Nace el billete de 50 millones
La camarilla del dictador amasa grandes fortunas con el cambio
Godfrey saca del bolsillo la joya de la corona: un billete de 50 millones de dólares zimbabuenses recién salido del horno. Sabe que sirve para muy poco: esta millonada apenas llega en Zimbabue para comprarse una barra de pan. El Banco Central puso ayer en circulación billetes de 25 y 50 millones. No parece dinero de verdad. Su lanzamiento es el enésimo intento del Gobierno de hacer frente a la hiperinflación y reducir algo los fajos de billetes que hay que llevar encima para pagar.
También es la demostración de que la cifra real de inflación es muy superior a la astronómica 100.000% oficial. En enero se lanzó el billete de 10 millones, que hoy sirve para comprar seis cigarrillos sueltos. Desde entonces no hay nuevos datos sobre la inflación. Economistas independientes insinúan que supera el 250.000%.
La hiperinflación es una pesadilla para todos, menos para los dirigentes del gubernamental ZANU-PF y para el círculo más próximo a Robert Mugabe. Para ellos, se trata de una oportunidad única de amasar grandes fortunas. De ahí la resistencia a aceptar una transición política.
Se repartieron gratis las fincas expropiadas con la reforma agraria. Aquello les sirvió para tener un rancho de fin de semana. Pero es la hiperinflación lo que les ha convertido en ricos. La clave está en la falta de relación entre los precios oficiales y los reales de la gasolina y del cambio del dólar estadounidense. A partir de secretario, toda la Administración tiene derecho a adquirir dólares al cambio oficial. Es decir, a 300.000 dólares zimbabuenses. En el mercado negro, la relación es de 40 millones a uno, con lo que incluso un lerdo es capaz de convertirse en potentado. Por ejemplo, comprar un vehículo de 5.000 dólares por 37 dólares. Es fácil: con 1.500 millones de dólares zimbabuenses (apenas nada: los citados 37 dólares estadounidenses) se consiguen 5.000 dólares estadounidenses al cambio oficial.
Este mecanismo sirve también para la gasolina, donde la diferencia entre el precio oficial y el real (alrededor de un dólar el litro) es parecido. Los agricultores tienen acceso a gasolina a precio ínfimo en función de las hectáreas que demuestran, y de nuevo aquí vuelven a beneficiarse los mismos, porque fue el círculo político y militar próximo a Mugabe el que más hectáreas juntó con la reforma agraria.
Los efectos de estos trapicheos son devastadores para la mayoría: muchos supuestos agricultores prefieren revender gasolina al mercado negro porque le es más rentable que cultivar el campo, lo que aumenta el paro entre los jornaleros y disminuye la comida disponible.
Y lo mismo sucede con el transporte: los dueños de autocares han reducido el servicio hasta extremos inconcebibles porque prefieren el mercado negro. Lo saben bien los habitantes de Kabuyuni, una pequeña aldea al noroeste del país, donde viven misioneros españoles. En 2002 llegaban al pueblo 14 autocares al día. Hoy, únicamente aparece alguno cada dos días. Y eso si hay mucha suerte.
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