El escenario del crimen
Nada indica, a primera vista, que nos encontremos en el escenario de un crimen. Que el doble edificio de aluminio y cristal sea el cuerpo del delito. Se aproxima la Hora H y los alrededores de la zona no podrían resultar más pacíficos. El cronista se toma un café en el bar de enfrente, y en la barra, a su lado, una señora distrae la espera haciendo un sudoku, mientras otros parroquianos hablan de lo mal que juega el Barça. Todo resulta inocente y trivial. Pero al otro lado de la calle está el objeto que ha provocado durante cinco años toda clase de enfrentamientos. Brilla el sol de abril sobre las aceras del Ensanche, en la esquina de las calles de Villarroel y Londres. Algunas madres jovencísimas, empujando enormes cochecitos con bebés, o cargando recién nacidos en mochilas superacolchadas, se amontonan junto a las puertas de ambos edificios. Llegan más madres y padres.
A las cinco en punto de la tarde sale la turbamulta de diminutos barceloneses que se ha pasado la jornada escolar en el Colegio Mallorca y en la guardería Londres, instituciones ubicadas en unos edificios cuyo diseño fue premiado por el propio Ayuntamiento barcelonés, pero que hace apenas unas semanas han sido declarados de forma "inapelable", por decirlo en el término jurídico exacto, contrarios a la ley y, particularmente, a las ordenanzas del propio municipio. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña dice que hay que tirarlo todo: el colegio, la guardería, y los minipisos aún vacíos que ocupan la parte superior del edificio que da a la calle de Londres. Si se hiciese ejecutar la sentencia, 200 escolares y 60 críos de menos de tres años deberían buscar colegio y guardería otra vez. Por no hablar de la cola de más de 100 familias que están tratando de tramitar la preinscripción de sus críos, optando a las apenas 25 plazas que habrá en la guardería para el próximo curso. En todo el Ensanche apenas hay una docena de colegios públicos y las guarderías municipales no llegan a media docena.
El complejo educativo-residencial se construyó desde el principio con la oposición de los vecinos. Específicamente de un grupo autoproclamado Moviment Pro Illa Verda. El proyecto arquitectónico tuvo que ser modificado en varias ocasiones, las obras llegaron a paralizarse por intervención judicial, el presupuesto de unos 20 millones de euros se triplicó, pero el colegio de enseñanza primaria y la guardería funcionan desde hace un par de años. El Ayuntamiento se ha abstenido de arrendar los pisos.
Por su parte, leyendo la ley y sin mirar a la vida, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña dice que hay que tirar esas edificaciones porque se encuentran en un solar que hubiese debido ser destinado por el Ayuntamiento a "zona verde". Unos vecinos que, según me cuentan algunas madres mientras besan y repeinan a sus críos, llegaron al extremo de tirar huevos a los niños durante la celebración infantil del carnaval.
Hablo con el director del colegio, Manel Cortés, en su despacho. Aún recuerda el inadecuado y viejo edificio de oficinas donde estaba el CEI Mallorca hasta hace bien poco.
Hace unos días, Manel Cortés y varios representantes de los padres de los alumnos de la escuela y la guardería fueron invitados a almorzar por el alcalde Hereu, quien les aseguró que la orden de derribo no se ejecutará. Tarde, pero parece que el municipio y el Moviment pro Illa Verda están negociando. La solución: que los pisos se conviertan en residencia de ancianos o alguna clase de equipo de función social que no sea el alojamiento de inquilinos. Que el cielo ilumine a las partes, ya que no iluminó a la justicia.
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