De ejecutiva a cantante de mantras
Dechen Shak-Dagsay, hija de un lama, triunfa en Occidente con su música tibetana
No hay té con manteca de yak, ni tsampa, ni chang, la cerveza tibetana, en la entrevista con Dechen Shak-Dagsay -sólo agua mineral-, pero la cantante (que hoy actúa en el Auditorio de Barcelona en el ciclo Mantra) luce inequívocos túnica, chal amarillo y collar de turquesas. En la muñeca, una pulsera de plata tradicional y un rosario tintinean contra un reloj suizo. Dechen tiene una contagiosa sonrisa y unos ojos negros profundos. Su voz es cristalina, como en sus grabaciones, lo que contrasta con la característica y ronca guturalidad eruptiva de las voces de los monjes tibetanos.
"Cuando era pequeña cantaba mucho con mi madre, también hice mucha canción tradicional. Cuando canto mantras sagrados me fundo con la música. Quizá sea éste el motivo por el que lo que hago llega con fuerza en Occidente. Es un destino extraordinario, llegar al corazón de los hombres por esta vía". Habla la cantante como sumida en un estado beatífico, impresión que se refuerza por el aura que deposita sobre ella la luz filtrada que entra por un ventanal. El efecto es contagioso, puro Om mani padme hum.
"No queremos la independencia sino una autonomía real"
Explica Dechen que su primer CD, el exitoso Dewa che -subtitulado "el poder sanador universal de los mantras tibetanos", nada menos-, era todo de música sacra, mientras que el segundo, Shi de, eran cantos de paz. "Son todo cantos creados por mi padre, que es lama". Efectivamente, Dechen es hija del venerable Dagsay Turku, que fue reconocido a los tres años como la reencarnación del quinto Dagsay Rinpoche y criado en el monasterio de Chokri, en el este de Tíbet. El padre de la cantante huyó del país cuando se produjo la invasión china. Abandonó el celibato y se casó con otra refugiada, la madre de Dechen, que era hija del administrador del regente de Tíbet y hermana también de un lama.
La familia se refugió en Nepal y luego en India, para acabar emigrando a Suiza, adonde Dechen, que ahora tiene 49 años, llegó con tres. De los Himalayas a los Alpes. Al menos había una similitud. La cantante ríe con ganas. "Sí, los tibetanos nos encontramos muy bien en Suiza, el clima y el paisaje son parecidos". Pero no hay yaks. "Oh, sí los hay, algunos campesinos los han introducido, así que ya ve, como en casa".
Afirma que el día que cantó en presencia del Dalai Lama, en 2005, fue uno de los más importantes de su vida y ríe de nuevo cuando se le pregunta por Richard Gere. "Nos encontramos una vez, pero me temo que él no se acordará", apunta con inesperada coquetería.
Ser hija de lama reencarnado y convertirse, como lo hizo Dechen, en ejecutiva de marketing de una multinacional no es un destino común. "No es tan difícil. Es un tópico que un ejecutivo no pueda ser espiritual. Todo está dentro de nosotros".
Hace 10 años surgió el primer disco compacto, que fue un éxito inesperado. "Después, Bob Wilson me invitó a cantar para su espectáculo The days before. Luego han venido los otros discos". En 2005 dejó el trabajo para dedicarse por completo a la música. ¿Se siente parte de un mestizaje cultural? "Llevo los dos mundos. Como ambos están en mí, puedo hacer de puente".
Se pone muy seria al dar su opinión sobre la situación actual en su país. "Es muy preocupante, pero a la vez tenemos una gran esperanza de que haya un diálogo con el Gobierno chino. Es fundamental que demos ahora las señales correctas, cualquier señal errónea, como indicar que queremos la independencia, sería una equivocación grave. Su Santidad el Dalai Lama ha dejado claro que no queremos la independencia, sino una autonomía real. Entonces tendremos la oportunidad de conservar nuestra espiritualidad, cultura y entorno".
¿Es partidaria del boicoteo a los JJ OO de Pekín? "No. Deseamos que se hagan, como el Dalai Lama. No estamos en absoluto contra el pueblo chino. Podemos coexistir, pero sobre una base de equilibrio que ahora no existe". En tres semanas, en una iglesia de Lucerna, "daremos un gran concierto para la paz en Tíbet".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.