Abril republicano
Hace 77 años, un 14 de abril, el joven periodista Josep Pla desembarcó en Madrid. Nada más apearse del tren el escritor catalán pudo asistir, en el transcurso de unas pocas horas, al desplome silencioso de la Monarquía y al sorpresivo advenimiento de la Segunda República española. Ahora que tanto se habla de la memoria histórica, releer el dietario madrileño de Pla puede ser una forma excelente de combatir nuestra desmemoria y tal vez un antídoto contra nuestra arraigada propensión a la mitología.
Hora a hora, día a día, el observador va anotando sucesos, personajes, noticias, impresiones, encuentros... A las doce del mediodía Fernando de los Ríos vaticina optimista que, antes de dos años, la República se implantará en España. A las cuatro de la tarde, la bandera republicana asciende lentamente por el mástil del Palacio de Comunicaciones, pero, como no hay viento, la tela cae y solo pueden verse los dos viejos colores conocidos (el morado se esconde entre los pliegues). De la inicial perplejidad, cuenta Pla, se pasa al entusiasmo. La multitud avanza, calle de Alcalá arriba, hacia la Puerta del Sol. Los comerciantes retiran de sus tiendas, más o menos discretamente, cualquier símbolo que los relacione con la Monarquía. Ya no hay proveedores de la Casa Real. En el Hotel Príncipe de Asturias, en la Carrera de San Jerónimo, la bandera republicana cubre la palabra "Príncipe". El establecimiento se ha convertido en un instante en "Hotel de Asturias". Suena la Marsellesa. Suena el Himno de Riego. Suena la Internacional. Suenan vivas y mueras y todo adquiere un aire, dice Pla, "de verbena triunfante". Los funcionarios y las clases altas ven con indiferencia el espectáculo. "Ni la aristocracia -que lo debe todo a la Monarquía- ni el ejército, que sirvió tantas veces de justificación a las instituciones reales, ni las familias ligadas, por tantas razones, al Estado, han dado señales de vida". En los círculos monárquicos, explica Pla, "se ha dado como un campeonato para ver cuál izaba antes la bandera republicana." A las seis de la tarde, gracias a Miguel Maura, que pone uno por uno firmes a los gobernadores civiles de la Península, el nuevo régimen está oficialmente instaurado en España. El 10 de enero de 1932 termina Pla su cuaderno de notas con una entrada titulada "Matices del arribismo". El librito de Pla, ya digo, es una joya.
Reler a Pla puede ser un antídoto contra nuestra arraigada propensión a la mitología
Sin embargo, la primera localidad donde se izó la bandera tricolor fue Eibar. Tres días más tarde, el 17 de abril de 1931, los alcaldes nacionalistas de Bermeo, Mundaka, Elorrio y Getxo convocaron en Gernika una Asamblea de Ayuntamientos para manifestar su reconocimiento al nuevo régimen y expresar el deseo de los municipios de Vizcaya de "constituir un Gobierno republicano vasco" vinculado a la República española. La Asamblea fue prohibida. Los apoderados de los municipios, no obstante, suscribieron un documento en el que se exponía esta propuesta ligada a la "República Federal Española". José Antonio de Aguirre habla por lo menudo de este episodio en Entre la libertad y la Revolución.
El pasado domingo, Javier Madrazo y Julio Llamazares celebraron en Eibar el 77 aniversario de la proclamación de la Segunda República. Una República socavada no poco por los comunistas. Ahora Madrazo pide reflexión en EB. Llamazares predica una "refundación republicana" en IU. En el viejo país ineficiente del que habló Gil de Biedma es probable que existan hoy en día demócratas de izquierdas y derechas. Pero me temo que hay tantos monárquicos (no juancarlistas) como republicanos.
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