo común.

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