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Reportaje:Signos

El fin de un lugar de silencio

Un libro reúne los testimonios de varias luchadoras antifranquistas en Jaén

Ginés Donaire

"Al acabar la Guerra Civil, a las muchachas jóvenes les cortaban el pelo y les daban aceite de ricino y las paseaban por el pueblo. Mi madre me decía que me escondiese, pero era igual porque llegaban a las casas que querían sólo porque les decían que allí vivían rojos. Tenía mucho miedo". A sus 87 años de edad, Ángeles Morente Molina todavía conserva la lucidez necesaria para desempolvar la memoria de la azarosa y cruel vida que, ella y su familia, tuvieron que soportar tras la irrupción de la Guerra Civil y el largo periodo de represión de la dictadura franquista. Su testimonio es uno de los muchos que se incluyen en el libro Del tiempo de silencio al tiempo de la palabra. Mujeres republicanas de Jaén, editado por el Instituto de Estudios Giennenses (IEG) de la Diputación de Jaén y del que es autora la profesora Carmen Rueda Parras.

"Yo me sentía como extranjera en mi país", recuerda una mujer republicana

Ángeles, Martina, Isabel, Antonia, Ana Serrano o Ana Gil son algunas de las mujeres que dejan atrás su silencio para dejar testimonio de su lucha. "Son mujeres anónimas, desconocidas, que no realizaron actos de gran envergadura política que las hiciesen figurar como personajes relevantes y que tienen en común el haber sido madres, esposas, hijas, en una sociedad patriarcal, autoritaria y masculina que las relegó al silencio, la invisibilidad y el olvido y en muchos casos, además, a sufrir la represión, el encarcelamiento e incluso, a veces, el exilio", comenta la autora de la publicación. Pero, en el caso de las mujeres que centran este libro, Carmen Rueda asegura que "tuvieron que vivir doblemente en el anonimato" por su condición de mujer y de republicanas.

Fueron pocas las mujeres republicanas que se marcharon a luchar al frente, en parte por los prejuicios sexistas que había en una provincia eminentemente rural como la de Jaén. La mayoría quedaron al cuidado de niños y ancianos y, sobre todo, tenían la misión de sacar adelante a sus familias, para lo que debían ocuparse de todas las labores agrícolas. A partir de 1936 se registró un importante crecimiento del asociacionismo y activismo político femenino. Entonces las mujeres reivindicaban también el acceso igualitario a la educación, puestos de trabajo en igualdad con los hombres, protección de la salud de madres y niños o la eliminación de la prostitución.

La investigación de Carmen Rueda revela que, sólo en el municipio de Jódar hubo más de 500 afiliadas a la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA). Un caso especialmente significativo fue el de la alcalaína Dolores García-Negrete, que creó una célula comunista de barrio, presidió una asociación antifascista, dio cobijo y asistencia a los más necesitados y, finalmente, al terminar la Guerra Civil fue detenida y condenada a muerte, siendo fusilada el 1 de marzo de 1940. Como ella, otras 12 mujeres fueron fusiladas en Jaén, otras nueve murieron por disparos de la Guardia civil, 21 lo hicieron en la prisión y otra se dio por desaparecida.

Una parte destacada de la investigación de Rueda se dedica a glosar la biografía de Maximiliana Berges, la segunda de seis hijos de una familia aragonesa que se vio forzada al exilio al ser perseguida por su condición de republicana. Junto a unos 1.500 refugiados españoles, Maximiliana y su marido, Alejandro, embarcaron rumbo a Méjico. Allí permaneció hasta 1949, cuando volvió a Francia tras la muerte de su marido con la intención de reencontrarse con su hijo Tomás, al que no veía desde hacía 14 años. En 1975, tras la muerte de Franco, Maximiliana y sus dos hijos, regresaron a España, en concreto a Jaén, de donde era la familia del novio de su hija. "Yo me sentía como extranjera en mi país. Cuando Franco murió comenzamos a respirar mucha gente", rememora esta mujer republicana.

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La investigadora Carmen Rueda, autora de trabajos como Mujeres de Sierra Mágina y guerra civil (2007), concluye que la mayoría de las mujeres que lucharon contra la dictadura estiman que se ha olvidado su contribución social e histórica y muchas de ellas siguen teniendo temor a relatar sus vidas. "La mayoría de ellas han permanecido escondidas detrás de los nombres de sus padres, maridos o hermanos. Fueron condenadas a la negación, a la desmemoria, incluso las más exitosas, rápidamente desaparecieron pasando a ocupar un lugar de silencio y de inexistencia", subraya Rueda.

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