Magia imborrable
Cuando Virginia Woolf asistió a una proyección de El gabinete del doctor Caligari, no pudo apartar la mirada de una mota de polvo atrapada en el proyector, que generaba azarosas formas sobre la pantalla. Para ella, había más misterio e inquietud en esa abstracción que en las exasperadas interpretaciones de los actores expresionistas. A sus ojos, el cine fue una mota de polvo creando un enigmático discurso en una esquina del plano. Años más tarde, Jean Cocteau definió el cine como el arte de coger a los muertos y ponerlos a andar. Orson Welles prefirió considerarlo el tren eléctrico más caro del mundo. Michel Gondry se suma ahora a la tradición de proponer definiciones subjetivas de eso que llamamos (siempre para simplificar) cine en una de las películas más libres, divertidas y, a la vez, conmovedoras de esta temporada: en Rebobine, por favor, el cine es hipnosis colectiva frente a una hermosa mentira. O, también, lo que se nos queda en la cabeza después de una tarde en las multisalas: aquello que siempre puede reconstruirse a través de un bricolaje onírico. Pero, sobre todo, el cine es la mitología (no necesariamente divina o noble) que cohesiona a una comunidad. Y, también, el tren eléctrico más barato del mundo, construido, pongamos por caso, con papel de aluminio. Y cartulina.
REBOBINE, POR FAVOR
Dirección: Michel Gondry.
Intérpretes: Jack Black, Mos Def, Danny Glover, Mia Farrow.
Género: comedia. Estados Unidos, 2008.
Duración: 101 minutos.
Gondry es un visionario con memoria: alguien que puede esbozar la imagen futura, mientras recuerda a Georges Méliès, y que, de hecho, juega a reconstruir con las herramientas analógicas de un Méliès pre-escolar los nuevos hallazgos y laberintos de la imagen digital. Ningún director de su generación podría tener mayor autoridad, ni una posición más privilegiada que Gondry para reflexionar sobre el presente y el futuro del cine en este paisaje de la perplejidad puntuado por la cultura del remake, el control policial del copyright, las descargas ilegales y la democratización del acto creativo.
El cineasta tiene la osadía de utilizar como marco genérico algo tan mal visto por la crítica como la comedia de colegas de los ochenta: un explosivo Jack Black y un Mos Def ensimismado encarnan a la pareja de fools (o de angélicos idiotas) que, por caprichos de la trama, se verán obligados a reconstruir la historia del cine en un tiempo récord. Gondry maneja el delirio con mano de virtuoso y recurre al modelo de tour de force formalista que patentó en su vídeo musical Lucas with the Lid Off de Lucas. No hay nada que no resulte insólito o hilarante en esta película que reinventa mitologías (altas y bajas) y forja leyendas improbables alrededor de la figura de Fats Waller: lo más sorprendente, no obstante, es cómo desemboca en una conmovedora comunión colectiva sobrevolada por el espíritu y la inspiración de Preston Sturges. Gondry viene a decir que, suceda lo que suceda con el cine y su industria, la magia de embobarse en comunidad ante algo que puede ser falso, torpe o encantadoramente tonto seguirá tan fresca como el primer día.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.