_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Picaresca de posguerra

Ángel S. Harguindey

Narrativa. Nueve días antes de morir, Rafael Azcona entregó el manuscrito revisado de Los ilusos, novela publicada por primera vez en 1958, hace ahora 50 años. Su recuperación literaria comenzó en 1999 con Estrafalarios I, recopilación de tres de sus novelas cortas. En las distintas reediciones de sus textos, su autor siempre revisaba el original no tanto para modificar sustancialmente su contenido o forma como para añadir los detalles que ocultó en su día como consecuencia de una inevitable autocensura. Detalles sin excesiva importancia pero que, en su opinión, no incluirlos sería una forma de engaño al lector y al propio autor.

Paco, el protagonista, llega a Madrid desde su natal Pamplona. Viene dispuesto a triunfar en el difícil mundillo literario. 186 páginas después, y sin que el contar el final reste un ápice de interés al relato ya que el atractivo es el desarrollo de la trama, aquel joven tira la toalla de sus esperanzas y acepta trabajar en el hostal de un tal Manfredo, un hombre que sentía un profundo desprecio por los poetas: "En lugar de dedicarse a los ruiseñores, dedíquese a las gallinas, le pongo por ejemplo de animal práctico y productivo, y venda sus huevos. O cómaselos, si no ha nacido para el comercio", le explicaba quien sería su nuevo patrón.

Los ilusos (nueva versión)

Rafael Azcona

Ilustraciones de Antonio Mingote

Ediciones del Viento. A Coruña, 2008

186 páginas. 18 euros

Los ilusos no es sino la travesía de un joven que llega a la gran ciudad, que se sumerge en los ambientes bohemios de los que sin levantar cabeza no renunciaban a la gloria de la lírica, que alcanzan la plenitud en un delirante viaje a Granada con la noble misión de "sembrar el grano de la poesía por las basálticas tierras de España" y que, final y personalmente, claudica ante las dificultades. Naturalmente, esta excelente novela costumbrista es eso y mucho más. Es un gran muestrario de una cierta picaresca urbana en la dura posguerra. Una nueva demostración del rechazo que sentía el responsable hacia los sentimientos considerados como una de las bellas artes: "O sea, que se arruinó por amor' dedujo Paco, haciendo literatura. 'Hombre, si a eso le llamas amor... Que lo tenía cogido por el nabo y basta". Es, también, un canto a la solidaridad y una muestra extraordinaria del oído de su autor para el habla popular además de un alarde de generosidad argumental.

En las novelas de Azcona, como en las de uno de sus grandes maestros, Pío Baroja, la cantidad de personajes que surgen en cada capítulo, y que tendrían cada uno de ellos material para un relato o una nueva novela, es deslumbrante. En unas líneas esboza una vida que daría para muchas más: "A Luis le colgaban por detrás los tirantes del pantalón. Según el informe confidencial de Adolfo, aquel sujeto era el querido de doña Rosita; un día había acudido como fontanero a reparar una fuga de agua, hizo alguna frase de doble sentido a cuenta del soplete, doña Rosita se le despechugó y Luis ya no volvió por la fontanería ni para devolver el soplete". O cuando describe al guardia municipal Atilano: "Acaba de sacar un libro titulado Pompas y Ditirambos, compuesto por sonetos que ensalzan con los mismos adjetivos los méritos del río Manzanares y los del Misisipi; los del Premio Nobel don Santiago Ramón y Cajal y los de don Mariano Castillo y Ocsiero, inventor del Calendario Zaragozano; los de la piedra de los Toros de Guisando y los de la ternura de la ternera de Ávila... Pues bien: Atilano se presentó de uniforme en la Embajada de Suecia, metió entre las páginas de un ejemplar de su libro un billete de cinco pesetas y se lo entregó a un funcionario diciéndole, con un guiño: 'Esto, para lo del Nobel".

Cada vez se escucha con más frecuencia en boca de gentes sensatas y eruditas que para conocer la historia del género humano es más provechoso leer a determinados novelistas que desempolvar archivos. Lo que resulta evidente es que obras como El cochecito, Los europeos o Los ilusos resultan ya imprescindibles para conocer nuestro pasado inmediato.

El guionista Rafael Azcona, en 2005.
El guionista Rafael Azcona, en 2005.R. GUTIÉRREZ

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_