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Reportaje:

Viaje al altar de Severo Sarduy

Una exposición en el Cervantes repasa la relación con Oriente del autor cubano - Su compañero, François Wahl, le recuerda a los 15 años de su muerte

Elsa Fernández-Santos

En el altar que Severo Sarduy tenía en su casa de París había místicos cristianos, deidades de la santería cubana y estatuillas budistas. De todas, su favorita era una pequeña pieza nepalesa: un Avalokitesvara que le regaló su compañero, el filósofo francés François Wahl.

Wahl, de 83 años, viajó ayer a Madrid para asistir hoy a la inauguración en la sede del Instituto Cervantes (Alcalá, 49) de la exposición El oriente de Severo Sarduy. Un homenaje al pintor y escritor cubano (nacido en Camagüey en 1937 y fallecido en París, víctima del sida, en 1993) que recorre a través de sus viajes a Turquía, Marruecos, Túnez, Argelia, India, Indonesia, Irán, Sri Lanka y Nepal las profundas raíces orientales de su obra. Organizada junto a la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), la muestra permanecerá en Madrid hasta el 25 de mayo y viajará después a los centros del Cervantes de París, Rabat, Pekín, Nueva Delhi, Tokio y Manila.

Oriente le ayudó a romper la oposición entre pintura y escritura
Nunca fue a China, pero reivindicó la cultura chino-cubana

"El budismo tibetano fue uno de los alimentos más importantes de la inspiración de Sarduy", explica Gustavo Guerrero, comisario de la exposición. "Encontró en el budismo una actitud que era, al mismo tiempo, de ilusión y de desencanto. Las culturas orientales le ayudaron a superar las oposiciones entre lo serio y lo cómico, entre pintura y escritura, entre sexo y religión", añade el comisario, para quien Sarduy era un hombre "tocado" por una profunda espiritualidad. "Para él, las culturas no eran ni exclusivas ni excluyentes. Sarduy sumaba".

Esa suma estaba representada en su altar. Rincón de reliquiarios, estampitas y recuerdos de un viaje que empezó al salir de Cuba en los años sesenta. "A Severo le gustaba mucho una gran talla china, un Avalokitesvara de madera que había en el Rijksmuseum de Ámsterdam", cuenta François Wahl. "Por eso le regalé esta pieza, que pertenece a la cabeza de otro buda más grande, y que compré por nuestro 15º aniversario en un anticuario de París. El Avalokitesvara es una figura muy curiosa dentro del budismo, una deidad tranquilizadora. Que Severo lo eligiese como su favorita dice mucho de cómo a través de su fantasía circulaba un gran miedo".

Wahl y Sarduy se conocieron en 1968 en Roma, mientras ambos visitaban la Capilla Sixtina. Sarduy era un joven estudiante cubano becado por el Gobierno castrista en Europa y Wahl era el elegante vástago de una familia de origen judío. "En 33 años sólo nos separamos durante dos meses. Todos los viajes a Oriente los hicimos juntos. Severo no soportaba viajar solo".

Sarduy nunca fue a China, pero su viaje a Oriente empezó reivindicando la cultura chino-cubana. "En la Cuba de Severo siempre hubo chinos; habían llegado para construir el ferrocarril en el siglo XIX y estaban en su mitología de infancia. Tuvo una novia china y hay una foto suya, con siete u ocho años, disfrazado de chino. Intentamos conseguirla, pero fue imposible".

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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