Una relación estratégica a la fuerza
La cúpula del Gobierno catalán pasea por Marruecos mientras el agua calienta el debate político nacional. Pero poderosas razones demográficas, comerciales y políticas respaldan el calado de la visita y aconsejan el cultivo de una relación necesariamente estratégica y esencial.
A la cabeza de la población inmigrante en Cataluña figura el colectivo marroquí, casi un tercio del total que vive en España. A Cataluña le interesa contribuir al desarrollo del vecino magrebí porque la prosperidad y la creación de empleo son factores de estabilidad más efectivos que los muros como frenos a la inmigración. En Cataluña se empieza además a formar cuadros marroquíes de los que la empresa catalana puede echar mano en su internacionalización. Y Marruecos es una de sus ventanas al exterior. La mano de obra 10 veces más barata ha sido el cebo, cierto, a la hora de producir fuera. Empresas como Roca, Simon, Titán o Fluidra se han hecho grandes en Cataluña, donde mantienen sus centros de decisión, a base de implantarse fuera. Pero a largo plazo, Marruecos puede ser puerta de entrada a África. Más rápida, China ya está en ello.
Cataluña, que acapara casi un 40% de la aún escasa inversión y un 19% de la exportación española a Marruecos, ha vivido al abrigo de las tensiones entre Madrid y Rabat. La relación fluida ya existió bajo el pujolismo. Marruecos ve hoy en Cataluña un referente para la autonomía del Sáhara. También sabe de convivencia de lenguas. El proceso de cooperación euromediterráneo lleva el nombre de Barcelona. Encaja que el primer viaje fuera de la UE de José Montilla, como el de Pasqual Maragall, sea a Marruecos. A veces, viajar también es gobernar.
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