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Columna
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Hombres siempre

El nuevo Consejo de Gobierno de la Junta estará integrado por el presidente, dos vicepresidentes-consejeros, ocho consejeras y cinco consejeros más. Hay igualdad de número y desigualdad jerárquica, y fue muy explícito el debate-combate del jueves pasado entre Chaves y Arenas, según la estupenda crónica que Lourdes Lucio e Isabel Pedrote publicaron en este periódico. Fue otra vez el enfrentamiento de hace doce años entre los jefes del PSOE y el PP, aunque con astillas resabiadas, afiladas y amargadas por el tiempo. Arenas y Chaves se tacharon mutuamente de autoritarios y fracasados y viejos, jubilados o prejubilados: es pavorosa la caída en el solitario y maldito arrabal de la senectud. "Somos dos políticos experimentados, un poco déjà vu", un poco vistos, dijo lúcidamente Chaves, y muy vistos resultaban sus hábitos dialécticos, muy de bar, muy masculinos, muy calientes.

Eran los dos líderes masculinos de siempre, o tres, si sumamos al cabeza de IU, tres hombres, bajo el arbitraje de una mujer, Fuensanta Coves, presidenta del Parlamento. Nos vamos acostumbrando a las mujeres con poder político, pero nombradas por hombres y dependientes de partidos mandados por hombres. Nunca he entendido a quienes se oponen a la igualdad de número entre hombres y mujeres en las listas electorales, alegando que esas listas deben hacerse por méritos, sin dar por supuesto que, con estricto respeto al merecimiento y la valía de los aspirantes a candidato, siempre se podrá hacer una lista sexualmente paritaria. Pero tampoco entiendo ahora la manía masculina de exhibir a las mujeres como trofeos y adornos de la casa, y estoy pensando en la foto de Zapatero con sus ministras. Estas exhibiciones son simétricas a la sorpresa que el asunto provoca en Italia, donde los periódicos hablan de il quadro femminile, la squadra rosa, el equipo rosa. La zafiedad paleoclerical de Berlusconi es ejemplar: "Le costará dominarlas", dice.

La verdadera aceptación social de la igualdad legal entre mujeres y hombres está modificando esencial y felizmente la vida. La Iglesia católica, sin embargo, celebra que en Italia Berlusconi haya frenado "la desarticulación jurídica de la familia", objetivo, según ellos, de Zapatero. La transformación de las costumbres sexuales después de los anticonceptivos ha impulsado el fin de la familia patriarcal, aunque en España todavía falte un cambio radical de los servicios públicos, desde las guarderías hasta el cuidado de los ancianos, pasando por los sistemas de sanidad y seguridad social. Yo veo en las mujeres una esperanza de renovación del Estado, con jerarcas menos soberbios y con menos fiebre de dominio, aunque, hoy por hoy, las mujeres tienden a adaptarse a las actitudes dominantes, y ya hemos descubierto que una ministra es capaz de alardear de la misma obstinación y poder que un hombre. La actitud no depende del sexo, sino del lugar que se ocupa.

Y, por el bien de la igualdad real, todavía espero lo improbable: que el Tribunal Constitucional frene la reforma del Código Penal que impone penas más duras a los hombres que a las mujeres, en el caso de que el hombre maltrate a su pareja o a personas especialmente vulnerables que convivan con él. Es razonable que se imponga más pena a quien, sea hombre o mujer, se aproveche de algún tipo de superioridad para hacer daño. Es verdad que, entre parejas, casi siempre son los hombres los que atacan, pegan y matan, pero esto no justifica que los hombres, por ser hombres, merezcan mayor condena. Serán, simplemente, los que sufran más el rigor de la ley, puesto que son los que suelen delinquir. En una situación de igualdad legal entre sexos que no empezó a desarrollarse de verdad hasta la Constitución de 1978, volver a aceptar la desigualdad ante la ley de mujeres y hombres, contribuye a solidificar la figura de la mujer como ese ser débil, especial y vulnerable que antiguamente decían proteger padres y madres, curas, monjas y gobiernos.

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