La comedia como juego de precisión
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En El libro de las ilusiones, de Paul Auster, se incluye una brillante reflexión sobre el hechizo de esas comedias sin palabras que, en los albores del cine supieron acuñar un modelo de lenguaje que no podía traducirse a otro medio: "En su mayoría, las comedias mudas no se habían molestado en contar historias. Eran como poemas, como interpretaciones de sueños, como intrincadas coreografías del espíritu, y, al estar ya muertas, quizá a nosotros nos llegaban más profundamente que a los espectadores de la época". Estas palabras podrían capturar la esencia de El maquinista de la General (1927), salvo porque Buster Keaton sí quiso contar una historia. De hecho, un fragmento de Historia con mayúsculas: la Gran Persecución Ferroviaria, episodio de la Guerra Civil americana acontecido el 12 de abril de 1862, cuando un grupo de soldados de la Unión se hizo con el control del ferrocarril General y fue tenazmente perseguido por su conductor, William Allen Fuller. La historia no tuvo un final feliz: los confederados capturaron al grupo de intrusos y ahorcaron a ocho de ellos.
A pesar de que la comunidad cinéfila sigue polarizándose cuando salen los nombres de Buster Keaton y Charles Chaplin, el debate debería quedar superado: es cierto que el primero, como señaló Luis Buñuel, fue "ese gran especialista contra toda infección sentimental" frente al gusto de Chaplin por el golpe bajo emotivo, pero a ambos les unió siempre la convicción de que la forma era la prolongación natural de sus personalidades cómicas. Quizás eso es lo que ha hecho perdurables las comedias del cine mudo: más allá de la construcción de una identidad cómica a través de los recursos interpretativos, el humor se sostenía en la puesta en escena. En este sentido, Keaton tuvo su mejor aliado en el montaje, entendido como mecanismo de transparencia y legibilidad: empeñado en protagonizar sus propias escenas de riesgo, el cómico lograba coreografiar las más sofisticadas coreografías del azar aparente en forma de nítidos teoremas matemáticos, puras ecuaciones visuales que resolvían la esquiva incógnita de la hilaridad universal.
Relato tragicómico (o melo-tronchante) sobre un tipo que pulveriza injustas sospechas de cobardía, tras recuperar ferrocarril y novia en un laberinto de escenas de acción diseñadas en el limbo de la abstracción lúdica, El maquinista de la General supuso un auténtico tour de force en la carrera de Keaton, la máxima depuración de su estilo y uno de los trabajos más ambiciosos de su filmografía. No obstante, el cómico tuvo que esperar a que el tiempo pusiera su trabajo en su lugar: en su momento, la crítica recibió la combinación de comedia y elementos dramáticos con hostilidad y la recaudación de taquilla fue desastrosa. Hoy nadie duda de su condición de obra maestra.Relato tragicómico o melotronchante sobre un tipo contra su cobardía
Babelia
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