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El corte de Cercanías por las obras del AVE deja pequeño el Metro

El apeadero de Sant Isidre absorbe a 9.000 usuarios de Renfe en Valencia

Ignacio Zafra

7.55. Calle de Campos Crespo. Valencia. Una muchedumbre dobla la esquina y se dirige hacia la parada de Metro de Sant Isidre. Algunos van por la acera, otros invaden la calzada, casi todos corren. Ayer fue un día de novedades para los miles de trabajadores que entran cada mañana en Valencia con las líneas de Cercanías 3 y 4, las que cubren los pueblos del oeste de la capital.

Cambiar de tren sólo hace perder 18 minutos, según Renfe
"¿Que llega el AVE? Pues me da igual porque no lo voy a coger. Por la pasta"

Desde el sábado, el servicio de Renfe, que solía llevarles a la Estació del Nord, en el corazón de la ciudad, muere en el extrarradio, en la primera parada que hay tras cruzar el nuevo cauce del Turia. Desde allí tienen que recorrer 200 metros hasta el suburbano por Campos Crespo, una calle desconocida para la mayoría y que van a tener tiempo de conocer: las obras del tren de alta velocidad durarán, al menos, dos años.

Así que fue un día de novedades. Para los previsores, como Icíar Pérez ("he salido una hora antes... por si acaso") la cosa estaba "bien montada, con mucha gente dando indicaciones". Para otros, se verá enseguida, fue una jornada de llegar tarde al trabajo, llamar a la puerta del jefe y empezar a dar explicaciones.

A pesar de las dificultades (un apartado en el que se inscribe la huelga de maquinistas del Metro en horas punta; la desorientación de los viajeros y el desvío al suburbano de las 9.000 personas que usan al día las líneas de Cercanías y los trenes regionales a Cuenca), la conexión pasó el examen.

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A ello contribuyó el centenar de empleados que Renfe asegura haber destinado a facilitar el cambio; su contraparte en Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana; el buzoneo de 45.000 trípticos explicativos en los municipios con parada; las cuñas informativas en la radio, y los anuncios en televisiones locales.

El mayor problema fue la parada de Sant Isidre. En cuanto empezó a llegar la gente de Cercanías quedó claro que la parada, que es poco más que un apeadero, se quedaba pequeña. La interconexión multiplicó por nueve su número de viajeros habitual (1.000), y dejó al descubierto carencias estructurales. Los usuarios tienen que subir y bajar, sin alternativa, unas empinadas escaleras. La única protección frente al sol y la lluvia son dos marquesinas en las que, muy apretadas, caben 20 personas. Y el andén se queda corto para la nueva magnitud de tráfico.

El sacrificio tendrá su recompensa, según anunció la Delegación del Gobierno: la nueva estación intermodal de Sant Isidre que conectará Metro y Cercanías estará terminada en diciembre de 2009."¡Por favor, no se queden parados. Al fondo hay sitio!" El trabajo de una de las encargadas de facilitar el cambio de rutina en la estación de Sant Isidre consistía básicamente en repetir esa frase a la vista del atasco que se producía a la entrada del andén a primera hora de la mañana. Los viajeros obedecían, generalmente, poniendo mala cara. Tenían sus razones.

"Voy a tener que madrugar más y llegaré a casa más tarde. Normalmente, me levantaba a las 7, y ahora me toca levantarme a las 6.20", decía Olga Martí, 37 años, administrativa. La ya de por sí complicada ruta que hace cada día para llegar al puesto trabajo (que empieza conduciendo desde su casa en Macastre hasta la estación de Buñol) se le acababa de complicar. Y a pesar de sus precauciones, llegaba tarde. "Quedan 15 minutos para mi hora de entrada, igual ni llego. Los jefes están advertidos. Lo que pasa es que, ¿ellos qué culpa tienen?".

Martí, como muchos asiduos al servicio de Cercanías, pertenece, además, a esa parte de la población a la que no le impresiona la alta velocidad. "¿Que llegue el AVE a Valencia? Pues me da igual, porque no lo cogeré probablemente nunca por la pasta que vale. Más claro, agua. Preferiría más frecuencia de cercanías, y que arreglaran los trenes".

Todos los que se encontraban ayer en la estación de Sant Isidre habían descartado, obviamente, coger el coche. Unos, como Patricia Soria, de 22 años, vecina de Xirivella, porque no lo tienen. Otros, como Ester Barea, de 25, porque no sabrían qué hacer con él: "¿Dónde aparcas? En el barrio de Russafa no puedes aparcar en ningún sitio. Y si lo metes en el aparcamiento te puede costar 10 euros al día. Vale la pena madrugar más".

El tiempo que se pierde con el cambio de tren oscila solamente entre los 12 y los 18 minutos, según Renfe. Dos de sus empleados se dedicaron ayer a hacer los trayectos desde las cabeceras de las líneas C-3 (Buñol) y C-4 (Xirivella), hasta los destinos de Metro equivalentes a la Estación del Norte para los Cercanías: Plaza de España (línea 1 del suburbano) y Bailén (línea 5). El billete de Renfe es válido hasta esas dos estaciones, lo cual ayuda a paliar otra de las deficiencias del apeadero de Sant Isidre: no hay máquina expendedora, de modo que para comprar el tíquet es necesario hacer la cola ante una ventanilla mínima.

Como ocurre siempre, las situaciones de crisis generan oportunidades. De eso era consciente Sergio Sánchez, quiosquero, que ayer, a las 8.15, aguardaba al pie de la escalera de la nueva estación de Cercanías que Adif ha construido para sustituir a la de Vara de Quart. Sánchez había abandonado su local en una calle poco transitada para plantarse bajo la estación con una ristra de décimos de lotería en la mano. "Como tienen que pasar por aquí, vamos a ver qué tal se me da. De momento van locos", afirmaba, "hasta que no pasen unos días y se relajen, no veré si me vuelvo al quiosco o me quedo aquí".

Las carreras de ayer también sirvieron para confirmar que los usuarios de Cercanías tienen un perfil similar al de los usuarios del Metro: las mujeres, los estudiantes y los inmigrantes están sobrerrepresentados. Los últimos protagonizan, además, otro fenómeno. A primera hora, el número de personas que entra en Valencia es muy superior al de quienes salen de ella. Y entre estos hay una nueva sobrerrepresentación de trabajadores inmigrantes. Personas, como Mónica Arriaga, latinoamericana, empleada de hogar, de 42 años, que hace cada día el mismo trayecto entre Valencia y Aldaia, pero en sentido contrario, que Ángela Puerto, valenciana, de 56.

O como Fernando Vidal, boliviano, de 20 años, que se gana la vida llevando palés en una empresa de Loriguilla. Vidal llevaba un mal día: se había levantado a las 6.30, en Natzaret, uno de los barrios marítimos de Valencia. Había ido en bici ("desde que empezaron la huelga en la EMT, no me fío") hasta la estación Plaza de España. Como en el Cercanías le dejan subirla pero en el Metro, no, la había dejado aparcada allí, había cogido el Metro, se había bajado en Sant Isidre y había echado a correr para descubrir que había perdido su tren y el siguiente: "Hoy voy a llegar una hora tarde. Ya veremos lo que dice el jefe".

Los alcaldes del PP dejan de quejarse

Los alcaldes de Camporrobles, Utiel, Siete Aguas, Chiva, Cheste y Loriguilla, del PP, habían criticado en los últimos días los cortes de las líneas de Cercanías 3 y 4, causados por las obras de la entrada en Valencia del tren de alta velocidad. El sábado reclamaron una reunión urgente para tratar la cuestión con el delegado del Gobierno, Antoni Bernabé, a pesar de que esa reunión ya estaba programada para ayer. Su oposición a los planes del Ministerio de Fomento contrastaba con el silencio mantenido por Rita Barberá, la alcaldesa de Valencia, que se ha caracterizado en los últimos años por lo contrario: exigir la urgente llegada del AVE. Y por la discreción del Partido Popular en general, cuyas reivindicaciones han estado en línea con las de la alcaldesa.

Los 11 alcaldes afectados por los cortes (seis populares y cinco socialistas, los de Buñol, Aldaia, Requena, Alaquàs y Xirivella) se entrevistaron ayer con Bernabé. A la salida, José Manuel Haro, alcalde de Chiva, del PP, y Empar Navarro, alcaldesa de Aldaia, mostraron un tono de entendimiento. Navarro aseguró que lo importante es mirar hacia el futuro y centrarse en intentar que los cambios en las líneas afecten lo menos posible a los viajeros. Haro declaró que si se cumplen los plazos expuestos por el delegado del Gobierno, "estamos mejorando la situación actual". El edil reclamó contar en el futuro con la "máxima información".

Para entonces, Bernabé se había comprometido con ellos a que la nueva estación de Sant Isidre, un edificio que actuará como intercambiador entre la línea C-3 (la de mayor volumen de pasajeros) y las líneas de Metro, estará lista en diciembre de 2009. El delegado del Gobierno destacó más tarde a que las obras implicarán el soterramiento del nudo sur (una vieja reclamación de los vecinos de Sant Marcel·lí y de Sant Vicent-Camí Reial, que llevan años separados por las vías) y un nuevo acceso del Cercanías: éste accederá a la ciudad bajo tierra hasta la Estació Central, afirmó Bernabé, y luego podrá ser ampliado hacia el norte de Valencia.

La Generalitat y el Ayuntamiento estudian, por otro lado, crear 25.000 plazas de aparcamiento en zonas próximas a las estaciones de transporte público (Metro, Cercanías, tranvía y EMT) de Valencia y su área metropolitana, para fomentar su uso, según anunciaron ayer.

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Sobre la firma

Ignacio Zafra
Es redactor de la sección de Sociedad del diario EL PAÍS y está especializado en temas de política educativa. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Valencia y Máster de periodismo por la Universidad Autónoma de Madrid y EL PAÍS.

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