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Análisis:ANÁLISIS | Hacia Pekín 2008
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La dificultad de ser amado y temido

Hace tiempo que Maquiavelo, el Sun Tzu europeo, hizo notar la dificultad de ser amado y temido a la vez. Los 3.000 policías que necesitó ayer la antorcha olímpica para cubrir su paso por París son una buena muestra de esta dificultad. El Gobierno chino ha organizado estos Juegos Olímpicos con el fin de mostrar al mundo su éxito, pero lo que se está demostrando estos días es que el ascenso pacífico de China despierta mucho más temor y recelo que admiración.

Preocupado porque los Juegos se les vayan de las manos, el Gobierno chino ha contratado a una gran empresa de comunicación. Sin embargo, como EE UU ha experimentado en los últimos años, ni la mejor estrategia de diplomacia pública puede ayudar a vender un producto defectuoso. Con miles de disidentes encarcelados, una severísima represión política y religiosa y una política exterior carente de sensibilidad, China tiene poco que vender a la opinión pública mundial y mucho sobre lo que reflexionar. Para mejorar su imagen internacional, China podría, entre otras cosas, dejar de usar una retórica de corte orwelliano para denostar a todos los que disienten de ella, cumplir sus promesas de libertad de movimientos a los medios de comunicación, hacer algún gesto en torno a Darfur y, especialmente, sentarse a hablar con el Dalai Lama, cuyas posiciones pacíficas y autonomistas, no independentistas, ofrecen a Pekín un margen de actuación muy amplio.

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Pero ello no servirá para atajar el problema fundamental: la falta de legitimidad del poder de China. Sin legitimidad, China no puede pedirnos que la amemos, sólo esperar que la temamos, que es lo que los Gobiernos europeos han practicado hasta ahora. Curiosamente, las protestas de la opinión pública no se dirigen sólo contra China, sino también contra el silencio de sus propios Gobiernos a la hora de condenar las violaciones de los derechos humanos, la represión en el Tíbet o la connivencia con las autoridades de Sudán. Puestos a celebrar la Grecia clásica, y ante la pasividad de sus Gobiernos, parece evidente que la opinión pública ha encontrado el talón de Aquiles del poder chino en los Juegos Olímpicos y se dispone a explotarlo con el apoyo de los medios de comunicación, atraídos siempre por un buen espectáculo. Una vez más, los Gobiernos quedan en evidencia ante el poder de la opinión pública y los medios, lo que también debería ser motivo de reflexión a este lado. Pero lo importante es que las protestas en torno a los Juegos no queden en anécdota, sino que sirvan para que los Gobiernos europeos se convenzan de la necesidad de tomarse mucho más en serio la agenda de derechos humanos en su relación con China y para hacer ver a Pekín que es en su propio interés aceptar esa agenda. Este objetivo no es utópico: al igual que Occidente consiguió, mediante el proceso de Helsinki, atraer a la Unión Soviética a una negociación en la que los derechos humanos eran parte de un compromiso global, los Juegos Olímpicos deberían permitir abrir ahora un camino similar.

José Ignacio Torreblanca es director de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y profesor en la UNED.

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