Hezbolá desafía al Gobierno libanés y toma el aeropuerto de Beirut
Facciones chiíes se enfrentan a tiros contra las fuerzas leales a las autoridades
Desde el fin de semana se anunciaba en Beirut que la huelga general convocada por los sindicatos libaneses iba a degenerar en altercados violentos. Fue suspendida. Hezbolá, el partido chií satélite de Irán, convirtió ayer la protesta en un desafío total a la iniciativa del Gobierno prooccidental. Éste había declarado el martes que la red telefónica tendida por Hezbolá -paralela a la del Estado-, es "un ataque a la soberanía nacional", y destituía al general a cargo de la seguridad del aeropuerto de Beirut por complicidad con el partido-milicia chií. Los choques armados entre leales a ambos bandos brotaron esporádicamente, aunque unos y otros son conscientes del riesgo de prender la chispa que desate una contienda en toda regla. Sólo hubo una decena de heridos. Líbano, víctima de las ambiciones sirias y de las estrategias de EE UU y Francia, se acerca, sin prisa pero sin pausa, al precipicio.
En algunos barrios de la capital, partidarios de las facciones enfrentadas se enzarzaron a tiros y a pedradas. El Ejército, que trata de mantenerse neutral, se desplegó masivamente en Beirut y otras ciudades del país. Pero no abortó la protesta de los fieles de Hezbolá, que montaron barricadas, quemaron neumáticos, y cortaron la carretera al aeropuerto beirutí, una instalación vital y objetivo preferente de las manifestaciones de la oposición.
También derribaron un edificio del Movimiento del Futuro, el partido del líder suní, Saad Hariri. Y por la tarde, Hezbolá -que considera su red telefónica un asunto tabú- desplegaba tiendas de campaña en el aeropuerto para montar otra sentada similar a la que ha paralizado, desde hace año y medio, el remodelado centro de Beirut. Prometieron que no la abandonarán mientras el Ejecutivo no restituya al jefe de seguridad del aeropuerto. El Gobierno barajaba decretar el toque de queda.
La guerra soterrada entre los bandos irreconciliables se agrava paulatinamente. Los chiíes y sus aliados maronitas, encabezados por el ex general Michel Aoun, se arman hasta los dientes. Suníes, drusos y otros partidos cristianos que forman el Ejecutivo hacen lo propio. No se reconocen legitimidad, y si el Gobierno adopta una medida que daña a Hezbolá, el movimiento chií responde con contundencia.
Desde noviembre de 2006, el Parlamento no se reúne y desde hace medio año ha sido incapaz de elegir al presidente. El Gobierno de Fuad Siniora no cede a las exigencias de Hezbolá de disponer de derecho de veto en el Gabinete. Y pensar que el partido chií va a dar un paso atrás es una quimera. Se saben fuertes. No hay más que viajar hacia el sur del país para apreciar que Hezbolá acrecienta su poder.
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