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Mercadillos con bandera pirata

El mercadeo ilegal sube y el Consistorio estudia nuevos puntos de venta ambulante

El brazo, huesudo y estrecho, está cruzado por un largo tatuaje longitudinal, números romanos, que le llega hasta el codo. La mano sostiene en abanico varias calculadoras de bolsillo cubiertas por un plástico. La boca, con las encías retraídas, etiqueta el precio de venta al público: "¡Un euro, por un euro te la llevas!". José, que adorna su biografía con una supuesta estancia en la cárcel de 22 años, ocupa uno de los últimos "puestos" del mercadillo pirata de la plaza de la Cebada.

En la zona del Rastro acuden los peristas los sábados de madrugada
"La gente tira todo porque cree lo de la fecha de caducidad", dice un vendedor

Una reunión de objetos rescatados de las basuras, o directamente robados, como zapatos blanco- verdosos con tacón rosa, vídeos de Madrid visto desde el cielo, restos de una vajilla de vidrio rugoso y opaco o un montón de tabletas de chocolate Valor metidas en una bolsa del supermercado Lidl.

El horario comercial oficial es desde las dos y media de la tarde hasta la irrupción de la Policía Municipal. Los usuarios, en su inmensa mayoría, son personas mayores, pensionistas, estudiantes de aspecto desaliñado e inmigrantes.

El de la Cebada es sólo un pequeño anillo en el planeta de los mercadillos clandestinos. Sólo en el centro hay, al menos, otros tres focos de venta de objetos viejos: en Embajadores, en Atocha y en las callejuelas que bajan hasta la Puerta de Toledo. Allí se acumulan basura, libros viejos desencuadernados o camisetas de Iron Maiden usadas. Y si las mercancías son muy variadas, los horarios son también muy distintos de unos a otros. Abarcan desde primera hora de la mañana de un día laborable en Atocha hasta el "pre-Rastro" de los sábados a las tres de la mañana, donde los indigentes ofrecen sus hallazgos nocturnos y otro tipo de comerciantes "negocian con los peristas que operan por la zona del Rastro", según observación de uno de estos vendedores ambulantes.

Hay más puntos de venta de objetos dudosos, como el mercadillo de alimentos robados a la carta del bulevar de Peña Gorbea, en Puente de Vallecas, copado por toxicómanos en calidad de proveedores y pensionistas ancianos en calidad de compradores. Al margen, claro, de los kilómetros de aceras ocupados por ropas de marca falsificada. Y no sólo en la calle, "también en muchas tiendas de Lavapiés", según denuncia un habitual de los mercadillos.

Otros de estos mercados no regulados son de carácter vecinal y no tienen ese regusto marginal: el de trueque de Prosperidad o el de coleccionistas de cromos y cupones de Quintana. Precisamente, el que se organizaba los sábados en el barrio de Prosperidad ha sido proscrito por el Ayuntamiento. Una prohibición que ha irritado a los vecinos, "porque no se hacía ningún mal", en precisión de Francisco, domiciliado en López de Hoyos, y ha motivado una queja formal del grupo municipal de Izquierda Unida en el Consistorio.

Pero esos intercambios vecinales, relativamente frecuentes, no preocupan a las autoridades municipales. A la Concejalía de Seguridad lo que le inquieta son los mercadillos clandestinos de "guarradas, falsificaciones y objetos robados". Pero para acabar con éstos, dicen, "no hay solución".

"Con la legislación en la mano no se les puede hacer nada", insisten. Sólo "hostigarlos". Pero no parece que ese hostigamiento, que, efectivamente, es diario, surta el menor efecto. Los vendedores, a imagen y semejanza de lo que pusieron de moda los esforzados del top manta, exponen sus mercancías sobre una tela que rápidamente se convierte en un hatillo al hombro. "¡Agua, que vienen los perros!", es el grito que precede a una huida coordinada de todos los vendedores ambulantes.

En cada zona de venta se colocan dos hombres, uno en cada extremo, para vigilar la irrupción de la Policía Municipal. Los agentes, según ellos mismos, ofrecen a los que sorprenden un albergue para dormir. No les detienen, dicen, "porque da lo mismo. No pueden pagar las multas y no es un delito penal". La realidad es que, al menos el pasado miércoles, lo que hacen es pedir la documentación y registrar a quienes detienen. El Ayuntamiento advierte una dificultad extra en su lucha contra este menudeo de mercancías: "Más del 90% de los vendedores tienen patologías psiquiátricas, además de adicciones".

Pero el Consistorio ya tiene sobre la mesa un plan de acción. Desde el pasado mes de febrero han completado un plan para aumentar el número de mercadillos ambulantes en Madrid. La cifra total de los puntos de venta nuevos o ampliados sería de 25 y afecta a casi todos los distritos de la capital. Ahora no llegan a la decena los mercadillos legales.

"Al final, si no se hace nada y no se aprueban nuevos puntos de venta, habrá un mercadillo ilegal en cada boca de metro", es el diagnóstico de Jesús Viu, presidente de la Federación de Vendedores Ambulantes de la Comunidad de Madrid. En opinión de Viu, alguna de las personas que hoy se gana la vida con la venta irregular "se podría integrar en el comercio legal". Pero eso sólo podría suceder si se aprobasen, definitivamente, los nuevos puntos de venta ambulante. Esta asociación tiene una larga ristra de quejas. En su opinión, la regulación de este negocio "está estancada desde hace treinta años". Las nuevas necesidades de la gente "son las que hacen que proliferen mercadillos ilegales, pero éstos no tienen unas garantías mínimas de calidad", subrayan.

Argumentos que no conmueven a José, el de la Cebada y natural de Villaconejos: "En la basura se encuentran unos chorizos cojonudos, y, oye, hasta jamones y todo". Esto se debe, según José, a que "la gente tira de todo porque se cree la mentira esa de las fechas de caducidad, que son un invento de las multinacionales".

Clientes examinan la mercancía de un puesto de venta ilegal en Atocha.
Clientes examinan la mercancía de un puesto de venta ilegal en Atocha.L. S.

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