Con las ganas de escuchar a Houellebecq
Objetivo: escuchar a Michel Houellebecq. Estrategia: hacer cola frente al número 31 de la calle de Alcalá. Resultado de la misión: para muchos, imposible. El políticamente incorrecto escritor francés era, sin duda, el plato fuerte de La Noche de los Libros. De ahí que se formara una larga cola frente a la sede de la Consejería de Cultura hasta dar la vuelta a la manzana.
Dentro, en un auditorio claramente insuficiente ante tanta expectación, el centenar de sillas se llenaron sólo con periodistas y vips. Melanie (francesa) Aitana (hispanobelga) y Arquímedes (venezolano) fueron de los pocos afortunados -ellos calculaban que entraron unos 20; un miembro de la organización aseguró que 70- que escucharon al autor de Plataforma desgranar sus lecturas infantiles. Eso sí, dos de ellos se sentaron en el suelo. "Es increíble. Nadie avisó de que no se podría entrar o de que habría que estar de pie", se quejaban.
"Nadie avisó de que no se podría entrar", lamentaba un asistente
Por suerte, antes de Houellebecq hubo mucha tarde. Y muchas ganas de literatura. Se notó, por ejemplo, en la web: "Al salir el sol vi / cientos de libros / frotándose las páginas / tras una larga noche de trabajo". Decenas de micropoemas como éste habían llegado a www.madrid.org/lanochedeloslibros horas antes de que empezaran las actividades. El concurso consistía en comprimir la inspiración nocturna en los 152 caracteres de un SMS. A medianoche, ya eran centenares.
Las tertulias fueron las más madrugadoras. Los escritores Paula Izquierdo, Juan Manuel de Prada y Rafael Reig se encontraban a las cinco y media en el Café Comercial para hablar del sexo en la literatura. ¿Y a ti qué te pone? era el título. De Prada, cuyo primer libro se titula Coños, acabó confesando que le ponen "los sobacos sin depilar" y Reig, que lo suyo son "los uniformes, como los de las cajeras de El Corte Inglés". Mientras la mitad del aforo se lo pasaba pipa, la otra, a lo suyo. Unas señoras incluso jugaban a las cartas en una mesa del fondo. A los escritores, ni una mirada de curiosidad.
Ante la avalancha de propuestas y el tiempo escaso, el metro se hizo imprescindible. La Escuela de Escritores, cerca de la plaza de España, ofrecía ayer talleres gratuitos. En escasos 45 minutos, Ignacio Ferrando explicaba a sus ocho alumnos los mimbres del relato: "Las claves son el conflicto y el cambio", repetía.
En la clase de al lado, miembros de Proyecto Fahrenheit 451 recitaban en voz alta fragmentos de obras literarias. "Estoy muerta de pánico", confesaba Leni Santana, colombiana de 44 años y encargada de leer El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Unos minutos más tarde, lo repetía en la plaza de los Cubos, ya frente al público, formado en su mayoría por asombrados transeúntes. "No sé de qué va esto, pero me gusta. Me voy a quedar", decía Manuel, mientras se acomodaba en un escalón de la plaza.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.