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ESCALERA INTERIOR
Columna
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La respuesta de Paco el listo

Almudena Grandes

Qué os había dicho yo, eh, qué os había dicho? Lo de Obama se veía venir, que este tío no sale, que no sale pero vamos, clarísimo, hace meses que os lo vengo diciendo...

Y mientras Paco el listo golpea el periódico con el dorso de la mano, Pascual le mira, resopla, limpia el mostrador que acaba de limpiar con la misma bayeta, por hacer algo, y vuelve a resoplar.

-¡Qué vas a decir tú, Paco, qué vas a decir tú! -Braulio, que además de quiteño es el único parroquiano capaz de pararle los pies, se vuelve como si el hartazgo fuera un mosquito y acabara de picarle en la nuca-. O sí, sí, es cierto, lo dijiste hace dos semanas, y cuatro, y cinco y media, que Obama se hunde… Pero entre medias, el doble de veces has dicho que va a barrer, ¿o no?

"Le llaman 'el enterao' porque presume de ver crecer la hierba, de saberlo siempre todo"

El clamor que se eleva alrededor de la barra no menoscaba en absoluto la fiera arrogancia del cliente más pesado de Pascual, tal vez el único que se ha ganado el mote a pulso. Paco, cincuenta y tantos años, calvo, fumador de puros por lo general malos -aunque se guarda la vitola de los buenos que pilla de vez en cuando para reutilizarla hasta que se rompe-, es un simple conserje de un ministerio, pero prefiere decir que trabaja allí, como si el ministro le consultara la agenda todas las mañanas. Él no lo desmiente y por eso le llaman "el listo", o "el enterao", porque presume de ver crecer la hierba, de saberlo siempre todo y de que a él nadie, pero lo que se dice nadie, le ha engañado jamás, nunca en la vida. Cuando alguien se compra cualquier cosa, desde un ordenador portátil hasta una corbata, él ya ha encontrado algo mejor, y más barato. Lo mismo pasa con las noticias, con la política, con las medicinas, con la comida y hasta con los niños, porque se atreve a dar consejos a las madres jóvenes sobre los ingredientes de las papillas de fruta de la merienda o la forma de los chupetes anatómicos. Y lo peor no es eso. Lo peor no es ni siquiera que se lo cuente sin parar, en voz alta y a cualquiera que se le acerque. Lo peor es que no tiene memoria de sus propias, sucesivas e irritantes equivocaciones.

-¿Yo? -se vuelve ahora hacia Braulio-. ¿Yo he dejado de decir alguna vez que Hillary tiene más posibilidades de ganar?

-Sí -pero su interlocutor no se amilana-. Tú. Tú mismo has dicho un montón de veces que Obama iba a arrasar.

-Mentira.

-Verdad.

-Que sí, Paco, que tú no sabes nada. Sabes lo mismo que yo, lo mismo que cualquiera que lea el periódico con atención todos los días. Y, claro, cuando en un Estado gana Obama, saca más ventaja, y cuando gana Hillary, pues empatan. No es más que eso. Lo que digas tú te lo puedo decir yo igualito, vamos.

-¡Hay que ver, Braulio, pero qué ingenuo eres! ¿Cómo va a ser lo mismo, si yo trabajo en un ministerio y tú eres un simple dentista?

-Un simple dentista que ha ido a la universidad, ha hecho una carrera y gana diez veces lo que ganas tú -tercia el compañero de mus del aludido.

-Es posible, pero no estamos hablando de dinero, sino de información -concluye Paco el listo con aire digno.

Y por no darle una bofetada, Pascual vuelve a limpiar el mostrador, que ya no está limpio, sino tan reluciente que se podría comer encima. Y entonces tiene una idea, y le parece brillante, y la vuelve a pensar, y sigue apreciando su brillantez. Al fin y al cabo, él no es de los que tienen ideas brillantes todos los días, así que no es fácil que se confunda. Por eso aparta la bayeta, clava los dos codos en la barra, se inclina hacia delante e interviene.

-Oye, Paco, y tú que eres tan listo, a lo mejor puedes solucionarme una duda que tengo…

-Pues seguramente -radiante sonrisa de suficiencia-. A ver, dispara…

-Verás, es que llevo unos días pensado… ¿Quién crees tú que va a ser el próximo candidato del PP, Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre o alguno que no ha asomado la oreja todavía?

Por un momento, el bar se convierte en un pueblo de casas de madera y calles de tierra apisonada por donde rueda el esqueleto disecado de un matorral. No se escucha ni una mosca mientras Pascual mira a Paco el listo, éste le devuelve la mirada, y todos los demás, tan inmóviles como sus labios sellados, apuestan con ellos mismos sobre cuál de los dos desenfundará primero. Entonces, en la radio, que lleva encendida todo el día, pero sólo ahora se oye, suenan las señales que marcan las ocho en punto de la tarde, y Paco el listo levanta la cabeza con la expresión de un boxeador que escucha la campana cuando ya ha empezado a sangrar por las dos cejas.

-¡Huy, las ocho, qué tarde! Anda, Pascual, cóbrate, que la parienta me va a matar…

-Claro -Pascual se cobra, y devuelve unos céntimos en un platito-. Pero no has contestado a mi pregunta.

-No, bueno, es que… Me tengo que ir, de verdad, es que es tardísimo…

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Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

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