De 'puticlub' a 'boutique'
La Asociación de Comerciantes triBall espera ahuyentar la prostitución dedicando espacios insólitos a la moda en el triángulo de Ballesta en Madrid
Existe un barrio en Madrid donde se puede encontrar los diseños que Carlos Díez presenta en Cibeles, pero colgados de los ganchos de una antigua carnicería; la vanguardia descatalogada de Kling en un viejo ultramarinos, y la moda de me&co, La Casita de Wendy o Julieta Álvarez instalada en renovados puticlubes.
Diseñadores, estilistas, fotógrafos, artistas plásticos y creadores en general se dan cita en lo que podría ser la cara B de Fuencarral durante el día y la cara B de Montera durante la noche, con todo lo que eso implica. Las ropas ajustadas de las mujeres que trabajan la calle contrastan con los vaporosos modelos del interior, influencias ibicencas, diseños casi naifs y algún guiño al oficio más antiguo del mundo. "Nosotras no molestamos a nadie trabajando aquí, sólo esperamos que ellos puedan trabajar también tranquilos", susurra una mujer que de día limpia casas y de noche necesita reunir más dinero para mandar a su familia en Colombia. Sonríe con tristeza cuando se le pregunta por los diseños que ocupan antiguos burdeles: "Sólo sé que nunca podré comprarme un vestido de ésos".
A partir del próximo viernes, el triángulo formado por Ballesta, Desengaño, Valverde y calles adyacentes abre sus puertas a una nueva etapa de moda en espacios insólitos como polémica iniciativa de la Asociación de Comerciantes triBall, que espera ahuyentar la prostitución callejera a golpe de talonario.
"Durante un mes nos han cedido estos locales para exponer colecciones de diseñadores jóvenes; de otra forma no tendríamos dónde mostrar el trabajo. Nosotros les damos un 15% de nuestras ventas y si la cosa sale bien, en mayo nos sentaremos a hablar del posible alquiler. Nos beneficia a todos, porque así contribuimos a mejorar el barrio que estaba un poco deteriorado", explica Sofía Clari de me&co (Ballesta, 10) que ha cambiado los patrones de sus diseños por la fregona y la brocha para adecentar un viejo club de alterne y exponer ahí rebajas de Gori de Palma, Poti Poti o El Delgado Buil.
En la misma calle, el antiguo El Beso se ha convertido en sede de artistas gráficos, músicos y diseñadores. Un puticlub más allá -no todos aceptaron vender sus locales- abrirá La Maison de la Lanterne Rouge, homenaje al Shanghai de los años cuarenta entre paredes de terciopelo rojo. "Esto debería hacerlo el Ayuntamiento, con dinero público. Lo que se paga por un espacio en Fuencarral por el metro cuadrado es imposible, así que la Administración podría comprar todos estos locales y ofrecerlos con alquileres razonables a nuevos creadores", explica Víctor Hierro, coordinador de las 13 nuevas boutiques.
En la zona sólo existe el bar de copas Demodé -antiguo club privado-, de música electrónica y ambiente exquisito, abierto hace cuatro años por Luis Miguel González sin ayuda de nadie. Es el escéptico del barrio: "En mi opinión, esto es una operación de especulación inmobiliaria, se lo he advertido a los diseñadores. Que si ahora les cobran el alquiler a 20 euros, dentro de cinco años, cuando se revalorice y atraiga gente, les subirán el precio como en Fuencarral y tendrán que irse, dejando toda su inversión y sus sueños aquí".
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